Cuando una puerta se cierra, Louis Prutschi abre otra; y, cuando todo indica que las cosas están perdidas, nada contra corriente hasta lograr su objetivo. Él estudió Administración en la Universidad de Lima y tiene un gimnasio llamado Quarzo, el que ha reinventado con la pandemia: ahora Louis vende también implementos deportivos con la marca de su gimnasio.
¿Qué novedades ofreces en tu gimnasio?
Quarzo nació como un concepto diferente en gimnasios, con una arquitectura moderna y una atención personalizada enfocada en que cada uno de los clientes se sienta feliz de estar ahí por ser atendido como en un hotel 5 estrellas, por tener una clase y una experiencia espectacular, al estilo de cada profesor. No se creó como un gimnasio para moldear el cuerpo, sino para transmitir una energía increíble a través del ejercicio.
Tú también eres entrenador y has probado diferentes disciplinas deportivas, ¿verdad?
Sí, desde muy chico he practicado diferentes disciplinas: parapente, moto, remo, triatlones, artes marciales, hasta el sistema de combate del ejército de Israel. La creatividad y el movimiento del cuerpo siempre son mi motor en la vida. Con esa locura en mi cabeza, con la base de la Universidad de Lima y de todo lo que pude estudiar, creé mi negocio propio.
¿Qué tal te iba antes de la pandemia?
Excelente. Quarzo estuvo abierto dos años antes de la pandemia y logré posicionarme muy rápidamente. Hacíamos actividades especiales, eventos, retiros, incluso lanzábamos clases en que llevábamos las bicicletas a un sótano o al techo de un edificio. Para mí no existen las barreras. Desde que abrí ya estaba loco por hacer eventos con marcas de autos, de ropa deportiva, etcétera. No me hacían caso porque era nuevo, pero pasó un año y esas mismas marcas me empezaron a buscar a mí para hacer eventos. Se dieron cuenta de que éramos un centro muy divertido, que rompía las tradiciones del mercado. Viajaba, tomaba clases en gimnasios y luego adaptaba acá, a nuestro estilo, esas cosas que veía en el extranjero. Con la mente abierta, generaba nuevas cosas a partir de lo que veía; también traía nuevas máquinas, capacitaba al personal con herramientas de coaching para que apliquen en sus clases... La idea siempre ha sido abrir los sentidos a otras cosas y dejar la línea tradicional. Eso dio un súper resultado… hasta que vino la pandemia.
¿Qué cambios tuviste que hacer?
El 15 de marzo del año pasado cerramos el gimnasio, hasta el 6 de enero de este año: más o menos unos 10 meses pasaron para que nos permitan reabrir. El 15 de enero regresamos por 3 semanas y después tuvimos que volver a cerrar. Pero a mí me encantan los retos, resolver problemas, saltarlos, empujar las soluciones o jalarlas... Eso me gusta. En el 2020 tuvimos que aprender a usar las clases virtuales e iniciamos clases en vivo por redes sociales. Al inicio los profesores grababan las clases desde sus casas, pero fue una locura porque algún profesor no sabía cómo grabar o cómo pasar el video, cómo colocar un trípode, grabar en buena calidad, etcétera. Detrás de las clases grabadas, hubo un montón de temas por solucionar, bajo presión y en modo supervivencia, pero salimos adelante por dos motivos: por un tema económico y porque no iba a permitir que el sueño por el que tanto luché se derrumbara. Y no lo permito hasta hoy. Sacamos las clases virtuales, congelamos las membresías de los clientes, convalidamos con las clases virtuales, hicimos nuevos clientes y, finalmente, compramos una plataforma. Hoy, después de 10 meses, dominamos la plataforma a la perfección. Tenemos cursos virtuales por niveles y lanzamos un summer program y clases con bicicleta; como la gente no tenía bicicleta en su casa, alquilé las mías. En una semana, despaché mis 30 bicicletas a las casas de mis clientes. Hacían las clases por computadora con mis bicicletas.
¿Pudiste mantener tus ingresos previos a la pandemia?
La verdad es que la crisis nos golpeó. Para salir adelante tuvimos que hacer muchos cambios. Yo tenía dos locales, uno al lado del otro, y tuve que cerrar uno de ellos. Enfrenté una situación sui generis totalmente. Pensé cómo aprovechar las máquinas y los acabados de ese local que cerraba, que eran especiales para gimnasio. No los podía botar: estaban en perfectas condiciones. Pensé cómo reciclar todo eso. Tenía pisos especiales, los sistemas aintimpacto para las pesas, etcétera. Entonces, agarré unos retazos y me dije: si corto esto en forma de colchonetas, creo que podría venderlas para la gente que está entrenando en sus casas. Son de un material especial para entrenar, para que no se malogre el piso con las pesas ni se haga bulla a los vecinos al dejar las mancuernas en el suelo. Así, lo mandé a cortar y lo empecé a vender como mi primer producto de colchonetas. El día de hoy vendo colchonetas: pasé de vender pedazos a ofrecer ahora diferentes colores y modelos con mi logo grabado en láser, y hasta las hago más grandes según la necesidad del cliente. Mucha gente ha dejado sus mats delgaditos por mis colchonetas, que son mucho más gruesas y cómodas para trabajar en el piso. Además, envío las colchonetas a la dirección que indiquen en la plataforma de e-commerce. Entonces, hoy mi negocio son las clases virtuales y las colchonetas.
¿Vendes otros productos además de las colchonetas?
Estoy por lanzar mi propia línea de ropa deportiva. Después voy a sacar tomatodos con mi logo. Tengo mil ideas: no puedo parar de probar y crear.
¿Las personas se han acostumbrado a las clases virtuales?
Estamos en un país en el que ni siquiera había costumbre de hacer muchas compras virtuales y menos entrenamiento virtual. Había una desconfianza con las plataformas de pago, inclusive las personas dudaban sobre poner los datos sus tarjetas: tenían miedo de que las clonaran. Pero, finalmente, nos dimos cuenta de que esto no iba a durar un par de meses y que se necesitaba un cambio de actitud, que debíamos adaptarnos a la nueva realidad. No fue fácil: nadie estaba acostumbrado a entrenar a través de una pantalla, sino en un gimnasio, en grupo, con una comunidad. Pero se hizo el cambio, por necesidad. Ahora las empresas grandes nos buscan para comprar membresías para sus trabajadores. Yo le dije a mi equipo: “¿Ven que el esfuerzo realizado durante casi un año, en plena pandemia, yendo contracorriente, con el local cerrado, finalmente dio frutos?”. Y todos sonrieron.
¿Ahora cómo preparan las clases los profesores?
En un principio, cada uno la preparaba desde su casa, mandaba su video y lo subíamos a la plataforma para transmitirlo. Pero estaban en sus casas, así que, por supuesto, de pronto el gato se cruzaba por la pantalla entre otras mil y una anécdotas. Luego hubo un cambio muy positivo: volvimos al gimnasio a filmar y fue increíble. Otra vez estábamos en nuestro ambiente, con las luces, la música, el ambiente motivador. El gimnasio se ha convertido en un estudio de grabación, y esto ha sido un salto bien bacán. Estoy detrás de todos los procesos: sé cómo manejar la plataforma virtual de clase y yo mismo cuelgo los videos (los comprimo y los subo). Además, hemos creado cursos de entrenamiento. En un principio teníamos una plataforma de clases, con unas 200 a 300 clases sueltas, así que a partir de eso hicimos un programa, de tal forma que el cliente pueda inscribirse en un programa de 30 días, por ejemplo. Después empezamos a hacer retos y clases en vivo con influencers, ellos desde su casa y nosotros desde acá. Todo este año de pandemia hemos innovado constantemente.
¿Cómo manejas las redes sociales?
Nos apoyamos mucho en las redes sociales para difundir noticias nuevas, pero tenemos nuestro propio marketplace. Nos hemos asociado con otras marcas para que entren productos a consignación, por ejemplo, mascarillas deportivas para salir a correr a la calle. En las tres semanas que la gente vino a entrenar acá compraron muchas mascarillas deportivas.
¿Qué recuerdos guardas de la Universidad de Lima?
Yo recuerdo mucho unas clases muy creativas, diferentes, dinámicas en que nos daban 30 minutos para resolver un caso. Salía emocionado de esas clases, me sentía muy cercano a la realidad y podía generar ideas y trabajar en equipo. Me apasionaba eso porque me gusta trabajar bajo presión, en equipo y resolver cosas. No faltaba nunca a esas clases y, al llegar a mi casa, les contaba todo a mis papás, emocionado. Esos son los recuerdos más emocionantes que tengo de la Universidad.