El miércoles 15 de julio, la Escuela de Posgrado de la Universidad de Lima y el Instituto para la Economía y la Paz (IEP) organizaron la presentación internacional virtual “Índice de Paz Global 2020. Conclusiones para el Perú”, la decimocuarta edición de este evento que clasifica a 163 estados y territorios independientes según sus niveles de paz, en el que tres profesionales abordaron el tema a través de la plataforma BlackBoard Collaborate.
Jimena Ledgard, magíster en Teoría de la Comunicación por la London School of Economics del Reino Unido, e investigadora en temas urbanos, fue la moderadora que condujo el evento y presentó a los comentaristas.
Carlos Juárez, director en México del Instituto para la Economía y la Paz, fue el encargado de presentar al IEP y de dar los resultados de este reporte global que mide, mediante 23 indicadores (6 de ellos miden los conflictos internos y externos; 10, la seguridad y protección social; y 7, la militarización), el índice de paz de cada país, y cubre al 99,7 por ciento de la población mundial.
El ponente dijo que nuestro país ocupa el puesto 84 de 163 países evaluados, en un ranking que siguen liderando Islandia, Nueva Zelanda, Portugal, Austria, Dinamarca, Canadá y Singapur, y que cierran en los últimos puestos Siria y Afganistán. Si el hecho de que nuestro país se encuentre a mitad de tabla es preocupante, lo es más que la región sea la que más ha empeorado desde la última revisión.
Por su parte, Valentina Schmitt, docente en la Facultad de Administración de la Universidad de Lima y doctora en Administración por la Fundación Getulio Vargas de Brasil, señaló que la paz es un concepto directamente relacionado con la ausencia –o reducción– del conflicto y la sana convivencia social, lo que requiere que todos asuman una mentalidad y comportamientos sostenibles, considerando la importancia de aspectos sociales, ambientales y económicos, así como la de los regímenes democráticos en la reducción de los conflictos.
Schmitt lamentó que América del Sur sea la región en la que más se está debilitando el indicador de paz, debido a que, tanto para la región como para el mundo, un tema crucial en la búsqueda de soluciones es la realidad de los refugiados, que en nuestro caso se evidencia por la migración forzosa de los venezolanos. Agregó que las consecuencias de la pandemia incrementarán, muy probablemente, la cantidad de conflictos sociales, especialmente por el hecho de que las vulnerabilidades de nuestras sociedades están cada vez más expuestas.
Finalmente, Elohim Monard Rivas, docente de Comunicación Política en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, se refirió a nuestra realidad. Él señaló que si bien este año el Perú se encuentra en mejor posición en el Índice de Paz Global a comparación de la mayoría de años anteriores, esta mejora no obedece a que hayamos mejorado nuestros indicadores de paz, sino a que otros países han empeorado. Esto se concluye al observar que la evolución de los tres principales criterios del reporte (sociedad y seguridad, conflictos nacionales e internacionales, y militarización) se mantienen casi constantes. El comentarista añadió:
“Si observamos la información aún más detallada, vemos que los dos peores indicadores del Perú son ‘Criminalidad percibida en la sociedad’ y ‘Manifestaciones violentas’, lo que coincide con los datos nacionales de ‘Percepción de inseguridad’ y con la frecuencia de los conflictos sociales que hemos sufrido en los últimos años en regiones como Cajamarca, Arequipa o Abancay. Se observan con preocupación los indicadores relacionados con la seguridad ciudadana, como homicidios, población encarcelada y acceso a armas pequeñas y ligeras. En resumen, en nuestro país, los peores indicadores están vinculados a la delincuencia y al crimen violento”.
Por último, el docente resaltó que es fundamental relacionar los datos del Índice de Paz Global –especialmente los datos sobre inseguridad– con la precariedad de la urbanización en el Perú, recordando que, en el mismo reporte del año 2015, se menciona que la paz generalmente aumenta con mayores niveles de urbanización, pero, a su vez, en países con instituciones débiles, tensiones entre grupos sociales y desigualdades profundas, sucede lo contrario. Monard dijo:
“El crimen y la violencia aumentan si en las ciudades que se expanden de forma desordenada y desigual –como, por ejemplo, cuando no todos tienen igual acceso a servicios públicos–, hay discriminación entre grupos sociales y las municipalidades son corruptas. A esto Robert Muggah lo llama el ‘dilema urbano’, ya que el crecimiento económico y la urbanización vinieron acompañados de crimen y violencia. Imaginemos, además de Lima, ciudades como Piura, Trujillo y Chimbote en el norte del país, que pueden ser ejemplos del dilema urbano”.