Durante el aislamiento social por COVID-19, muchas personas han presentado signos como temor, ansiedad o estrés. El confinamiento, los proyectos truncados y la posibilidad del contagio son las principales causas. Graciela Noriega, jefa del Departamento de Psicología de la Dirección de Bienestar de la Universidad de Lima, nos ofrece consejos prácticos para superar esta etapa que nos toca vivir. También nos indica cuándo es necesario buscar ayuda especializada.
¿Qué problemas de salud mental se podrían presentar a causa de un tiempo prolongado en confinamiento social en nuestras casas?
La situación que nos ha tocado vivir, por ser inesperada, lo primero que ha generado es incertidumbre y este estado siempre produce temor. No saber qué terreno pisamos despierta dudas sobre qué pasará, ansiedad, una sensación de que algo nos amenaza y de que no tenemos recursos para afrontarlo. Este conjunto de sentimientos y sensaciones afecta a las personas en mayor o menor medida. Algunos han desarrollado mayor capacidad de resiliencia o tienen una estructura de personalidad más fuerte para afrontar el aislamiento. Otros pueden tener algún antecedente de salud mental afectada y en estos casos la situación resulta más complicada.
¿Qué recomendaciones podría brindar para sobrellevar esta etapa de la mejor manera?
Hay que tratar de adaptarse de la mejor manera. Incluso, cuando termine la cuarentena, hay que seguir trabajando en la redefinición de roles. Muchos padres de familia han pasado de estar ausentes la mayor parte del día, a causa de su trabajo, a convivir con la familia las veinticuatro horas del día, a cocinar, limpiar y trabajar. Es importante compartir las tareas, encargar a los chicos lo que ellos puedan hacer, para no generar un desgaste excesivo en los padres. La actitud que demostramos es clave en este proceso. Los hijos se alientan del entorno y, si son parte de una familia luchadora, que siempre trata de salir adelante ante un problema, ese será el mejor ejemplo.
¿Cómo manejar las emociones negativas?
Cada miembro de la familia necesita ser escuchado, hablar de lo que siente sobre esta coyuntura. Hay que buscar espacios para compartir dentro de la dinámica familiar. Es momento de escuchar lo que les preocupa y de que cada miembro de la familia exprese lo que siente. Tal vez encuentren coincidencias y puedan ayudarse mutuamente. Desarrollar empatía ayuda a ver que las cosas no solo me afectan a mí, no todo se limita a nuestra perspectiva, hay una que es más amplia y hay problemas mayores.
¿Hasta qué punto los padres deben compartir sus problemas y preocupaciones con los hijos?
Definitivamente, no le puedo decir a los chicos: “Mañana me despiden, me quedo sin trabajo y no sé qué va a ser de nosotros”. Eso genera mayor daño y pensamientos anticipatorios negativos. Esa preocupación de los padres se debe expresar de otra manera. Por ejemplo: “Estamos atravesando una situación difícil que afecta nuestra economía y vamos a ajustar nuestro presupuesto. A partir de ahora ya no vamos a gastar en cosas superfluas, sino solamente en lo que es indispensable. Ya vendrán tiempos mejores”. De esta manera ofrecemos un mensaje realista sin generar pánico.
Podríamos ver esta época como una etapa de aprendizaje y de valoración de todo aquello que es más importante.
Exactamente, los chicos piden muchas cosas, no siempre son conscientes de que hay necesidades mayores, de que hay personas que viven realidades muy crudas. Esta es una oportunidad para que se pongan en el lugar de otros y para que desarrollen empatía. Hay que aprovechar la coyuntura para reestructurarse a todo nivel, desde cómo se organiza la familia, no solo en cuestión de roles en el hogar, sino también en el tema del presupuesto y distribución. Hay que dar a los que más necesitan. La gratitud es otro valor que debe cultivarse. Cada día que pasa tenemos que agradecer por estar juntos, por lo que tenemos, por lo que somos. Se trata de valorar este tiempo en casa, con nuestra familia. Esta será una lección de la que vamos a aprender mucho.
¿Cómo combatir los temores en estos días?
Las noticias en estos días pueden generarnos más o menos ansiedad. Pero, definitivamente, los temores propios de cada persona se ven acrecentados cuando se buscan las noticias de manera insistente. Podemos dosificar nuestro consumo de información para no darles vueltas a los mismos temas innecesariamente, ya que eso puede afectar nuestro rendimiento académico y laboral, así como la salud, porque el sistema inmunológico se debilita. Muchos sentimientos pueden ser negativos, es importante reconocerlos y ver de qué forma podemos salir de este estado. Los adolescentes, por su parte, pueden mostrar cambios en su conducta, ponerse rebeldes, negativos, oposicionistas. Es posible que estén cansados del aislamiento, pero también cabe la posibilidad de que tengan una depresión. En los adolescentes, muchas veces este estado no se manifiesta en forma de tristeza, sino con los signos antes descritos.
¿De qué manera apoyar a los chicos que han visto truncadas algunas expectativas, como su posibilidad de hacer prácticas, de participar en un intercambio estudiantil o de competir en deportes?
Hay que animarlos a sacar la mejor versión de sí mismos, a todo nivel. Hay que aconsejarles que se enfoquen en lo que están haciendo, en cumplir sus obligaciones lo mejor que puedan. Las cosas no suceden siempre como las deseamos. Esta es una etapa para fortalecernos y conocernos más. Incluso para aprender algo nuevo, a partir de tutoriales, por ejemplo. Podemos aprender a pintar, a hacer yoga, practicar ejercicios, baile, meditación, etcétera. Es cuestión de programar un tiempo para premiarnos y hacer cosas que nos gustan. No todo es estudio, este es un buen momento para valorar el equilibrio que debe haber en la vida.
¿Qué señales nos indicarían la necesidad de buscar ayuda de un profesional en salud mental?
Si en mi casa hay alguien con ideas catastrofistas y le da vueltas al tema del virus en forma insistente, estamos frente a un problema y se requiere asesoría. Esta se puede efectuar de manera remota. También es necesario buscar asesoría profesional si vemos que un miembro de la familia sufre un cambio total de conducta, tiene dificultades para conciliar el sueño, se le disminuye el apetito, está decaído o irritable, o si a veces se aísla, no disfruta de las actividades que antes valoraba, tiene insomnio o temor. Si estos signos se presentan aisladamente, se puede tratar de ayudar a la persona en familia, pero si los signos se vuelven repetitivos y afectan a la persona, entonces se requiere ayuda profesional.
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