Presentación del libro de Isaac León en Festival de Buenos Aires

El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta (Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2013), la más reciente obra del investigador Isaac León Frías, fue presentada el 16 de abril en la 15.ª edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), uno de los acontecimientos culturales más prestigiosos de América Latina.

Presentación a cargo de David Oubiña (*)

Conocía a Chacho León Frías, desde antes de encontrarlo personalmente, a través de la célebre revista Hablemos de Cine. No sé cuándo fuimos presentados. Fue hace muchos años, seguramente en el BAFICI; pero no podría recordar la escena. Como si, en realidad, siempre hubiera estado ahí.

Dentro de un tiempo, eso mismo sucederá con El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta. Entre el mito político y la modernidad fílmica: todos tendremos la sensación de que existe desde siempre. Porque lo que León Frías dice aquí —como una revelación— pasará a formar parte de ese grupo de verdades evidentes de las cuales todos nos apropiamos como si no tuvieran dueño.

Pero había que decirlas por primera vez. Y si este libro siempre estuvo ahí, en estado de flotación, de todos modos hacía falta alguien que pudiera escribirlo. Y no cualquiera podía escribirlo.

Se podría decir que León Frías pudo escribir este libro porque fue testigo de ese momento en que surgieron los nuevos cines y se entusiasmó con la novedad que traían. (Sí, pero hay otros que están en esa misma situación y, sin embargo, no podrían escribir este libro).

Se podría decir, también, que León Frías pudo escribir este libro porque es capaz de asumir una perspectiva desprejuiciada, nunca conservadora y siempre dinámica. (Sí, pero hay otros que pueden tomar distancia para revisar la historia y, sin embargo, no podrían escribir este libro).

Creo que si León Frías era quien podía escribir este libro, eso se debe —sobre todo— a su impresionante conocimiento del cine latinoamericano. Hacía falta su erudición para llevar a cabo el esfuerzo abarcador que ha implicado la composición de este libro.

Lo primero que llama la atención (en relación con la bibliografía sobre cine latinoamericano) es la perspectiva comparatista e integradora. Esto es uno de los principios rectores del proyecto y resulta evidente a lo largo del libro. Permanentemente, León Frías pone en relación, salta de un país a otro, confronta, establece continuidades y simultaneidades, señala diferencias. Esto es notable y muy impresionante.

Pero quizás sea menos evidente que se trata de un libro anacrónico. Por un lado, no hace más que hablar del cine del pasado, aunque su perspectiva nunca es nostálgica; por otro lado, lo que dice sobre esos films de los años sesenta solo importa en función del futuro del cine en Latinoamérica. Es, en este sentido, un libro utópico (para usar una palabra tan frecuente en los discursos del Nuevo Cine Latinoamericano), un libro que formula hipótesis e interrogantes que deberán ser explorados en las películas por venir.

Es claro que la noción de utopía carece aquí del carácter heroico con que se la invistió en los turbulentos años sesenta. El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta es un libro apasionado aunque también desencantado. Un libro, ante todo, decidido a someter toda certeza mítica a un interrogatorio despiadado.

El Nuevo Cine Latinoamericano se desarrolló aproximadamente entre 1965 y 1975 (entre el Festival de Cine de Viña del Mar 1967 y La batalla de Chile, de Patricio Guzmán, 1975). León Frías señala cómo el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, cuya primera edición es en 1979, estabiliza esa noción del nuevo cine como una categoría permanente, en presente continuo, cuando lo cierto es que el “nuevo cine” ya se había desarticulado.

Se puede advertir ahí el momento en que ciertas nociones prácticas, ciertos términos combativos, ciertos discursos estratégicos, ciertos proyectos incumplidos son canonizados y transformados en supuestas categorías teóricas y en realidades históricas. El libro de León Frías posee esa capacidad para identificar cómo una expresión de deseos que, en el pasado, tuvo algún valor operativo (en términos de ruptura, de renovación, de independencia), se convierte —a fuerza de ser repetida de manera acrítica— en un argumento vetusto y conservador.

León Frías constata y celebra el surgimiento de un nuevo cine (o más bien: nuevos cines) en Latinoamérica durante los sesenta. Pero, al mismo tiempo, niega que pueda hablarse de un movimiento continental, tal como se ha venido repitiendo desde entonces. En su momento, esa idea de un proyecto compartido tuvo su eficacia: fue una estrategia política (o político-estética) frente a la dispersión o, incluso, una voluntad de unión para promover un cine que contribuyera a un cambio social radical. Sin embargo, luego, los estudios sobre ese período han insistido en confundir el proyecto con la realidad. La operación de León Frías es, en cierto sentido, muy simple: va hacia los films concretos, los revisa y saca de allí una serie de evidencias reveladoras.
Evidencias reveladoras que deberían haber sido obviedades (que comenzarán a serlo, sin duda, a partir de este libro), si en lugar de repetir generalizaciones y lugares comunes los críticos se hubieran ocupado de ver los films, confrontarlos con las declaraciones de los cineastas y pensar todo esto dentro del contexto socio político de los sesenta y setenta.

¿Cuáles son las generalizaciones y los lugares comunes que el libro viene a interrogar de manera despiadada?
Que todos los nuevos cines se edifican sobre el vacío (el mito de un origen absoluto).
Que todos los nuevos cines unen vanguardia estética y radicalización política (el mito de la modernidad).
Que todos los nuevos films son films militantes (el mito del compromiso).
Que todos los nuevos films se realizan en abierta oposición a la industria y los sistemas de producción convencionales (el mito de la independencia).
Que el nuevo cine fue un proyecto continental homogéneo y consensuado (el mito de la gran nación latinoamericana).

De esa manera, la historia parece más heroica, más prolija, más pura. Pero la historia es como fue y no como podría haber sido o como nos gustaría que hubiera sido. El nuevo cine latinoamericano de los años sesenta es un libro honesto. Honesto, polémico y valiente. Aunque nunca pierde la elegancia y el respeto hacia aquellos con quienes polemiza. Por una vez, el debate no se organiza alrededor de argumentos ad hominem (para descalificar a los eventuales contendientes), sino que intenta discutir conceptos. Y en este punto es un aporte invalorable para la crítica y la historiografía, y la crítica de cine en Latinoamérica.

Se podría preguntar, entonces: ¿queda algo en pie?, ¿existió realmente un nuevo cine latinoamericano? Y, en ese caso, ¿cuál es su valor?, ¿qué es posible aprender de todo eso?

El libro de Chacho León Frías no es una operación de demolición. Al contrario. Como ya dije: es un libro utópico, constantemente pensando en el futuro del cine latinoamericano. Y, sobre todo, es un intento por volver a pensar esa relación tan tensa como fundamental entre estética y política.

Entre todos los films y cineastas que León Frías menciona con admiración quizás hay uno que parecería condensar todos los conflictos y tensiones, todas las contradicciones y potencialidades, todo lo que el cine latinoamericano puede (podría) ser. Ese cineasta, excepcional y ejemplar a la vez, es Glauber Rocha. En su obra se cifra, quizás, la utopía de un cine latinoamericano profundamente político y radicalmente vanguardista.

(*) (Buenos Aires, 1964). Doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Ha sido profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de esa universidad y profesor visitante en la University of London, en la University of Bergen, en la New York University y en la University of Berkeley. En la actualidad dicta clases en la Universidad del Cine y en la New York University en Buenos Aires. Es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires.