Poeta, ensayista, crítico literario y traductor peruano, Camilo Fernández Cozman habla de su nueva publicación: Interculturalidad y sujeto migrante en la poesía de Vallejo, Cisneros y Watanabe. En este libro, el investigador y también profesor de la Universidad de Lima plantea y demuestra que la poesía se puede analizar desde un enfoque sociológico y cultural, sin perder de vista que la literatura es, sobre todo, un arte que ilumina el recorrido del hombre en el mundo.
¿Qué lo impulsó al análisis de la interculturalidad y del sujeto migrante en poetas peruanos tan innovadores como Vallejo, Cisneros y Watanabe?
En realidad, este tema lo vengo desarrollando desde el 2004, cuando hice una investigación sobre el poeta mexicano Octavio Paz. Analicé el fenómeno de la poesía intercultural en América Latina sobre la base del abordaje del poema “Piedra de sol”, de Paz, que trata sobre el calendario azteca. Posteriormente, amplié esta perspectiva hasta examinar Canto general, de Pablo Neruda, cuya segunda parte evoca la figura de Machu Picchu. Finalmente, me centré en la obra de Vallejo, sobre todo en Poemas humanos, que elogia el mundo andino y lo sitúa en un contexto internacional. Vallejo cree en la internacionalización de la cultura andina sin que esta pierda, en ningún caso, sus rasgos distintivos. Dicho tema me apasiona mucho y me llevó a distinguir cuatro niveles en la poesía intercultural: la lengua, la estructuración literaria, las estructuras figurativo-simbólicas y la cosmovisión, donde se sitúa el pensar mítico andino. Tiempo después, afiné mi estudio sobre Vallejo y decidí abarcar también la obra de Cisneros y Watanabe. Es decir, a partir de la noción de transculturación que Ángel Rama aplica a la narrativa, llegué a la idea de la poesía intercultural en América Latina que permite el diálogo entre las culturas occidentales y las amerindias. Después elegí los autores. Este libro sobre la interculturalidad y el sujeto migrante es producto de una investigación que realicé en el Instituto de Investigación Científica (IDIC) de la Universidad de Lima, en el 2014, y que tiene el mismo título.
Entonces ya había analizado la poesía de Vallejo. ¿Cómo se decide a examinar, además, la obra de Cisneros y Watanabe?
En realidad, he comenzado con estudios monográficos dedicados a poetas específicos, sean peruanos o latinoamericanos. Después traté de ampliar mi enfoque y ver períodos en el ámbito de la poesía latinoamericana. Incluso me interesa analizar la obra de otros poetas, como Marco Martos y Ernesto Cardenal, que también hacen una sugestiva lírica intercultural.
En relación con el tópico de la interculturalidad y del sujeto migrante, ¿cuáles son las coincidencias que se encuentran en estos tres poetas, y cuáles las diferencias?
Vallejo, en su poesía, se centra fundamentalmente en el mundo andino de Santiago de Chuco, ubicado en la sierra norte del departamento de La Libertad. Watanabe comparte con Vallejo el hecho de haber nacido en ese mismo departamento, pero más cerca de la costa de Trujillo. Y Cisneros es un poeta limeño, pero interesado en realizar una lectura desmitificadora de la conquista del Perú y de la emancipación. Vallejo elogia al hombre andino. Cisneros, en cambio, tiene una visión más totalizante del mundo prehispánico, pues habla de la cultura Paracas. Y Watanabe no solo se nutre de la cosmovisión mítica de Laredo (donde nació), sino también de la cultura japonesa, pues él fue hijo de un migrante japonés y de una mujer andina. Hay un cruce fecundo de culturas. Watanabe usa una forma estrófica japonesa, que es el haiku, pero también manifiesta el funcionamiento de la cosmovisión mítica de Laredo. Cisneros usa el romance; y Vallejo, una forma prehispánica que es el haylli, el canto de origen quechua que tenía, en el mundo prehispánico, fines bélicos o agrarios.
¿Y cómo aparece el sujeto migrante en cada uno de estos autores?
En “Idilio muerto”, Vallejo afirma: “Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita / de junco y capulí; / ahora que me asfixia Bizancio y que dormita / la sangre, como flojo cognac, dentro de mí”. La figura del sujeto migrante va desde el mundo andino y llega a Bizancio; es decir, se desplaza de una cultura a la otra. Allí Bizancio representa la urbe moderna. En el caso de Cisneros, ello se observa en dos planos. En primer lugar, cuando el sujeto migra desde el Perú y, luego, cuando desmitifica y cuestiona la figura de Colón en uno sus poemas. Al navegante genovés, según Cisneros, solamente le interesaba el oro. En lo que concierne a Watanabe, la migración toma como punto de partida un asunto que se representa ficcionalmente. El padre de Watanabe era un japonés que migró al Perú durante la Segunda Guerra Mundial. La presencia de la cultura japonesa impulsa a José Watanabe a utilizar las formas estróficas japonesas, como el haiku, para representar la posibilidad de diálogo entre las culturas occidentales y la japonesa.
Usted realiza el análisis a partir de ciertos niveles de la poesía intercultural. ¿En qué consiste este procedimiento?
Yo distingo cuatro niveles y estos se basan en el planteamiento del crítico uruguayo Ángel Rama, quien abordó la narrativa transcultural de José María Arguedas. Parto de sus modelos, pero después los adapto al análisis de la poesía. Distingo cuatro niveles. Primero el de la lengua, donde básicamente lo que se hace —en particular, Vallejo— es optar por un castellano andino. Luego tenemos el nivel de la estructuración literaria; aquí Vallejo asimila el haylli de origen quechua; Cisneros, el romance, que tiene una honda tradición popular en España; y Watanabe, el haiku de procedencia japonesa.
El tercer nivel es el de estructuras figurativas simbólicas, donde aparecen ciertas figuras literarias. Cisneros utiliza la ironía, es decir, se burla de la cultura occidental y, a la vez, revalora el mundo prehispánico. Vallejo emplea la metáfora para resaltar la índole agraria de la cultura andina. Watanabe usa la antítesis para oponer la cultura occidental a la de Laredo, su pueblo natal. Por último, el nivel de la cosmovisión, donde se sitúa el sujeto migrante. El migrante es quien trae su cultura y tiene una memoria fragmentada, según Antonio Cornejo Polar. El sujeto está entre el mundo japonés y el andino, en el caso de Watanabe; y entre la cultura andina y la occidental, en la poesía de Vallejo y Cisneros. Y aunque Cisneros fue limeño, en Crónica del Niño Jesús de Chilca evoca el mundo prehispánico y de qué manera la comunidad campesina de Chilca es desterrada debido a una urbanización modernizadora que la expulsa de su terruño en un proceso modernizador que propugna el individualismo conculcando los derechos humanos más elementales.
En lo que concierne a los aportes de su libro, ¿destacaría algún descubrimiento en particular?
Sí: en el caso del sujeto migrante, este es, prácticamente, el primer trabajo que aborda este tema en Cisneros y Watanabe. Sobre Vallejo hay trabajos muy parciales, pero este sería el primer ensayo que, de manera minuciosa, aborda el sujeto migrante en estos tres poetas.
¿A qué público está dirigido este trabajo?
A un público heterogéneo, tanto a estudiantes como a profesores de literatura; pero también, a lingüistas, científicos sociales, entre otros. Es un libro con un enfoque interdisciplinario, pues trata de ampliar los márgenes de la literatura y llegar a otro público. Quisiera dirigirme a los antropólogos, sociólogos, historiadores y personas interesadas en fenómenos como el de las culturas híbridas, las migraciones y el tema tan apasionante de la interculturalidad. No quisiera dejar de resaltar el enorme apoyo que tuve del IDIC para esta investigación humanística. Creo que, cada vez más, hay un gran impulso a la investigación en la Universidad de Lima.
¿Y cómo otras disciplinas humanísticas enriquecen el estudio de la poesía?
Pienso que lo interesante es cuestionar el hecho de que algunos sociólogos o historiadores hagan una lectura exclusivamente del contenido del poema, porque la poesía es una ficción. Hay que analizar el sujeto migrante y la interculturalidad a través de las figuras literarias o de otros recursos de estilo. La literatura es un arte, no refleja fielmente la realidad, es una representación imaginaria de esa realidad a partir de determinados recursos figurativos o de índole estilística. Yo invito a que, a partir de este libro, se lea la poesía como ficción y no como un simple documento social. Una ficción que, con su propia lógica, nos permite conocer, de manera simbólica, el contexto sociocultural de ese enorme país que es el Perú.