Docentes Güich, Susti y López Degregori presentan antología del microrrelato peruano

No es la primera vez que los profesores José Güich, Alejandro Susti y Carlos López Degregori se reúnen a planear un proyecto literario. Ya habían realizado, en el 2016, una selección de ensayos en torno a la narrativa fantástica de nuestro país, y en el 2010, una publicación sobre el poema en prosa en la vanguardia peruana.

Extrañas criaturas. Antología del microrrelato peruano moderno es el nuevo libro que convoca a estos tres docentes en una investigación sobre los relatos breves escritos en el Perú desde la Generación del 50 hasta la actualidad. Su presentación en la Feria del Libro Ricardo Palma es este 10 de noviembre.

Hoy el microrrelato goza de una enorme popularidad. ¿A qué se debe?

José Güich: Efectivamente, ha tenido un crecimiento muy pronunciado en los últimos años. En nuestra tradición, quizá tardíamente, aunque en varios momentos de nuestra historia literaria aparecen autores con un interés por estas historias breves. La explicación es múltiple: se amolda muy bien a lo fantástico, a la ciencia ficción… Esto lo saben autores como Alberto Benza, Daniel Salvo o Carlos Saldívar, muy vinculados al género, que han proyectado sus inquietudes en el formato breve.

En la introducción señalan que su apogeo también obedece a una eclosión de la posmodernidad.

José Güich: Sí, estos géneros que tienden a la hibridación son muy propios de una época que ha superado los paradigmas de la modernidad. Estamos en un campo donde se tiende a mezclar lo culto con lo popular, aprovechar lo que los medios masivos proporcionan. La antigua jerarquización de géneros y estilos se ha difuminado.

Alejandro Susti: Se ha desacralizado el concepto de literatura. Así, otros medios que no eran considerados parte de la literatura han ingresado al campo literario. Lo que ha obligado a redefinir el término y el microrrelato es una expresión de esta necesidad. Los microrrelatos utilizan todo tipo de materiales: dialogan con obras canónicas, las ironizan, las recontextualizan. Muchos de ellos están marcados por la intertextualidad. Tienen la necesidad de contar con el menor número de palabras una historia que sugiera múltiples significados.

¿Qué aspectos básicos definen a un microrrelato?

Alejandro Susti: La brevedad es una condición básica, aunque existan varios tipos de microrrelatos. Desde relatos hiperbreves, con 7 o 9 palabras como “El dinosaurio”, de Augusto Monterroso, hasta otros cuyos límites son las 100 palabras. En mi caso, no me he preocupado por la cantidad, porque he asumido este formato como un experimento. Gracias a que es un terreno indefinido, puede parecerse al poema en prosa. La diferencia radica en la intención narrativa del microrrelato. El crítico español David Roas sostiene que es una expresión del cuento. Otro aspecto es que el texto se concibe como una unidad autónoma, no como fragmento de un escrito mayor. No puede decirse, por ejemplo, que un párrafo de una novela de Arguedas sea un microrrelato. De allí que, en la literatura peruana, sea un género novísimo. Y también que sus fundadores, Luis Loayza y Antonio Gálvez Ronceros, no hayan sido muy conscientes de su fundación. Cuando intentamos entrevistar a Loayza, nos respondió que no tenía nada que decir, pues en su época ni existía la palabra microrrelato.

Pero ya existía en otros países de Latinoamérica…

Alejandro Susti: Por supuesto. Pero Loayza no era muy consciente del género, fuera de que quizá nos haya dicho eso para no dar entrevista. Se sabe que no le gustaba darlas. Lo importante, sin embargo, es que sus relatos de El avaro son textos autónomos, universos breves que formulan una historia concreta, con un número limitado de personajes y un manejo del tiempo que encierran todas las condiciones para decir que se trata de un microrrelato.

Carlos López Degregori: Para que surja como género, es clave que el creador del texto tenga una conciencia de lo que hace. Hay algunos textos que son poemas en prosa; otros, experimentaciones con el lenguaje. Por eso, al armar la antología consideramos, en un principio, autores antecedentes, como César Vallejo, que tiene poemas en prosa con ciertos componentes narrativos, o Xavier Abril. Pero no los incluimos en esta muestra, porque ellos se habían propuesto componer un poema, no un microrrelato, que como género aparece recién en los años 50.

¿Por qué etiquetarlo como “moderno”?

Carlos López Degregori: Para separarlo de sus antecedentes, precisamente.

Alejandro Susti: Que no tenían ninguna conciencia de que incursionaban en algo nuevo.

José Güich: Y es interesante que, luego de examinar la lista de autores, encontremos a algunos canónicos, como Gálvez Ronceros, a quien difícilmente podemos encasillar fuera del microrrelato. José Adolph también cultivó el género y así una serie de escritores, que pese a no tener una conciencia muy definida de lo que perpetraban, tuvieron una intención expresiva por utilizar el formato. La conciencia, de este modo, se construye. Quizá al inicio no esté muy perfilada, pero abrió paso a que la generación de autores de los años 80, entre ellos Carlos Herrera o Enrique Prochazka, pudieran desarrollar textos en esos terrenos. Es un grupo que, por primera vez, escribe microrrelatos como resultado de un proceso consciente y crítico del material y las estructuras.

Alejandro Susti: La literatura peruana llega un poco tarde al género, porque en Centroamérica ya había autores como Juan José Arreola y Augusto Monterroso que lo practicaban. Lo mismo en la zona rioplatense, con Borges, o en el Caribe, con el cubano Virgilio Piñera… Ahora la situación ha cambiado, pues hasta se realizan encuentros de “minificción”. Lo más interesante, sin duda, es la libertad que ofrece al creador para utilizar cualquier material. Puede ser una noticia, una receta médica, instrucciones para hacer algo, como lo hizo Cortázar en Historias de cronopios y de famas. Esa experimentación ha aportado mucho al género y ha expandido su capacidad expresiva.

¿Cuán cerca está el microrrelato de la tradición realista peruana?

Alejandro Susti: Yo diría que bastante lejos.

José Güich: Salvo algunos autores que lo usan como mecanismo de denuncia, como ocurre con Jorge Díaz Herrera o Gálvez Ronceros, donde predomina un uso particular del lenguaje. Después, en general, se distancia del realismo.

Alejandro Susti: Y es que el escritor realista necesita establecer un escenario, una descripción pormenorizada de los espacios, los personajes… algo que el microrrelato elude, pues se centra en el meollo del asunto.

Carlos López Degregori: Yo añadiría que el microrrelato es fundamentalmente un artefacto lingüístico. Trabaja con el lenguaje, los géneros, la metaliteratura, la intertextualidad. Es artificioso por esencia y naturaleza.

José Güich: Hay una especie de manierismo en el buen sentido. El autor del microrrelato necesita de un uso ajustado del lenguaje y, para ser contundente, no debe notarse la búsqueda de una solución ingeniosa. Todo debe fluir con naturalidad y cierta ironía. Y, con esta antología, hemos agrupado autores jóvenes que tienen esta contundencia artística.

Carlos López Degregori: También hay una falsa idea alrededor del microrrelato: se piensa que es más fácil y sencillo que escribir un cuento, una novela corta o una novela. Mucho se confunde esa brevedad y síntesis con la facilidad, cuando, al contrario, la economía, la concisión y la poca posibilidad de expandir las cosas exigen más de un autor, pues debe dar algo significativo con valor estético en un terreno limitado.

José Güich: El microrrelato debe tener una trama oculta…

La elipsis como mejor recurso…

Alejandro Susti: Exacto. Si el cuento es un género elíptico, el microrrelato es hiperelíptico. Los silencios son muy importantes, al igual que los finales abiertos, sorpresivos…

José Güich: Una sorpresa derivada del extrañamiento. Aquello que se explica solo puede suceder una vez, dejando un destello que ilumina al lector.

Un efectismo que no podría ser similar al de un chiste…

José Güich: Este efectismo es más estético, metafísico quizá. Como dijo una vez José Donayre Hoefken: debe haber una vuelta de tuerca que lleve al máximo la capacidad de deslumbramiento.

Alejandro Susti: El chiste, además, recurre al juego lingüístico, al doble sentido…

José Güich: Cuestiones que también están presentes en el microrrelato, pero de otra manera. Por ejemplo, el famoso microrrelato atribuido a Hemingway: “Se venden zapatos de bebé, sin usar”. Podría tener una dosis de sarcasmo popular, pero es auténtico.

Carlos López Degregori: Yo diría que el microrrelato está más cerca del haiku, pues nos brinda una revelación de la realidad. Ambas expresiones descolocan al lector e invitan a ver de una manera distinta las cosas.

¿Cuánto beben los autores peruanos de otras tradiciones, en vista de que el microrrelato es un género marginal en el Perú?

Alejandro Susti: Los dos núcleos son la zona del Caribe (Cuba, México y Guatemala) y el Río de la Plata, en el sur. Hoy, Borges es una influencia universal y se le identifica incluso en la crítica literaria. A Loayza se le suele asociar con Arreola y Borges, pero su vínculo con el microrrelato probablemente provenga de sus traducciones. Es difícil rastrear el origen cuando no hay un reconocimiento de fuentes de parte del escritor.

Carlos López Degregori: Kafka es un punto de partida, pues tiene cuentos brevísimos y muchos apuntes que se insertan en el género.

José Güich: Es muy probable que los autores de la Generación del 50 hayan bebido de Kafka. El tono de Loayza es muy kafkiano, con esa ironía triste. Sería interesante construir una genealogía.

Existen otras antologías sobre el microrrelato peruano, ¿qué diferencia a Extrañas criaturas del resto?

Alejandro Susti: La nuestra abarca un período más extenso, a diferencia de la antología de Óscar Gallegos. Pero volviendo a la genealogía, sería interesante tener acceso a la biblioteca de los autores.

José Güich: Yo tuve la oportunidad de conocer la biblioteca de José Adolph, a quien le interesaban varios temas. Leía muchas novelas históricas, como las de Gore Vidal. Quizá lo que caracteriza a los autores de microrrelatos es su margen cultural tan amplio y ecléctico. No están tan encasillados. El más joven de la antología es Carlos Saldívar, quien practica la ciencia ficción y el horror fantástico. Y esa última generación es la que mejor representa el espíritu híbrido, que toma varias formas como un camaleón.

Carlos López Degregori: Hemos tratado de abrir la puerta al género. En ese sentido, hemos explorado las generaciones de los años 50, 60 y 70, donde hallamos escritores que no se han volcado exclusivamente al microrrelato, sino que optan por el género en un momento de su proceso creativo.

¿Cuáles han sido sus criterios de selección?

Carlos López Degregori: En el caso de los autores más jóvenes, tomamos como premisa que tengan un libro publicado, además de una consistencia en la propuesta narrativa. Eso supone una mirada valorativa que nosotros, como lectores, ponemos en práctica.

Alejandro Susti: Es una antología abierta a nuevas inclusiones que esperamos vayan sumándose con el tiempo. No hemos encontrado escritoras peruanas que practiquen el género, lo que resulta sorprendente.

José Güich: No es un género que las escritoras hayan visitado. Sí existen grandes autoras fuera del Perú, con un gran peso y gran nivel. Pero no en nuestro país y desconocemos el porqué.

Por último, ¿por qué el interés en el microrrelato?

Alejandro Susti: Hace varios años, trabajamos un volumen dedicado al poema en prosa. Desde entonces nos quedó el interés por la forma breve, además de que ese estudio nos permitió conocer herramientas teóricas afines a este formato. Quizá ahí nació la inquietud.

José Güich: Además, nos interesa sondear aspectos laterales, periféricos, que no han sido explorados por la crítica peruana.

Carlos López Degregori: Entre ellos, la narrativa fantástica, el poema en prosa. Fueron los primeros pasos para preparar este trabajo.