El diálogo en Gadamer
“[…] oye mal, aquel que permanentemente
se escucha a sí mismo.”
Gadamer (1998, p. 209)
En pleno proceso de segunda vuelta electoral, luego de sucesivas crisis políticas e institucionales y en medio de la primera pandemia global, esta doctoranda ha pretendido hacer una tesis en ciudad y ciudadanía. No sé si fue el programa doctoral o la vida misma lo que me ha llevado hoy a tener la visión del mundo que tengo, y en gran parte, más que construirse, esta se ha deconstruido y —enfrentémoslo— se intenta reconstruir todos los días considerando la crisis que vivimos.
Mi formación de pregrado es en Arquitectura y mi tesis de maestría me introdujo al mundo de las humanidades para entender, desde una perspectiva inmaterial, ese mundo material que había aprendido a manejar, controlar y transformar durante mis años de formación universitaria. Esta aproximación al fenómeno urbano me había permitido entender que “todo lo sólido se desvanece en el aire” (Berman, 2000) y que habitamos una suerte de “complejidad inabarcable” (Bauman, 2004); pero es recién ahora, cuando me enfrento a las nociones de ciudadanía, que se hace más urgente el problema de la enajenación y la soledad que menciona Gadamer (1998, p. 203).
Vivimos en una sociedad individualista, en un “falso consenso reinante en la vida pública” (Gadamer, 1998, p. 203), una suerte de aparente equilibrio que a la mínima fricción se destruye —como el crecimiento económico en un país que no ha crecido nada en institucionalidad— y cuando esto sucede debemos actuar individualmente para salvarnos. Así lo indicaron las autoridades el año pasado cuando las cuarentenas no funcionaron en una ciudad como Lima en la que el setenta por ciento de los hogares dependen de una economía informal, o como sucedió este 6 de junio cuando algunos peruanos votaron “por sus bolsillos” y algunos otros por el “si yo no tengo, tú tampoco” (no todos, ojo).
“La capacidad para el diálogo es un atributo natural del ser humano, un ser dotado de lenguaje”, dice Gadamer (1998, p. 203); pero, como toda capacidad humana, tiene que ser entrenada y desarrollada, y esta es una competencia que no nos hemos preocupado en desarrollar realmente en el mundo global contemporáneo. Este mundo de la posverdad lo distorsiona y lo tergiversa todo. Internet y las redes sociales han superado las expectativas de “empobrecimiento comunicativo” que Gadamer preveía en la comunicación telefónica (1998, p. 204). Los ciudadanos de la ciudad global contemporánea —también llamada ultramoderna (Esteban Penelas, 2007) o posmetrópolis (Soja, 2008)— viven frente a un espejo (sus perfiles en línea) y se informan y se comunican a través de esos múltiples espejos que solo nos llevan a una mayor tergiversación de la información.
Muy frecuentemente, la selectividad con la que escogemos a nuestros interlocutores entre aquellos que más reflejan nuestros modos de ver el mundo —otros tantos espejos— redunda en que vivimos sumergidos en cámaras de eco (Mutz, 2006), que distorsionan nuestra visión de la realidad. Un ejemplo de las consecuencias de este fenómeno es la sorpresa que el triunfo de Trump ocasionó en un grupo de la población de Estados Unidos, que simplemente no había tenido contacto con la gran población que votó por él ni con sus modos de pensar.
Hace unas semanas, para dar un ejemplo concreto, apareció en redes a manera de meme una imagen de una escultura en un paso a desnivel en la zona de La Marimba en Ciudad de Guatemala. Es la imagen de cabecera en este post.
Esta imagen, originalmente publicada en elPeriódico el 19 de abril del presente año, se trasladó automáticamente a las redes, y en (mis) redes aparecieron críticas sobre la inutilidad de la obra, pues evidentemente el mensaje no podría ser nunca “leído” por una persona con discapacidad visual, ya que ni puede manejar por esta vía ni puede caminar por ella a la velocidad necesaria para poder recoger el mensaje completo.
Junto con las críticas y reclamos, que son el primer instinto de los seres humanos que habitan las ágoras digitales hoy en día, se elaboraron especulaciones sobre corrupción y uso ilegítimo de los recursos del Estado. Claro, estamos habituados a que la respuesta sea esa, y se entiende. Pero resulta que esta obra es una escultura de la artista Mónica Torrebiarte, quien, utilizando las mismas boyas que se usan para reducir velocidades en las autopistas, pretendía “visibilizar a esta minoría” urbana: “Somos responsables de incluir a todos”, agregó (Vásquez, 2021).
Esto me llevó inmediatamente a la idea de Gadamer sobre cómo en toda conversación hay “dos mundos, dos visiones del mundo y dos forjadores de mundo que se confrontan” (Gadamer, 1998, p. 205) y cómo “nuestra percepción sensible del mundo es ineludiblemente privada, [y] también lo son nuestros impulsos e intereses, y la razón […] se muestra impotente ante las ofuscaciones que en nosotros alimenta nuestra individualidad” (Gadamer, 1998, p. 206). Y es que hoy, más que nunca, somos cada vez menos capaces de ponernos en disposición de escucha, de apertura.
El plexo tejido por las redes y las posverdades y las fake news hace que además nuestras herramientas de comunicación se conviertan en el arma de ataque y de confrontación. La inmediatez y la ubicuidad propias del mundo líquido de hoy tampoco ayudan. Vivimos inmersos en una vorágine de velocidad y falta de claridad tales que somos incapaces de detenernos a escuchar. Y sin capacidad de escucha no hay capacidad de empatía —ni siquiera de tolerancia—, no hay humanidad.
Vivimos como en Babel, sin un lenguaje común (Gadamer, 1998, p. 209). No podemos tener la certeza de que aquello que enunciamos está siendo recogido stricto sensu por quienes nos escuchan. Yo misma no puedo saber exactamente qué leerán en estas líneas aquellos que me van a evaluar. Y como en Babel, parece que hemos perdido control de aquello que ambicionábamos conseguir o conquistar.
Sin embargo, el ser humano sigue siendo convocado y conmovido por los mismos relatos, por las mismas ideas y paradigmas. Fue nuestra capacidad de colaborar (Harari, 2011) y cooperar (Sennett, 2019), es decir, nuestra habilidad social como Homo sapiens para formar parte, la que nos llevó a ser “la especie dominante” —aunque francamente detesto ese término—.
En este sentido, Gadamer plantea algunas luces al final del túnel, algunas pautas para el verdadero diálogo, que entiende como conversación íntima —“el diálogo no es posible con muchos a la vez, ni en presencia de muchos” (1998, p. 208)— y como fuerza transformadora.
Si uno no se ve transformado por la conversación, a lo mejor no ha entablado realmente un diálogo. De esa “fuerza transformadora” que es la conversación para Gadamer, nos debe quedar algo, debemos “encontrar algo en el otro, algo que no habíamos encontrado aún en nuestra experiencia del mundo” (Gadamer, 1998, p. 206), pasando de la actitud “meramente receptiva […] a la pregunta y la oposición” (pp. 207-208) para descubrir algo nuevo.
En términos de ciudad y ciudadanía, ese “algo” es la empatía y con ella no solo llega la tolerancia sino la “capacidad de autolimitarse” (Gadamer, 1998, p. 208) o de asumir que hay límites en nuestros derechos, pues el otro —aquel con quien entablo una verdadera conversación— también los tiene y en la misma medida. La verdad es dialógica y la tarea principal del ciudadano contemporáneo es la apertura; la habilidad que debemos entrenar es la escucha verdadera, aquella que incluye en sus conclusiones el pensamiento del otro (Gadamer, 1998, p. 205).
Citar esta entrada de blog (APA, 7.a edición): Maqueira Yamasaki, Á. (5 de julio de 2021). El diálogo en Gadamer. ARQUlima: Blog de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Lima. https://www.ulima.edu.pe/arquitectura/blog/el-dialogo-en-gadamer |
Nota
A pesar de estar escrito en primera persona, este texto ha sido dialogado con Cristina Dreifuss Serrano, quien realizó aportes significativos.
Referencias
Bauman, Z. (2004). Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina.
Berman, M. (2000). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.
Esteban Penelas, J. L. (2007). Superlugares. Los espacios inter-media. Madrid: Editorial Rueda.
Gadamer, H.-G. (1998). La incapacidad para el diálogo. En H.-G. Gadamer, Verdad y método II (pp. 203-210). Salamanca: Sígueme.
Harari, Y. N. (2011). Sapiens. De animales a dioses. Lima: Debate.
Mutz, D. C. (2006). Hearing the other side. Deliberative versus Participatory Democracy. Cambridge, MA: Cambridge University Press.
Sennett, R. (2019). Construir y habitar. Ética para la ciudad. Barcelona: Anagrama.
Soja, E. (2008). Postmetrópolis. Estudios críticos. Madrid: Traficantes de Sueños.
Vásquez, E. (19 de abril de 2021). ¿Qué dice el mensaje en braille del paso a desnivel La Marimba en zona 15? elPeriódico. Recuperado el 29 de mayo de 2021, de https://elperiodico.com.gt/nacionales/2021/04/19/que-dice-el-mensaje-en-...
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