Renzo Briceño, ingeniero industrial por la Universidad de Lima, se trazó el objetivo de conquistar las cumbres del nevado Alpamayo, a 5947 m s. n. m., ubicado en Huaraz. Renzo le atribuye este logro a la formación adquirida en nuestras aulas, pues considera que la Universidad le dio las herramientas para cumplir el reto, que también aplica en su labor como jefe de planificación operativa de Cementos Pacasmayo.
¿Qué te animó a incursionar en el montañismo?
Siempre me gustó la naturaleza y Huaraz, donde viví desde los seis hasta los doce años. Por eso, se volvió un lugar sumamente especial para mí. Veía nevados todos los días. El Alpamayo fue un sueño que se construyó de a pocos, que vi recién cara a cara el día que tenté esa altura. Durante mi infancia en Huaraz, veía turistas con mochilas de trekking, cascos y lentes polarizados de todos los colores. En los restaurantes de los extranjeros que se quedaban a vivir allí, podía apreciar fotos de sus ascensos en las cumbres nevadas. Ahí, comenzó a llamarme la atención. Ya en la Universidad, el Alpamayo comenzó a interesarme siempre que lo veía en fotos. No es el más alto ni el más difícil, pero esa pared piramidal me parece sumamente bonita. Siempre tuve el sueño de escalarlo.
¿Cuáles fueron las experiencias por las que pasaste antes de ir por tu sueño?
Todas fueron en Huaraz. En la pandemia, en 2021, tomé un tour para principiantes al nevado Mateo, a 5150 m s. n. m. Es una aventura de un solo día. Me di cuenta de que con una preparación previa podía lograrlo. Me fue muy bien y me encantó. Sin compararme con nadie, cuando llegué a la cumbre me sentí un campeón. Luego, en 2022, mi guía me propuso el nevado Tocllaraju, a 6034 m s. n. m., que demandaba cuatro días para subirlo. Me fue muy bien con la altura. Al año siguiente, me propuse escalar el Alpamayo, pero primero realicé una escalada en el Huarapasca, a 5420 m s. n. m., que tenía dos paredes ideales para practicar.
¿Cuál crees que fue tu fortaleza para escalar el Alpamayo el año pasado?
En la Universidad, aprendí que la parte mental es sumamente importante. Si me iba mal en un examen lo tomaba con calma, revisaba en qué había fallado. Si no entendía un tema, regresaba al libro o les preguntaba a los profesores. Buscaba alternativas. Así empecé a resolver los problemas en lugar de hacerme un mundo en la cabeza y quedarme sin tomar acciones. Con el Alpamayo fue similar. Sabía que nadie me iba a cargar hasta allá. Evalué qué me faltaba, pensé en un plan, me preparé y fui confiado a disfrutar el momento.
Entonces, ¿la formación que tuviste en la Universidad de Lima te ayudó a cumplir este reto?
Sí, principalmente por los docentes. He tenido muy buenos profesores. Recuerdo que había páginas de internet en las que se ponían comentarios sobre ellos, algunos decían: “Este profesor es muy bueno, pero es sumamente exigente”. Al momento de elegirlos, yo decidía por lo buenos que eran, sin importar su exigencia. Cuando llevaba sus clases, me volví amigo de muchos de ellos porque me enseñaron la disciplina, la responsabilidad, y que todo lo que se desea aprender requiere hacer un esfuerzo. La idea era estar rodeado de las personas indicadas, que sumaran en mis proyectos.
¿Qué otro factor crees que jugó a favor para cumplir esta meta?
He tenido que desarrollar este propósito y este sueño de una manera real. La disciplina me ayudó bastante porque no fue fácil. De hecho, fallé varias veces. La motivación fue un factor importante, pero creo que la disciplina lo fue más, porque no todos los días estás motivado a hacer algo. Cuando eres disciplinado y realmente crees en el objetivo, nada te limita y lo haces. Las excusas quedan atrás.
No es lo mismo estar interesado en un objetivo que ser determinado, y eso siempre lo repito. El que está interesado quiere hacer una u otra cosa, pero por ahí aparecen las excusas. Si eres una persona con determinación, pones la mano firme, vas y lo haces. Esa es la mentalidad que me dejó el Alpamayo y ahora la aplico en el trabajo y en los diferentes retos que me pone la vida.
Trabajé en Laboratorio Ravettino, una empresa que me llamó para liderar el proyecto de una planta nueva. Me quedé interesado porque nunca había tenido a cargo un proyecto tan grande. Fue un reto más y lo tomé con calma. Actualmente, me desempeño como jefe de planificación operativa de Cementos Pacasmayo. Tanto la Universidad como el Alpamayo me han enseñado mucho para afrontar cualquier desafío.
¿Hay más retos a futuro?
Apenas bajamos del nevado, después de un par de horas de haber llegado a la cumbre, ya estaba pensando en los retos para este 2024. No suelo contar mis proyectos. El reto de subir el Alpamayo no se lo conté a nadie hasta dos semanas antes de ir. No quisiera tener ruido de otras partes que quizás quieran influir en mi decisión. Por eso, no puedo contar cuál es mi otro objetivo, pero sí hay uno y es grande. Si las condiciones son seguras, porque no quisiera hacer algo imprudente, este año iría por ese nevado, pero si no se puede, ya tengo un plan B.
¿Qué te dejó esta experiencia?
Me ha dado la posibilidad de encontrar mi verdadero potencial y darme cuenta de todo lo que puedo dar y qué tanto puedo soportar. Sin ánimo de que suene presumido, y como ya lo he vivenciado con los cursos de la carrera y con el Alpamayo, a veces pienso: ¿Hay algún reto que realmente no pueda superar?