Marino Morikawa: “Todos los peruanos del Bicentenario deben sumarse al rescate de ecosistemas”

Son pocos los individuos en el Perú que se refieren a su tierra con el mismo cariño y respeto con que Marino Morikawa habla de su magnífica Pachamama. Ese riquísimo suelo peruano, lleno de maravillas naturales y vida silvestre que, hace varios años, le dio un hogar a sus ancestros migrantes del Japón y hoy le da con orgullo su nacionalidad. “¿Cómo no estar agradecido con el entorno que nos recibe y que nos permite disfrutar de tantos recursos?” es la pregunta que tiene presente todos los días desde que se la hizo su padre, antes de reverenciar el mar en el que pescaban. Desde ese entonces, Marino creció con una profunda admiración por los diversos ecosistemas de nuestro país, las fuentes de vida que representan y que lo llevaron a hacer de la conservación la misión de su vida. Es con esta historia de perseverancia y optimismo que el Centro de Creación Audiovisual de la Universidad de Lima (Crea) decidió dar inicio, el pasado miércoles 1 de septiembre, a su serie documental Rostros del Bicentenario, en la que cada entrega presenta a un destacado perfil de nuestra sociedad. En esta oportunidad, el protagonista nos recuerda el valor de lo que crece en nuestras tierras y el acto patriótico que hoy puede significar querer protegerlas.

Cuenta Morikawa para Nexos:

“A mí siempre me dijeron de chico que la naturaleza es quien nos permite existir en ella y que, como cualquier visita, hay que saludarla, agradecerle lo que nos invita, pedirle permiso e incluso perdón. Fue por ello que me resultó tan desagradable encontrarme muchos años después, cuando hice consultoría para empresas de alimentos y agroindustrias, con adultos que mostraban un desinterés absoluto de lo que sucedía con las cosas que desechaban y el daño que estaban generando a los ríos, lagos y mares. Tal fue la frustración de no saber qué hacer al respecto que regresé a estudiar ingeniería ambiental, a empaparme de la ciencia y tecnología que me darían las herramientas para revertir estas situaciones”.

Sin embargo, el momento que verdaderamente definió su destino fue cuando le tocó reencontrarse con una versión destruida y maloliente del humedal “El Cascajo”, que solía recorrer de niño. Ver a los nuevos jóvenes correrse de la peste y evitar pasar cerca de él le abrió los ojos a la realidad de muchos otros escenarios naturales… 

“¿A dónde se fue mi infancia?, pensé. No es justo que estos niños no puedan disfrutar de lo que yo pude. Ahí me arrodillé, aprendí lo que era pedirle perdón a la Pachamama y me propuse rescatar el sitio. La travesía fue altamente gratificante, un alivio tremendo saber que el rescate del ambiente no es un reto ni un sueño, sino una realidad, y un viaje que nos compete a todos”.

Regresar a nuestras raíces

Si bien es innegable la honorable influencia oriental en su manera de ver el mundo, para Marino Morikawa el respeto por nuestra tierra también se encuentra en las raíces de nuestra identidad y, por lo tanto, está presente en todos los peruanos. En ese sentido, señala que quizás debamos reconectar con algunos valores del pasado incaico, uno que estaba acostumbrado a venerar la bonanza de la tierra, los recursos hídricos, y a agradecer por todo lo que se extraía. “No digo que volvamos a ver dioses en cada montaña, pero sí amar nuestro entorno, cuidarlo, y si le hemos hecho daño, tratar de enmendarlo”, subraya.

Siguiendo esta línea, resalta que la educación en temas medioambientales tendrá un rol fundamental en lo que será el Perú del Bicentenario, una enseñanza que debe empezar en casa y ser alimentada en etapas escolares. Indica Morikawa:

“Será poco a poco, pero las cosas han cambiado. Los jóvenes que reciben el país en su nueva etapa republicana son más conscientes del cuidado del planeta, separan su basura, van a comprar con bolsas de tela, recogen lo importante de nuestra historia y valoran lo que ya existe”.

Además, la pandemia ha sido, en sí misma, una experiencia de aprendizaje tremendo para los peruanos, quienes se vieron obligados a cuidar el agua para el lavado de manos, a mantener la higiene de sus espacios y a idear nuevas formas de emprendimientos sostenibles. Y señala: 

“La necesidad puso a muchos en jaque, orientándolos a hacer negocio de lo que tenían a disposición, algo que permitió la transformación de muchos residuos sólidos, que antes solo se concebían como basura. Todo lo que uno bota se puede convertir en subproductos, y la gente se empieza a dar cuenta”.

El triángulo de lo no imposible

Una de las cosas que Morikawa sostiene firmemente dentro de su filosofía de trabajo es que todos los ecosistemas son rescatables, pero solo cuando el “triángulo de lo no imposible” entra en acción y cuenta con todas sus aristas en buen estado. Uno de estos pilares es la ciencia, la herramienta que hace posible su trabajo, pero esta depende de dos puntos adicionales: la sociedad y la política. A pesar de que esta última no ha dado muchas esperanzas en los meses recientes, Marino se mantiene optimista en que la sociedad va a saber exigir soluciones sobre lo que se está haciendo mal y reconocerá la emergencia que existe en el ámbito medioambiental…

“Yo nunca he esperado algún apoyo especial del Gobierno, solo que no ponga más trabas a la gente que sí está haciendo bien su trabajo y quiere ver algo positivo en materia de ecosistemas. Muchas veces la política ha actuado de manera desinformada con respecto al sector, gastan grandes presupuestos en una tecnología ‘universal’ que no comprende la biodiversidad del país y que costa, sierra y selva son ampliamente diferentes. Ahora, sin un horizonte claro de la política medioambiental que se va a adoptar, el panorama con el que llegamos al aniversario es considerablemente más complejo”.

Sin embargo, es aquí donde entrará en juego el liderazgo de los peruanos del Bicentenario y su interés por cambiar las cosas. Una nueva oportunidad de frustración para los Marinos del país nace de repente y con él la posibilidad de innovación. Nuestro entrevistado finaliza:

“Se pueden hacer muchas campañas mediáticas de concientización que pongan en evidencia la emergencia climática en la que nos encontramos, pero la gente se olvida muy rápidamente cuando llega la siguiente crisis. Necesitamos un mensaje verdadero, que haga entender a los peruanos que existe un futuro en la conservación del agua y el medio. Hoy, por ejemplo, una de las luchas más recientes es por preservar las Lomas de Lima. Solo nos queda el 40% de lo que originalmente teníamos, y a nadie parece importarle que estas se encarguen de purificar el aire cargado de emisiones de nuestra caótica ciudad”.