08 de Junio de 2018
Actitud + aptitud
Mauricio Villarreal es una persona de retos. Se graduó en el 2010 de la Carrera de Contabilidad y Finanzas (hoy Carrera de Contabilidad) de la Universidad de Lima, con el segundo orden de mérito, y desde entonces construye su carrera profesional de manera sólida. Uno de los objetivos que se trazó fue liderar un equipo de trabajo a través de una gerencia a los 30 años. Medio año antes de cumplir 31, lo logró. Hoy ocupa el cargo de gerente de Planeación Financiera para el Perú, Ecuador y Bolivia en Pfizer, farmacéutica multinacional con presencia en más de 180 países.
Te nombraron gerente de Planeación Financiera para el Perú, Ecuador y Bolivia en Pfizer. ¿Cuál es tu rol en la compañía?
En términos generales, estoy a cargo de asegurar una planificación, presupuesto y control adecuados, respaldando el proceso de toma de decisiones y el uso óptimo de los recursos. Con mi equipo, acompañamos al Área Comercial a tomar las mejores decisiones para el negocio y los stakeholders.
¿Qué crees que se necesita para desempeñarse bien en un puesto como el tuyo?
Tengo una fórmula que he compartido a mi equipo: actitud + aptitud, la cual no solo se aplica en el terreno profesional. Con actitud me refiero a afrontar el día a día de manera positiva, contagiando esa energía a los demás y con el control emocional que amerita. Actitud también es, a mi juicio, dar esa milla extra que necesita el negocio. Es realizar un esfuerzo adicional para generar mayor valor agregado, incluso en la tarea más simple que te encomienden.
¿Cuál consideras que es tu mayor reto?
Lograr de manera constante un equilibrio entre la vida laboral y la personal. Conforme vas creciendo profesionalmente y vas teniendo responsabilidades, alcanzar ese punto medio es aún más difícil. Sin embargo, es posible si sabemos organizarnos, priorizar y delegar actividades.
¿Dónde empezaste tu carrera profesional?
Empecé mi carrera en PricewaterhouseCoopers (PwC), a los 20 años. Ellos buscaban practicantes de los últimos ciclos; yo estaba en sexto, pero me aceptaron. Recuerdo que me dijeron que si no me tomaban en ese momento, en unos meses me tendría la competencia. Ingresé como practicante y en menos de un año me dieron la oportunidad de ser asistente de Auditoría Financiera.
¿Cómo fue esa etapa en que estudiabas y trabajabas al mismo tiempo?
Fue una etapa muy intensa, pero provechosa. En PwC me dieron la oportunidad de ser asistente cuando cursaba el séptimo ciclo. Tenía algunas clases a las siete de la mañana y, en las noches, la mayoría terminaba a las diez. Durante el día estaba en la oficina o con algún cliente que me habían asignado. Tenía que saber priorizar y organizarme para cumplir con todo de manera satisfactoria. Y finalmente lo hice, me gradué con el segundo orden de mérito y en PwC me ascendieron nuevamente como top associate. Cuando egresé de la Universidad, en el 2010, tenía más de dos años de experiencia y me sirvió como base para mi siguiente reto: planeación financiera.
¿Cuándo y dónde empezaste a trabajar en planeación financiera?
Apenas egresé de la Universidad, con mi experiencia en auditoría, empecé a buscar oportunidades en planeación financiera. Divemotor —representante para Mercedes-Benz, Jeep y Chrysler— y Backus —hoy AmBev— fueron mis escuelas en finance planning.
¿Cuál ha sido la decisión más difícil que has tomado en el aspecto profesional?
Salir de mi zona de confort, que en ese momento equivalió a renunciar a mi trabajo. Venía trabajando más de 5 años y me propuse buscar algo distinto, algo que me marcara no solo a nivel profesional, sino también personal, que implicara un crecimiento exponencial y me permitiera conocer otras culturas para ampliar mi perspectiva. A los 26 años, consideré que era el momento y no me equivoqué. Es así que me fui por medio año a California para llevar una especialización, y otro medio año a Tailandia para seguir un programa de voluntariado.
¿De qué trataba el voluntariado?
Formé parte del grupo de voluntarios de Warm Heart Worldwide, fundada por una pareja de jubilados norteamericanos que apoyaban de manera sostenible a Phrao, uno de los distritos de más bajos recursos al norte de Tailandia, cerca de la frontera con Birmania. Ellos asumían una suerte de paternidad de alrededor de 40 niños. Se les proveía de alimentación, abrigo, horas extras de estudios y, lo más importante, estabilidad. Hablamos de niños de familias disfuncionales o de escasos recursos que no podían solventar su crianza o educación. Fue una experiencia increíble y difícil de olvidar. Hasta hoy me comunico con los fundadores y amigos que hice allá, inclusive uno de ellos vino a visitarme el año pasado.
¿Tenías programado irte al voluntariado cuando viajaste a Estados Unidos?
Sí, era mi plan para ese año: tener una experiencia distinta más allá de lo profesional. En la vida no todo es trabajo, ese tipo de vivencias te permiten crecer y te marcan para toda la vida. En síntesis, el 2014 estudié en California, hice un voluntariado en una de las zonas de más bajos recursos de Tailandia y viajé con una mochila en mano por el sudeste asiático. Fue un gran año.
¿Qué pasó cuando volviste al Perú?
Regresé al Perú a buscar oportunidades en planeación financiera, apoyando al Área Comercial y continuando en consumo masivo. Ingresé a PepsiCo (snacks) y puedo decir que hasta ese entonces fue mi mejor experiencia corporativa, por el aprendizaje exponencial que pude alcanzar. Esta etapa de casi tres años, sin duda, me ayudó a consolidarme como profesional.
Finalmente, ¿qué opinas de la formación que te dio la Universidad de Lima?
La Ulima es una gran ventana, por distintos motivos. Forma profesionales muy críticos y versátiles, características que considero constituyen el ADN de los egresados. Por último, al no tener fines de lucro, siempre la he visto invertir en mejoras y crecer en infraestructura.