14 de Agosto de 2024

Marcas con innovación

El grupo IMC es una organización dedicada a la innovación en la industria de bares. Tiene cuatro marcas: La Cachina Bar, El Infusionista, María Mezcal y La Calor, cada una con su propia temática. La tercera de ellas se ha convertido en un éxito en Lima. El 95 % de su público está compuesto por mujeres que disfrutan entonar las canciones mexicanas que pone el DJ.

Daniel Kernitsky Barnatan, director comercial del grupo, estudió la Carrera de Negocios Internacionales en la Universidad de Lima. En la empresa, se encarga de las relaciones públicas y la gestión de marcas auspiciadoras, así como de la logística de importaciones y la coordinación con bares internacionales.

¿Qué haces como director comercial en el grupo IMC?
Principalmente, me encargo de las gestiones públicas y comerciales del grupo. Uno de mis principales objetivos es generar relaciones de valor con otros participantes del rubro, sobre todo a nivel internacional. Para lograrlo, gestiono colaboraciones con los bares mejor rankeados del mercado en el mundo. A través de eso, obtenemos exposición internacional, así como un gran intercambio cultural, y generamos un importante espacio para la innovación.

Por otro lado, localmente, me enfoco en generar acuerdos comerciales con marcas auspiciadoras vinculadas con el rubro. Las negociaciones en esta industria son bastante dinámicas y me encargo de buscar los aliados correctos para el crecimiento de IMC. Asimismo, lidero el área logística del grupo, a través de un enfoque estratégico.

¿En qué consiste exactamente este proceso de internacionalización?
El primer paso es conocer los mercados exteriores a profundidad. Queremos entender a sus públicos y encontrar aquello que nos diferencie y que, al mismo tiempo, sea exactamente lo que ellos necesitan. Gracias a estas colaboraciones y viajes en que llevamos a nuestras marcas a otros países, podemos identificar en qué mercados sería factible comenzar a operar. Tratamos de priorizar aquellos bares que estén alineados a nuestra dinámica y concepto. Por ejemplo, María Mezcal es un bar de alta energía, donde cada detalle de la operación contribuye a crear un ambiente en el cual las personas se ponen eufóricas, cantan, bailan, viven el momento al máximo. Este concepto no lo podemos llevar a un espacio más pequeño o tranquilo, donde el consumidor busca tomarse unos tragos en pareja. 

Normalmente, cuando coordinamos un viaje, va nuestro encargado de marca, que es el jefe de barra y, según la marca, viajan diferentes equipos. En el caso de María Mezcal es algo especial, ya que movilizamos la experiencia: el equipo de barra, el DJ, el equipo audiovisual, alguna persona de marketing para que vea la decoración del local, es decir, todo un equipo que pueda recrear esa magia. La idea es que el cliente pueda vivir una experiencia muy similar a la que tendría en el local original. 

Hace unos meses realizamos un proyecto en Tarapoto, movilizamos toda esta logística y fue un éxito. Sin embargo, cada marca tiene su personalidad. Recrear el ambiente y el concepto puede ser más sencillo en algunos casos, por lo que en ocasiones viaja solo el equipo de bartenders o, a veces, con un responsable, más que nada por un tema de relaciones públicas.

¿Van a abrir un local afuera?
Tenemos esa intención. Actualmente, realizamos una serie investigaciones de mercado. En principio, analizamos opciones en países de Latinoamérica o donde la colonia latina tenga un impacto económico y social importante. Luego, entramos en detalle sobre temas fiscales y tributarios. Esperamos tener buenas noticias para el año entrante.

¿Cuál fue el primer bar que abrieron?
Nuestro primer proyecto fue La Cachina Bar. Lo abrimos en el verano del 2015, en el Boulevard de Asia. Ahí comenzó nuestra historia.

¿Qué características tiene esta barra?
La Cachina es un bar de reciclaje. Empezó bajo la dinámica del trueque: todo lo que encontrabas en ese espacio se podía vender, regatear o ser objeto de cambio. Con el tiempo, la barra ha evolucionado, al igual que sus consumidores, lo que nos ha permitido generar un vínculo muy estrecho con el público. Este bar, a sus diez años, cuenta con un público fiel y con una marca muy bien posicionada. Es una de las más sólidas que tenemos. Esta barra tiene dos sedes: una en Lima y otra en Arequipa.

¿Qué tipo de trueques han hecho?
Hemos tenido trueques de bombas de estaciones de gasolina, camisetas de fútbol de colección, letreros antiguos, libros, etcétera. A veces, hemos hecho trueques por otros productos y, otras, por cócteles.

El Infusionista es otra marca que se potenció bastante en la pandemia. 
Es un bar que tiene un concepto un poco más dinámico. Es nuestro bar de alta coctelería, con el que desarrollamos el concepto de medicinas del mundo. 
En la pandemia, cuando todos los locales cerraron, la incertidumbre estaba al máximo y la gente no podía salir a la calle, pero necesitaba tener experiencias innovadoras para relajarse un poco. Por eso, lanzamos un producto que se llamaba El Botiquín, con el que encontramos una fuente de ingreso para sobrevivir a la pandemia y, sobre todo, para continuar con nuestro equipo de trabajo inigualable.

Este producto fue tan popular que también comenzamos a venderlo con gran éxito en el mundo corporativo. Actualmente, ya no lo ofrecemos, porque demandaba mucho trabajo operativo que hoy está enfocado en la operación del mismo local. Pero fue muy importante para nosotros en esa época.

¿Qué era El Botiquín?
Era un pack con el que el consumidor podía preparar diversos cócteles. Incluía distintos ingredientes y un tutorial a través de un código QR, que permitía que los clientes conecten con una cantidad de cócteles conceptuales y didácticos. Llevábamos la experiencia de El Infusionista directamente a sus casas. Había múltiples combinaciones de botiquines para que la persona eligiera los cócteles, según el número de personas.

¿Qué nos puedes contar sobre la cuarta marca, La Calor?
La Calor está inspirada en la Amazonía peruana. Ahí queremos enfocarnos en dos cosas: la cumbia, como base musical, y el cañazo o aguardiente de caña, por medio de la alta coctelería.

¿De dónde salen estas ideas originales?
La idea principal siempre parte de experiencias y viajes, de querer transportar a nuestros consumidores y ampliar su visión de la vida. Es un proceso en el que creamos y probamos nuestras ideas cuando estamos convencidos de que podemos aportar algo innovador a ese concepto. A partir de ahí, preparamos una propuesta, y la alineamos a la coyuntura, el mercado, la moda y el consumo. En el caso de María Mezcal, por ejemplo, sabíamos que iba a volverse una moda, porque el consumo de tequila venía en creces a nivel mundial.

En Rusia, en la época del mundial, encontramos una mezcalería y dijimos: "Si en Rusia hay una mezcalería, ¿por qué no en el Perú?". Aprovechamos la ola de alto consumo de tequila en el mundo, lo que hizo crecer exponencialmente el local. En el camino, nos dimos cuenta de que Maria Mezcal se había convertido en un espacio predominantemente femenino. El 95 % de los consumidores son mujeres y el tema musical es muy importante en el local. Las experiencias locales e internacionales nos han dado mucha apertura para abrir nuevas marcas y desarrollar proyectos. Ninguna es franquicia, todo es creado por nosotros.

¿Cómo han logrado que en María Mezcal la gente se anime a cantar sin inhibiciones, de una manera diferente a un karaoke?
En realidad, ha sido orgánico, no fue planeado por nuestra parte. Inicialmente, este era un bar mucho más tranquilo, empezamos con mesas mucho más grandes enfocado en el tema gastronómico y la alta coctelería. En mi opinión, cuando una persona se siente cómoda, segura y rodeada de personas con gran energía, se anima a soltarse y se divierte libremente. Nuestra meta siempre es generar espacios de conexión genuinos para nuestros consumidores, y creo que lo hemos conseguido con esta marca.

¿Cuáles son los mayores retos que se presentan en tu trabajo?
A veces son las negociaciones. Una de mis tareas principales es negociar con las marcas auspiciadoras. A inicio de año proyectamos un presupuesto para realizar diferentes actividades y se debe cumplir. Otro reto es la comunicación entre áreas y ponernos de acuerdo en las metas en común, lo que a veces nos toma un poco de tiempo.

¿En qué otros lugares has trabajado?
Siempre he tenido una vinculación con el rubro de destilados y vitivinícola. He sido gerente comercial nacional en Viña Tacama por un año y medio. Ahí empecé como ejecutivo comercial. He sido On Trade Manager en Bodegas Don Luis, que tiene la marca de pisco Cuatro Gallos. También, trabajé en una agencia de marketing y estuve en el mundo de la tecnología, en una empresa chilena que vendía hardware llamada Videocorp. Fui KAM de proyectos de tecnología, principalmente en el Perú, pero me tocó ver algún proyecto en Colombia, Chile y México.

¿Dónde ubicas el evento de mayor aprendizaje laboral que has tenido?
Considero que mi mayor aprendizaje laboral vino de mis emprendimientos y especialmente de nuestro primer proyecto. En mi caso, La Cachina. Ahí aprendí a gestionar un negocio, sobre todo en un rubro que es muy dinámico y exige escuchar al consumidor, donde el trabajo en equipo lo es todo. De mis otros trabajos también aprendí muchísimo, pero creo que lo que más me marcó fue desarrollar proyectos personales, traerlos a la realidad y verlos crecer.

El rubro de bares no está muy desarrollado, y viajar a otros países también implica aprender y abrir la mente. En los últimos años he tenido la posibilidad de conocer países de Asia, Europa y América Latina que cuentan con muchos bares premiados y con diversos logros, y que, internacionalmente, tienen referencias muy importantes. En estas experiencias se aprende sobre el manejo del negocio, la implementación de las cartas y los procesos en general, pero principalmente sobre la cultura del negocio y cómo la vive cada uno.

¿Cómo fue tu experiencia como estudiante en la Universidad de Lima?
Fue especial. Aprendí muchísimo, conocí a diferentes personas que se convirtieron en amigos de la vida. Conocí a mi esposa, con quien tengo una familia actualmente. La Universidad tuvo un impacto en lo social muy positivo en mí porque yo venía de otro país y era un poco tímido. Incluso fui deportista y competí por la Ulima en atletismo. Hacía la prueba de 100 metros planos. Además, la Carrera de Negocios Internacionales me ayudó bastante a entender muchas cosas de la vida laboral. Fue una experiencia muy positiva que recuerdo con mucho cariño y que me brindó herramientas que siempre llevaré conmigo.