22 de Julio de 2020
La empatía y la solidaridad como sentimientos clave en estos tiempos
La larga cuarentena y la necesidad de protegernos nos han llevado a cambiar nuestros estilos de vida y a formularnos nuevos sentidos que nos permitan enfrentar la nueva normalidad. Sobre este tema, sobre el sentido de la vida, los miedos y los sentimientos de benevolencia y compasión que deberíamos practicar hoy más que nunca, reflexiona el filósofo Miguel Ángel Polo, docente del Programa de Estudios Generales de la Universidad de Lima.
¿Le parece que la pandemia ha generado un nuevo sentido para nuestras vidas?
Lo primero que debo decir es que el coronavirus que ocasionó la pandemia de la COVID-19 no es un ser vivo, sino un compuesto bioquímico; por lo tanto, es una expresión básica de la naturaleza. Ahora, ese compuesto, que quizá ha estado desde hace millones de años en la naturaleza, ha sido trasladado hacia la vida de las grandes ciudades por los mismos medios utilizados por la globalización, como el transporte aéreo; podríamos decir también que por nuestros hábitos de consumo y por nuestra depredación del medio ambiente. Todo esto ha traído consecuencias globales tales como romper los sueños de muchos jóvenes, poner entre paréntesis nuestras formas habituales de encuentro, quebrar proyectos personales, sociales, políticos y económicos, entre otras. En ese escenario, es lógico pensar que para muchas personas se haya perdido el sentido de sus vidas. Y no me cabe duda de que después de más de cien días de cuarentena, han ido encontrando nuevos sentidos, no solo para soportar sino también para replantear sus propias vidas. La pandemia, por sí misma, no trae un nuevo sentido; son las personas quienes deben hallarlo para no dejarse aplastar por esta situación. De lo contrario, solo les quedará amargura, ansiedad, tristeza y depresión. Viktor Frankl, reconocido filósofo y psiquiatra que padeció la prisión en los campos de concentración nazis, se percató de que justo este vacío existencial que ahora vivimos nos permite, nos obliga, a formularnos nuevos sentidos para enfrentar esta nueva situación.
¿Qué sentido adquirirá nuestra vida normal poscuarentena y, más adelante, pospandemia?
Difícil decirlo, pero lo más natural es querer volver a nuestros estilos de vida anteriores, por lo menos poco a poco, sin preguntarnos por qué ocurrió esto ni qué nos exige esta novedosa situación. Lo adecuado sería saber leer los signos de los tiempos y repensar con seriedad los sentidos de nuestras vidas personales y colectivas. Si bien hemos estado acostumbrados a elegir libremente nuestros sentidos (finalidades, metas, valores, dirección), es tiempo también de que sepamos escuchar lo que esta crisis mundial tiene que decirnos. Ni la pandemia ni la pospandemia nos traerán sentidos concretos o específicos, pero sí rumores de que no hemos estado haciendo las cosas bien, por eso los nuevos sentidos deben estar atentos a este rumor. Saber ver y escuchar para replantear nuestras acciones es lo más sensato en estos tiempos.
¿Le parece que una sociedad donde impera el distanciamiento social es una necesidad en este momento, pero al mismo tiempo una contradicción, en tanto que somos seres sociales?
Una contradicción que deberemos asumir, por lo menos por un tiempo. Quizá debamos pensar en asumir formas de sociabilidad con distanciamiento, al modo de muchos países asiáticos; reinventar nuestra sociabilidad sin que perdamos nuestra humanidad. Es decir, lo importante no es tanto si no nos abrazamos o si no nos damos besos en las mejillas, más importante aún es que no perdamos nuestra humanidad, nuestra benevolencia, compasión y alegría. Así, las formas de cortesía y saludos podrán cambiar, pero orientados por lo que hemos ganado como humanidad. Si perdemos abrazos, pero ganamos solidaridad, entonces en buena hora el cambio, pues eso nos enriquecerá como personas y como comunidad.
¿Considera que el miedo a los demás puede persistir mucho después de que termine la pandemia?
Quizá, pero espero que sea más ese miedo que nos protege como especie, que el miedo de estar ante un extraño u otro diferente. El miedo natural nos predispone a actuar para proteger; mientras que el miedo psicológico nos llena de rabia, odio, aversión por los otros que son diferentes a nosotros. En estos días, la palabra “contagio” nos hace adquirir más miedos psicológicos frente al otro. “Estar contagiado”, por ejemplo, pasa a ser un estigma que somete al aislamiento al enfermo, generando más temor que compasión y acción. Estar contagiado es signo de “no te acerques”, “no te queremos”, “aléjate”, nos condena al ostracismo social. Ese miedo ya no lo queremos. Queremos el miedo que nos ayuda a proteger, a salvar, a actuar.
¿Cree que los temas de salud y educación adquirirán mayor importancia en las agendas de los próximos gobiernos?
Así esperamos, pues la pandemia exige que los políticos, y no solo ellos, pongan más atención a todo el sistema de salud y al educativo. Y si no, los ciudadanos deberemos exigirlo, pues si a mediano plazo nos viene otra pandemia, será más trágico para nuestro país de lo que ya es ahora. Es absolutamente indispensable destinar una mayor inversión a la investigación desde las universidades, a fin de enfrentar reales problemas nacionales. Esto requerirá un diálogo entre los diferentes actores, como políticos, representantes de las universidades, empresarios y la sociedad civil.
¿Le parece que puede surgir un nuevo sentido de comunidad y de valoración de la vida?
Eso espero, pues solo así podremos superar esta grave crisis que ha generado la pandemia. Valorar la vida personal, que hoy sabemos que no es posible sin la asistencia de otros, de una comunidad de vida. Si cada uno solamente se interesa por sí mismo, queriendo proteger su vida de ese modo, tendrá pocas condiciones para que continúe, y que continúe con valor. Solo si somos una comunidad empática y solidaria, podremos estar en mejores condiciones para vivir personalmente y con dignidad. Se acerca el Bicentenario de la Independencia del Perú, y únicamente mereceremos celebrarlo si superamos esta crisis practicando la benevolencia, la caridad, la compasión y la solidaridad; pero también practicando la justicia social. Quizá esta pandemia sea otra oportunidad más para construir un mejor país, y esto dependerá de lo que haga cada uno de nosotros.