05 de Diciembre de 2019
“Este libro muestra la forma como lo íntimo me sirve para ver el mundo”
Christopher Rojas, comunicador por la Universidad de Lima y docente de nuestro Programa de Estudios Generales, presentará, este sábado 7 de diciembre a las 19.30 horas en el Machasqa Bar (Calle 28 de Julio 279, Barranco), su libro Sentencias personales, una obra que, en textos muy breves, va desde una tierna conexión con su hijo hasta unos boletos de bus, y de lo anecdótico hasta lo ficcional con la misma rigurosidad que Funes el memorioso para describir un instante. Compartimos con él una interesante conversación sobre su obra.
¿Cuál es el origen del libro Sentencias personales?
Es parte de un blog, Le Rêve de la Parole, que empecé en 2008. Lo tuve que cancelar en 2016, pues la editorial me dijo: “Christopher, si piensas publicarlo, cancélalo”, porque el blog estaba disponible para los internautas. A pesar de que los blogs, a lo largo de los años, fueron perdiendo importancia, igual lo hice. Sin embargo, desde esa fecha hasta ahora he seguido escribiendo.
¿Qué es lo que te impulsó a crearlo?
Es la necesidad de escribir y eso se lo debo a la Universidad de Lima. Mis grandes maestros están ahí. Jorge Eslava corrigió mi primer texto cuando yo era alumno, sin siquiera conocerme. ¡Y era un párrafo! Imagina qué locura... Jorge Eslava lo leyó y me dijo: “Me ha sorprendido, Christopher, porque veo mucha madurez en tu texto”. Yo tenía 18 años; me lo tomé en serio. Luego gané una mención honrosa en los juegos florales, los primeros, justamente cuando Jorge dirigía el evento.
¿Por qué la brevedad de cada pieza?
Por los pequeños espacios de mi rutina. Soy profesor desde el 2007 y trabajaba de lunes a sábado, así que escribía en el bus, en un café… La brevedad tiene que ver con las circunstancias. Hasta ahora subo frases inéditas en mi Instagram, y parece que a la gente le gusta porque creo que es un tema de sensibilidad: si puedes expresar algo en dos líneas, ¿para qué escribir más? Es un golpe y te obliga a releerlo. Creo que lo mío es para texto impreso. Hay una larga tradición de aforismos: Kafka, Nietzsche, entre otros; pero me di cuenta de que estaba haciendo algo distinto, de que eran como minicuentos.
¿Quién consideras que fue tu influencia?
Las Prosas apátridas de Ribeyro y el aforismo. Como decía García Márquez, hay que tener la mano caliente. Ribeyro escribió primero su diario porque no producía ningún cuento, y escribía sus diarios para estar activo, que al final terminaron siendo los más importantes. Hay mucho de eso. Yo leía muchísimo a Ribeyro. Me gusta Carver también, la brevedad de sus cuentos. Y claro, en 2009 empiezo la maestría en San Marcos y se potencia la idea filosófica. Para mí no hay una distinción entre la filosofía y la literatura; es la tesis que voy a defender en San Marcos dentro de poco. El libro es algo bien íntimo y muestra la forma como lo íntimo me sirve para ver el mundo.
Jorge Eslava es el primero que ve tus textos y terminas publicando en Colmillo Blanco, editorial de propio Jorge…
Sí. Y le dije: “Jorge, mínimo me harás la contratapa…” [risas], e hizo una contratapa hermosísima. Además, él y Andrés Piñeiro, que es poeta y profesor de la Universidad de Lima, van a presentar el libro.
¿Podríamos decir que Sentencias personales está entre la poesía y el microcuento?
Jorge menciona eso en la contratapa, que es como un deslumbramiento poético. Uno de estos aforismos, “Ternura”, es dedicado a mi hijo, Domenico: “El sonido mudo, silencioso, ensordecedor, del borrador sobre la hoja; al otro lado, la mano de un niño, casi empuñando, la punta del lápiz”. Una noche estaba escribiendo la tarea con su lápiz y yo lo observaba. Y claro, hay golpes; son bloques poéticos que uno va creando.
Probablemente, el lector no entienda todo el contexto que hay alrededor, pero las sensaciones sí las va a sentir…
Es la potencialidad del lenguaje. El narrador observa y al observar se muestra, se deja ver, se quita la piel. Es decir, observar es transmitir una sensibilidad: ese soy yo. Mis textos son autobiográficos. El lector se pregunta qué será, pero siente la ternura, el cariño, el afecto. En palabras de Jorge, este libro está pensado para leerlo en las noches y dejarlo en el velador.
Algunos textos del libro me hicieron pensar en “El Dinosaurio”, de Monterroso, por la brevedad y el que detrás de esta haya muchos caminos…
Sí. Eso tiene el aforismo: su brevedad da pie a múltiples posibilidades. El lector aprovecha el texto; lo hace suyo. Yo solo le doy ciertos elementos para que él construya su propia historia. A diferencia de una novela, que se dilata, que puede tener capítulos bajos, el poema o el cuento corto tiene que ser un golpe duro. La novela tiene la licencia, si quieres, de tener partes malas, pero el aforismo no.
Te doy pie a una analogía: si las novelas son películas extensas y los cuentos, cortometrajes, ¿qué vendrían a ser los aforismos?
Una microescena que te da pie a crear un corto o incluso un largometraje, aunque suene contradictorio. Al fin y al cabo, ¿qué hacemos los comunicadores si no es analizar escenas? Y ni siquiera escenas: encuadres… Es una locura.