07 de Noviembre de 2018
Santiago Bustamante reúne fotografías en ‘Nocturnos limeños’
La noche limeña cobra una expresión singular a través del lente de Santiago Bustamante, graduado y docente de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima. La Lima de las periferias se abre paso en su trabajo fotográfico, donde quedan registrados los colores vivos de espacios solitarios, la oscuridad de la noche, la quietud de ciertos escenarios.
Después de más de diez años fotografiando nuestra capital, Nocturnos limeños recopila parte de la labor artística de Santiago, enfocada en contemplar la ciudad con una notable sensibilidad. El libro, editado por nuestro Fondo Editorial, se presenta en la Feria del Libro Ricardo Palma este 8 de noviembre.
¿Desde cuándo te interesa la fotografía?
Desde 1995, gracias a Verónica Barclay, quien fue mi primera profesora de fotografía en la Universidad de Lima. Durante esos años de pregrado solo trabajé fotos en blanco y negro. Apenas terminé la carrera me fui a Nueva York para hacer una maestría.
¿Cuál fue tu primera cámara?
Fue una Pentax Camille, totalmente analógica, muy fuerte y rígida. Eran las cámaras que prestaban acá en la Universidad en esa época.
¿Qué te interesaba fotografiar?
La naturaleza en blanco y negro. Sobre todo, planos de detalle de elementos naturales como el agua, la arena, las piedras. Me interesaba captar sus texturas.
Es un interés que, por lo visto, todavía se conserva…
Ese interés siempre estará allí. Dura algunas épocas. Lo mismo con las fotos nocturnas: las hago por temporadas, cuando me provoca. Quién sabe si comenzaré a hacer esto otra vez o no. Por ahora he tomado un descanso.
¿Por qué elegir la noche?
Porque Lima es una ciudad donde la luz es bastante mala, salvo en los meses de verano. La única manera de encontrar contraste y color fue buscando las luces eléctricas de la noche.
Y pese a la noche, hay una necesidad expresiva por resaltar los colores…
Hay de las dos cosas también. Principalmente trabajo los claroscuros. Son espacios llenos de luz, pero rodeados por el negro de la noche.
Pero tu trabajo está fuertemente asociado a la exploración del cromatismo…
Es una cuestión de estilo. Durante diez años hice fotografías en blanco y negro, y luego pasé al color y descubrí un mundo nuevo. Me gustan los colores fuertes, saturados. Se puede decir que soy colorista, porque tengo formación técnica en color digital y analógico. Y sí, me fascina que los colores revienten e impacten, porque me parece que allí hay una expresión de sentimiento por parte del artista.
¿Tu relación con el color parte de una aproximación a la pintura?
Sí, me gusta mucho la pintura. Podría decirse que soy un pintor frustrado. Y también que mi fotografía es bastante pictórica.
¿Sientes conexión con algún pintor en particular?
En el Perú, con el trabajo de Enrique Polanco, quien además escribe el prólogo del libro. Del exterior, me gusta el trabajo fotográfico de William Eggleston, Alex Webb, Richard Misrach, Edward Burtynsky, Andreas Gursky… Fotógrafos, ante todo, americanos y alemanes.
¿Y en líneas generales, más allá de fotógrafos coloristas?
Quien fue mi maestro en mi maestría: Stephen Shore. Él fue mi asesor de tesis en Nueva York, y creo que tengo mucha influencia suya. Fue parte de The Factory, el estudio de arte de Andy Warhol, y está considerado como el fotógrafo vivo más importante.
¿Por qué defines tu proceso de trabajo como un híbrido?
Porque involucra un trabajo mitad digital y mitad analógico. La primera parte es analógica: las fotos del libro han sido tomadas con una cámara que usa película, que luego digitalizo a través de un escáner. A partir de ahí, todo es digital, pues trabajo el archivo en Photoshop.
Los escenarios elegidos son solitarios. ¿Es casual o deliberado?
Ambas cosas. Es lo que me sale. Los consigo dando vueltas por toda Lima durante toda la noche. Me acompañan un chofer y un guardaespaldas. De allí que haya fotos en lugares periféricos, algunos peligrosos. Además, el libro está dividido en tres etapas cronológicas: del 2000 al 2001, del 2010 al 2013 y del 2015 al 2017. En cada etapa he visitado distintos lugares. No he repetido zonas.
Tus fotografías, por otro lado, tienen una ausencia de movimiento…
Es un sentimiento. Las fotos son tomadas durante las noches, cuando no pasa mucha gente. Y si pasaran, no quedarían registrados en la toma porque es una exposición que dura diez minutos.
¿Qué te ha resultado tan llamativo en Lima, luego de fotografiarla tanto tiempo?
Lo que más me llama la atención es irme a los conos y ver la real inmensidad de esta ciudad. Siempre me sigue sorprendiendo qué tan grande es Lima.
¿Cómo definirías Nocturnos limeños?
Es un libro muy personal, íntimo. Bastante emocional. Ha sido un trabajo de investigación muy interesante.