25 de Junio de 2018
Una forma de buscar la justicia social
Para Daniel Ramos, su profesión es más que una carrera laboral: es una pasión y una manera de aportar al país, propiciando la justicia social. Él es abogado por la Universidad de Lima, se ha especializado como penalista y, desde marzo de este año, es el director del Área Penal del Estudio Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uría.
Estás en Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uría desde marzo de este año, ¿cómo evalúas esta experiencia hasta el momento?
La verdad me siento muy feliz. Este es un estudio regional con una plataforma gigantesca. Hay un intercambio de información y de experiencias increíble, realmente este es el futuro de los estudios de abogados y, en nuestro caso, ya es una realidad. Contamos con una cantidad inimaginable de herramientas y recursos para hacer nuestro trabajo de la mejor manera, lo cual proporciona satisfacción a nuestros clientes y a nosotros también. Los abogados del estudio son de primer nivel. Me siento muy cómodo y creo firmemente que en mejor lugar no podría estar.
¿Cómo es tu equipo de trabajo?
Cuando empecé, no conocía a quienes conformarían mi equipo. Pero inmediatamente tuve una grata impresión de ellos, por sus habilidades profesionales y sus cualidades humanas, por los valores que inculca Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uría, y que comparto plenamente. Para mí es muy importante que las personas se comprometan con sus casos, sean sensibles a los problemas de las personas y tengan las mejores intenciones de ayudar, y eso es lo que he encontrado aquí.
¿Cuál consideras la mayor dificultad de un trabajo como el tuyo?
A veces el ejercicio de la profesión puede ser un poco frustrante, porque el sistema judicial es lento y, naturalmente, para cada abogado litigante su caso siempre es el más importante y quiere que se le dé importancia por encima del resto. Pero hay que tener paciencia y saber comprender los problemas del país, porque nuestro sistema judicial está desbordado de trabajo. Hay que entender que, en la mayoría de los casos, no es responsabilidad de los administradores de justicia, sino del sistema en sí.
¿Y qué disfrutas más?
Disfruto el hecho de que mi trabajo siempre es diferente, todos los días, ningún caso es igual al otro. Por ello, me motiva a investigar y a involucrarme al 100%, porque todas son historias nuevas.
¿Qué se necesita para ser un buen penalista?
Creo que para ser penalista necesitas involucrarte absolutamente con el caso y debe interesarte la investigación, porque todos los días analizamos conductas, circunstancias, hechos, pruebas, entre otros. Paralelamente, como es normal, es necesario conocer la teoría, la jurisprudencia y los acuerdos plenarios. Asimismo, es muy importante que el cliente confíe en ti, ya que si no existe la confianza debida, lo mejor es que no se desgaste la relación. Por ejemplo, es inconcebible que un paciente se atienda de una enfermedad grave con un médico en quien no confía. Yo creo firmemente que lo mismo se aplica en nuestra profesión. El cliente tiene que confiar en su abogado y el abogado debe aceptar las obligaciones, responsabilidades y compromiso de dicha confianza.
¿Siempre supiste que querías estudiar derecho?
Sí, siempre he pensado que el trabajo de los abogados es muy importante para generar el cambio que el país necesita, porque creo que el país es injusto en muchos aspectos y debemos enfocar nuestras energías en la búsqueda de la justicia social. Siempre pensé que podría realizar un aporte a la sociedad a través del derecho. Por pequeño que pueda ser mi aporte, espero que finalmente sea positivo.
¿Cómo elegiste dedicarte al área penal?
Inicié mis primeras prácticas cuando cursaba el cuarto ciclo de la carrera, por recomendación de mis padres, para saber si el derecho era realmente mi vocación y para evaluar qué rama me atraía más. Al inicio realicé prácticas preprofesionales en un estudio de abogados multidisciplinario, apoyando a distintas áreas. Pero fue mi primer curso de Derecho Penal en la Universidad de Lima lo que llamó mi atención e inmediatamente decidí postular a una boutique penal, donde comencé mis primeras prácticas en este campo; y la verdad que me encantó. No soy de las personas a las que les gusta sentarse frente a una computadora durante toda la jornada laboral: yo disfruto mucho interactuar con las personas, ya que todos somos distintos; entrevistarme con jueces, fiscales; participar en audiencias y realizar informes orales.
¿Qué otras experiencias laborales has tenido?
Mis prácticas preprofesionales las realicé primero en el Estudio García Sayán, posteriormente en el Estudio Caro, Cortez & Massa y luego en el Estudio Rodrigo, Elías & Medrano. Practiqué durante toda mi carrera, sin descanso. En el Estudio Rodrigo tuve la oportunidad de incorporarme como abogado, hice una pausa de un año en el 2010, cuando me fui a la Universidad Austral en Buenos Aires para realizar una especialización en Derecho Penal. Al terminar, volví al mismo estudio y luego me incorporé como socio del Área Penal de Allemant Abogados. Luego decidí dar un paso al frente e independizarme, comencé a trabajar en el comedor de mi departamento y, poco a poco, mi actividad fue creciendo. A mediados del 2016, con un grupo de abogados con quienes me había formado, fundé MOAR Abogados. Y recientemente, en marzo de 2018, me desvinculé de mi propio estudio para incorporarme como director del Área Penal de Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uría.
¿Qué te pareció el curso que llevaste en Argentina?
Sensacional, fue muy enriquecedor. Tuve la oportunidad de compartir experiencias con personas que nunca esperé. En mis clases había jueces, fiscales, abogados, trabajadores del Poder Judicial y del Ministerio Público, pero no solo de Buenos Aires, sino también del interior de Argentina. Había una gran variedad de profesionales y era una realidad distinta a la peruana. Lo aproveché al máximo, tuve la oportunidad de compartir con ellos una infinidad de experiencias y pude ver que hay muchas similitudes entre nuestros países y, a la misma vez, muchas diferencias. Debo reconocer que Argentina tiene un nivel altísimo en materia penal.
¿Y cómo te fue en tu propio estudio?
Como ya lo he comentado, comencé solo, en mi casa, pero con mucha disciplina. Me levantaba temprano todos los días, me ponía terno como si me fuese a una oficina, pero caminaba hacia el comedor a trabajar. Salía a mis reuniones, visitaba el Centro de Lima para revisar mis casos y algunas otras localidades donde litigaba, revisaba mi casilla procesal y luego volvía a mi departamento a seguir trabajando. Estuve así unos seis meses, un poco preocupado, tratando de predecir el futuro, mis casos, potenciales casos e ingresos económicos. Mis clientes confiaron en mí, por eso les estoy eternamente agradecido, y siempre me fue bien, gracias a Dios. Pero un buen día mi esposa me motivó a dar un paso más al frente, haciéndome ver que tenía una cartera de clientes, que ingresaban casos nuevos con cierta frecuencia y que me iba bien. Me convenció para que me aventurara por completo y alquilé una oficina en el Centro Empresarial, luego convoqué a quienes posteriormente fueron mis socios para formar MOAR Abogados. Nos fue bastante bien, mejor de lo que yo en alguna oportunidad pude esperar, dado que pasamos todas nuestras metas desde el primer mes, y crecimos en cantidad de abogados y de personal administrativo. Pero comencé a extrañar la gran variedad de temas que se tratan en un estudio grande, la interacción con distintas áreas y la permanente capacitación y participación para analizar cualquier tipo de contingencias, respaldando los trabajos de otras áreas. Así que cuando me ofrecieron este trabajo, no puedo negar que me costó tomar la decisión, porque implicaba abandonar mi propio proyecto y tantas expectativas; pero una oportunidad así no se puede dejar pasar. Para mí, es un privilegio que un estudio de esta categoría me haya convocado, porque en este estudio puedo ver el futuro de la abogacía traído al presente. Y cuando una oportunidad así aparece, alas y buen viento. Es una oportunidad gigantesca de crecimiento personal y profesional.
¿Cómo valoras tu formación en la Universidad de Lima?
Creo que la etapa universitaria es uno de los momentos más felices de la vida. Porque te haces adulto, obtienes independencia y, por primera vez, comienzas a tomar decisiones que van a marcar tu futuro, así que maduras. Yo me siento muy agradecido con la Universidad y mis profesores, son ellos quienes me dieron las herramientas para ejercer mi profesión y quienes, en buena medida, junto con la familia y los lugares donde he trabajado, me formaron y me hicieron la persona que soy.