25 de Septiembre de 2020
Un voluntariado para impulsar negocios
Valeria Ferreyra estudió Comunicación en la Universidad de Lima, trabaja como analista de comercio electrónico en el área de Marketing de GoFresh y, además, es parte del equipo organizador del Programa Juvenil de Desarrollo Agrícola, un voluntariado que brinda asesoría a pequeños agricultores, emprendedores y empresarios peruanos del sector agrícola. Su objetivo es impulsar el desarrollo de sus negocios, a partir de sus conocimientos de asistencia técnica, emprendimiento y negocios internacionales. Como parte de su voluntariado, lidera un equipo que asesora a una productora de damascos de Moquegua, cuyo producto estrella es el macerado de damascos.
¿Qué labores realiza el Programa Juvenil de Desarrollo Agrícola?
El programa nace con el propósito de potenciar el desarrollo de los negocios agrícolas en la región de Moquegua, por medio de la consultoría y asesoría de jóvenes agentes de cambio de diversas universidades e institutos del país. Actualmente asesoramos a tres productores. Buscamos darles una hoja de ruta a sus negocios y apoyarlos para implementar nuevas prácticas. Trabajamos con aliados estratégicos, como CITEagroindustrial de Moquegua y asociaciones de agricultores de la zona.
¿En qué consiste la asesoría que ofreces a pequeños agricultores, emprendedores y empresarios?
Cada uno de los coordinadores cuenta con cuatro voluntarios. Desde nuestra experiencia, brindamos asistencia técnica, buscando que los beneficiarios sigan la hoja de ruta que les brindamos. Como coordinadora, tengo un grupo de cuatro personas a mi cargo. Nos encargamos de brindarle asesoría comercial y de marketing a nuestra beneficiaria. Buscamos que dé el gran paso hacia lo digital y que trabaje temas como identidad de marca, posicionamiento, etcétera. Son dos meses de reuniones y entregables. Lilliams, nuestra beneficiaria, es una productora de damasco de la región, muy conocida por su historia y trayectoria, y que ha ganado premios por sus cultivos. Su producto estrella es el macerado de damascos. Debido a la pandemia, todas nuestras asesorías son virtuales.
¿Cómo así ingresaste a este programa?
Un día me comentaron al respecto y me preguntaron si quería ser parte de él. No lo dudé, me gustó mucho la idea y también que la labor se centrara fuera de Lima. La iniciativa se gestó en junio durante la cuarentena obligatoria y el grupo de trabajo es muy bueno. Somos cinco coordinadores. El coordinador general es Humberto Villanueva y la coordinadora de Planeamiento Estratégico es María Alejandra Padilla, ambos de la Universidad del Pacífico; la coordinadora de Metodologías de Implementación es Claudia Estrada, de la Católica; el coordinador del Laboratorio Agrario es Charles Ramírez, de la Agraria; y yo, de la Ulima, soy coordinadora de Comunicaciones y Marketing. Nos llevamos muy bien. Somos un grupo multidisciplinario y eso hace que abordemos los proyectos desde diferentes posturas. Todo lo organizamos de manera remota, con mucha responsabilidad y con ganas de sacar el programa adelante. Quién sabe, tal vez en el futuro se pueda convertir en un programa nacional y no solo regional.
¿Has recibido alguna capacitación?
Sí, nos han dado varias capacitaciones para conocer la región, y de agricultura. Tuvimos reuniones con el CITEagroindustrial de Moquegua para que nos explicaran la realidad agrícola de la región y cómo eran las asociaciones agrícolas, entre otras cosas. También nos reunimos con los beneficiarios potenciales y con diversas asociaciones. Aparte, cada martes contamos con webinars de profesionales que tienen un amplio conocimiento de la agricultura.
¿Por qué escogieron Moquegua para trabajar y qué resultados crees que pueden lograr ahí?
Elegimos Moquegua por muchos factores. Tuvo excelentes indicadores económicos y sociales. Encabeza el PBI per capita regional, el índice de desarrollo humano y competitividad. Cuenta con una actividad minera y agrícola interesante. Además, tiene una buena capacidad productiva y es un potencial en la macrorregión sur del Perú. Asimismo, contamos con socios estratégicos de la zona, como el CITEagroindustrial.
¿Qué representa para ti ser parte de esta iniciativa?
Representa mucho para mí. Es la primera vez que participo en un proyecto que se da al cien por ciento fuera de Lima. Busca potenciar los negocios de personas que necesitan pasar a otro nivel y nos ven como los profesionales que propiciarán ese cambio. Tienen muchas esperanzas de lograr que sus negocios sean más conocidos. Otro tema que me motiva es que este programa cuenta con coordinadores y voluntarios de diferentes casas de estudios del Perú. Tenemos voluntarios de Lima, Arequipa y Moquegua, todos de diferentes carreras.
¿Habías participado anteriormente en un voluntariado?
Sí, me gusta mucho hacer voluntariado. Creo que es importante, porque aprendemos acerca de la sociedad que nos rodea y nos ayuda a comprender diferentes realidades y situaciones. Hago voluntariado desde que estaba en el colegio, en casas de madres adolescentes, albergues, etcétera. En la Universidad fui voluntaria en una ONG llamada Inspírate Perú y trabajamos con la Oficina Municipal de Atención a las Personas con Discapacidad, de la Municipalidad de La Molina. Hacíamos actividades con chicos que tenían alguna discapacidad cognitiva o física. Luego fui coordinadora de fundraising, ofrecíamos talleres a empresas como Scotiabank, y mediante el juego explicábamos que trabajar con una persona con discapacidad no implicaba ninguna diferencia.
¿Qué te pareció estudiar Comunicación en la Universidad de Lima?
Me encantó. La Universidad de Lima es mi segunda casa. Me especialicé en Marketing y Publicidad, y llevé algunos cursos de Corporativa y Audiovisual. Conocí a grandes profesores y les agradezco que fueran exigentes, buenos y reconocidos en lo que hacen. Todo lo que me enseñaron lo aplico día a día, tanto en mi trabajo como en el programa de voluntariado.