16 de Junio de 2021
La polarización en la segunda vuelta
La contienda electoral ha dividido a los ciudadanos en polos opuestos que defienden su postura acaloradamente. En muchos casos, se ha abandonado el razonamiento individual para ceder al pensamiento grupal y, en general, los electores han prescindido del análisis de las propuestas para basarse en criterios emocionales.
La profesora Sandra Céspedes, de la Carrera de Psicología de la Universidad de Lima, nos ofrece un análisis de este y otros temas en la siguiente entrevista.
No es la primera vez que se enfrentan dos posiciones en una segunda vuelta, pero pareciera que esta vez la polarización es muy radical. ¿Cuál sería la explicación?
Las segundas vueltas electorales siempre enfrentan a las personas, pero ocurre algo peculiar en este proceso: los dos candidatos que llegaron hasta aquí no tenían mucha representatividad, solo un poco más de votos que otras minorías. Los electores han tenido que elegir una de esas dos posiciones y eso ha contribuido a que se genere el pensamiento grupal, que es malo para tomar decisiones, porque se tiende a abandonar el propio juicio, basado en las creencias propias, para optar por la opinión del grupo o de una mayoría cercana, del círculo social o familiar. Eso ha llevado a tener dos grandes masas opuestas tratando de ganar votos de los indecisos. Además, ocurre que no hay un debate de ideas, sino del pasado de los candidatos y del futuro que se augura. La polarización es peligrosa porque no se vota por las propuestas: el elector no evalúa la política individualmente, sino que utiliza señales partidarias para evaluar diferentes puntos de vista.
¿Cómo se construye el pensamiento grupal?
Se construye cuando uno empieza a obtener más argumentos de una de las opciones y se termina optando por esta. Mientras más información se tenga de una parte, mayor inclinación se tendrá por esta. A menudo ocurre esto cuando existen dudas o inseguridad acerca de lo que uno cree. Pero existen dos teorías que la psicología ha estudiado mucho desde los años 50 acerca de la polarización grupal y sobre todo en situaciones políticas. Estas teorías explican cómo se construye o cómo se solidifica esta polarización. Una es la teoría de comparación social, según la cual las personas comparan puntos de vista para poder encajar en un grupo y, cuando sienten que pueden encajar y ser aceptadas, asumen el posicionamiento de ese grupo cercano. Incluso asumen ideologías, creencias o posturas radicales que no eran parte de su pensamiento inicial, simplemente porque encajaron en el grupo. Ahí es cuando empieza a aparecer el pensamiento grupal: tú no pensabas así, pero ahora comienzas a pensar como grupo. La segunda teoría habla de la influencia informativa. Se dice que la gente es persuadida producto de los argumentos: mientras más información se tenga de un lado, más se sentirá inclinado a apoyarlo. Esto pasa sobre todo con quienes tienen muchas dudas. Puede haber una buena propuesta, pero no se toma en cuenta porque viene enmarcada en un partido político de la izquierda o la derecha. El pensamiento grupal anula la posibilidad de pensar racionalmente en una buena propuesta; simplemente la desestima.
¿Le parece que esta desestimación ha venido con una carga especial de agresividad, sobre todo en las redes sociales?
Hoy más que nunca, se ha intensificado el uso de las redes sociales porque no hay contacto presencial. Las discusiones que antes se podían presentar en la calle, en momentos determinados o en marchas específicas, se potencian ahora en las redes sociales. Un amigo escribió en sus redes sociales que cuando empezó la primera vuelta tenía 700 amigos y ahora se ha quedado nada más con 200. ¿Qué pasó con el resto? Pasa que uno asume como propia esta contienda y defiende una postura apasionadamente. En los espacios de la política, la religión y la ideología en general, la polarización se marca por las creencias morales o juicios morales. Cuando se asume una posición ideológica, se asume también una postura fuerte de identidad y eso lleva a enfrentamientos con el otro, disminuye la capacidad empática y se atribuye al acto de votar una connotación personal: “vas a ser indigno” o “vas a ser incapaz" si votas por determinado candidato. Se tacha a la persona por su voto, y ya ni siquiera se habla de un voto errado, sino que o bien la otra persona se convierte en un error o yo soy un error. Ahí empieza el enfrentamiento, los insultos, las ofensas, las enemistades, el rompimiento de vínculos con otras personas. En las redes sociales se ve claramente cómo se rompe la coherencia por este apasionamiento.
Recientemente hemos visto un proceso similar en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. ¿Es común en los procesos electorales donde se enfrentan dos posturas o depende más de las personas?
En Estados Unidos se presenta la polarización muy claramente, ya que hay solo dos partidos; entonces, se genera una efervescencia gigantesca cuando empieza el proceso electoral. La campaña es muy dura, hay conflictos, se muestra la falta de empatía y la poca capacidad de escucha. Eso ocurre típicamente cuando se enfrentan dos movimientos políticos. Pero esa efervescencia va disminuyendo al término de las elecciones, conforme pasan los meses. En la política peruana y latinoamericana hay una gran cantidad de partidos, por lo que la polarización no se da desde un primer momento, en una primera vuelta. En nuestro país, en la primera vuelta postularon muchos partidos, lo cual nos indica que en política no tenemos una línea específica, a diferencia de la política estadounidense. Ahí eres demócrata o republicano. No hay más. En la religión igual: eres católico o testigo de Jehová o musulmán, etcétera. Tienes una línea específica que te va a regir. Pero en política, en Latinoamérica en general, no hay una línea que uno siga. Uno pasa de votar por un partido a votar por otro con ciertas similitudes, pero no sigue la misma línea. En la segunda vuelta nos hemos visto forzados a polarizarnos, y pasa lo que estamos viviendo: hay una necesidad de la gente de opinar y de tratar de ganar un voto.
Adicionalmente, no se debaten las ideas ni se respeta la opinión del otro. ¿Qué hay en el fondo?, ¿qué nos falta desarrollar en la educación para que el nivel de discusión sea más alturado?
Es muy importante educar para que no exista la polarización irracional, para que las personas desarrollen un pensamiento propio. En ese sentido, algo se está haciendo en los colegios, donde se están practicando las técnicas del debate. De esta manera, se promueve el contacto intergrupal para que haya un debate de ideas, en el que primero se tiene que escuchar al otro para luego intercambiar posturas. Y queda muy claro que las personas se enfrentan a las posiciones, no a las personas, no a sus características personales, sino a los argumentos e ideas. Eso ayuda a que seamos más empáticos, a emitir un voto racional y no emocional, a desarrollar metas superiores que ayuden a solucionar problemas comunes. Necesitamos metas superiores para romper el conflicto entre uno y otro.
¿Qué va a pasar después con la gente y todos los conflictos personales creados?
Primero, se va a entrar en una etapa de negación: “han hecho fraude”, “hay que impugnar las actas”, etcétera. Si esto no se resuelve, se pasará a la acción: se acudirá a instancias internacionales para que el resultado se revierta. Pueden también desarrollarse marchas y discusiones en los medios de comunicación. Sin embargo, después de un tiempo, al ver que no hay vuelta atrás, disminuirán la polarización y los conflictos, y se pasará a una etapa expectante, donde veremos qué pasa y se buscará la adaptación a una nueva situación. Las personas tomarán decisiones respecto de sus trabajos, sus negocios y otros temas.