21 de Octubre de 2022
Abogada Ulima publica “Divorcio en zapatillas”
Rossana Sala es una abogada que escribe historias frescas, cargadas de humor y a veces inesperadas. Recientemente ha publicado la segunda edición de su libro Divorcio en zapatillas (Editorial Mediática). La protagonista de los 45 episodios que componen esta novela es Adriana, una abogada a quien le encanta correr. Su espíritu positivo se manifiesta a lo largo de todo el libro y es el que la ayuda a enfrentar su segundo divorcio. Rossana pertenece a la segunda promoción de Derecho de la Universidad de Lima y pronto nos dará novedades con una novela que espera su turno en la imprenta.
¿Qué te motivó a escribir Divorcio en zapatillas?
La respuesta a esta pregunta me remite a Caracas, Venezuela, donde viví unos años, porque trabajaba en la Corporación Andina de Fomento. Ahí fue que empecé a trotar y, paralelamente, a escribir historias relacionadas con ese deporte, que ahora están recopiladas en Divorcio en zapatillas. He escrito mucho sobre las cosas que me han pasado. Recuerdo que les mandaba estos textos a mis amigos, por correo, y todos se divertían. Siempre trato de enfocar los problemas de manera positiva. Un día, me di cuenta de cuánto me había ayudado el deporte a superar las dificultades y que esas historias eran una forma de transmitir algo que ayudaba a los demás y les animaba a hacer deporte para salir adelante. Así que seleccioné muchos de los relatos que había venido publicando desde el año 2008 en mi blog Rodando entre líneas, los uní y corregí para crear un personaje, el de Adriana. Ella, al igual que yo, es abogada y dos veces divorciada.
¿Son historias independientes?
El libro está compuesto por 45 estampas de vida que, una tras otra, forman una novela. En su conjunto, es la historia de una mujer que se divorcia por segunda vez, y todas sus vivencias están narradas con tono positivo, irónico, gracioso. Si lees solo un capítulo, te puedes divertir. Puedes encontrar las instrucciones para lavar la camioneta de tu esposo o enterarte del vuelo de Lima a París que Adriana hizo para correr una maratón. También puedes leer solo sobre la Maratón de París. No necesitas hacer una lectura ordenada. Pero si decides ir del principio al final, vas a notar una ilación que convierte esas estampas en una novela. Algunas personas me dicen que su lectura las ha motivado a correr. Hace poco, una señora de más de 80 años me comentó que al terminar mi libro, se fue a comprar zapatillas.
Divorcio en zapatillas va en su segunda edición, ¿verdad?
Sí, la primera salió el año pasado en Amazon. Pero traer la edición impresa al Perú costaba algo más de US$ 25, a pesar de que el libro era baratísimo, valía como US$ 5. Mi interés no era ganar plata, sino difundir mis historias. Quienes tuvieron oportunidad de leer el libro la primera vez me decían que querían más historias. Por eso, esta segunda edición, además de estar en Amazon y de venderse también en el extranjero, la hice con la editorial Mediática y se imprimió en el Perú. Además, pasó de 25 a 45 capítulos. Me está yendo bien con el libro. A la presentación fueron unas cien personas y se vendieron 50 ejemplares. Ahora tengo que difundirlo. Hace poco vi que estaba en el segundo lugar de libros de deportes más vendidos en español, en Amazon. Ahora me estoy ocupando de que tenga una buena acogida en las librerías.
¿Desde cuándo escribes?
Me ha gustado escribir desde que estaba en el colegio. Recuerdo que escribía poemas. Otro de mis libros es No vaya a despertar a los caballos, consta de 24 historias cortas y fue publicado por la Editorial Altazor en el 2016. Específicamente, el cuento “No vaya a despertar a los caballos” es la historia de una niña de cuatro años que está en un colegio alemán. Le piden que dibuje caballos, pero ella no sabe dibujar y siente mucha angustia, entonces busca una solución a su problema y dibuja un cerco. La profesora le reclama que se está burlando de ella, y la pequeña le responde: “No vaya a despertar a los caballos” que están detrás del cerco, durmiendo. La historia de esta publicación es simpática. Yo tenía varios cuentos escritos y, un día, en la Feria del Libro, me fui a buscar a Alfredo Bryce, que estaba firmando sus libros en un stand. Compré Un mundo para Julius, aunque ya lo había leído, y le pedí que me lo firme. Como soy bastante atrevida, en lugar de contarle que yo leo sus obras, le pedí que lea las mías. Él aceptó y yo se las mandé a través de un amigo en común. Le hice llegar dos cuentos que le gustaron. Luego nos citamos con nuestro amigo común y estuvimos cuatro horas charlando. Fue increíble. Después de eso pensé que, si le gustó lo que escribí, era buena idea reunir los cuentos y publicarlos. Así surgió No vaya a despertar a los caballos. El primero y el último de esos relatos son los que leyó Bryce.
¿También escribes literatura infantil?
He hecho algunos cuentos para niños cuando hacía voluntariado en casas hogares donde hay pequeños con cáncer. Iba a leerles cuentos, pero no encontraba algo especial para ellos, algo que les permitiera entender su enfermedad y lo que les sucede. Por ese motivo les escribí algunas historias, como la de Carlitos y las nubes, un niño que quería irse a vivir a una nube. Yo frecuentaba a un niño llamado Carlitos, que finalmente falleció, fue muy triste. A este niño le hicieron un trasplante de médula ósea, gracias a una donación de médula ósea de su hermana. Así que escribí una historia de dos llamitas, una se enferma y la hermanita le ayuda a curarse. No escribí de una enfermedad en particular, pero sí de cómo se ayudan las llamitas hermanas. Este niño me pidió que le regale una llamita y cuando se la di, me pidió otra, pero de color rosado, para su hermanita. Recuerdo que cuando le di el primer cuento de Carlitos y las nubes, me dijo: “Voy a dormir con mi libro”. Más adelante, la familia me pidió que escribiera otro cuento, y en este último Carlitos vive en las nubes y ve a sus profesores y a sus padres desde ahí, y está feliz saltando entre nubes.
¿Tienes algún libro en proyecto?
Ya terminé la novela El sucesor perfecto, pero aún no se publica. Trata de un pueblo donde un abogado y un sacerdote tienen una rivalidad por el monaguillo. El sacerdote lo ve como su sucesor perfecto en la iglesia, y el abogado quiere que el muchacho se convierta en el próximo hombre de leyes del pueblo. La novela está narrada desde varios puntos de vista: en primera persona, tiene monólogos interiores, narrador omnisciente... Además, tiene cartas, avisos de periódico. Me gusta hacer cosas diferentes. Por ahora está reposando, mientras trato de darle difusión a Divorcio en zapatillas.
Aparte del tema literario, ¿dónde has trabajado antes como abogada?
Yo comencé mi carrera trabajando en Industrias Vencedor, donde permanecí seis años. Después estuve otros seis años en Inversiones Centenario y luego me fui a trabajar a la Corporación Andina de Fomento, en Lima. Estuve dos años ahí y, en enero del 2000, me trasladaron a Venezuela, donde trabajé en la sede nueve años. Después me fui a vivir a Estados Unidos, porque me enamoré y me casé por segunda vez. Ahí conseguí un trabajo como abogada externa en una firma de abogados. Pero me fue mal en el matrimonio y decidí regresar a Lima, donde estaban mis hijos, que ya eran grandes. Volví a trabajar como abogada en el estudio Barrios, donde yo había sido practicante. Fue gracioso, porque yo vivía en San Antonio, Texas, y volví a Lima a trabajar en San Antonio, Miraflores, y San Antonio es el santo de los casamenteros, de quien siempre me quejo en mi libro por no ayudar a Adriana (risas). Luego trabajé una vez más en la Corporación Andina de Fomento en Lima. Después de varios años, en el 2018, me fui a Chile, estuve ahí un tiempo, pero tampoco me fue bien con la persona de quien me enamoré y decidí volver al Perú. Desde el 2018, me dediqué más en serio a la escritura.
¿Quién es tu autor favorito?
Tengo varios. Me gustan mucho Julio Cortázar y Raymond Carver, y ahora estoy leyendo un libro interesantísimo que me recomendó mi hijo, El día que Nietzsche lloró, de Irving D. Yalom. También me gustan Rosa Montero, Gabriel García Márquez y Elena Ferrante. Me gusta leer sobre la vida de los escritores y los cursos de literatura que ellos han impartido, por ejemplo los de Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Cortázar, y las clases de guion de García Márquez. Yo no estudié la carrera de literatura, pero siempre llevo cursos y leo mucho sobre los escritores. He tenido algunos maestros literarios como Cronwell Jara, Alonso Cuento, Iván Thays y Jaime Collyer, cuando estuve en Chile. Últimamente, gracias a internet, estudio a larga distancia con profesores de Argentina, España, Colombia. Son muy interesantes las nuevas opciones que existen.
¿Cómo recuerdas tu vida universitaria en la Ulima?
Tengo muy buenos recuerdos de esa época. Yo pertenecí a la segunda promoción de Derecho, éramos como 20 en total, todos muy unidos. Ahora seguimos siéndolo, tenemos un chat donde nos mantenemos comunicados. Yo estudiaba mucho, me la pasaba estudiando y practicando en firmas de abogados. Recuerdo a mis profesores de esa época. Cuando salí de la Universidad, conseguí trabajo un día antes de la graduación, en Industrias Vencedor. Aún no tenía mi tesis y me demoré dos años en terminarla. Al hacerlo, y luego de sustentar dos expedientes y ser por fin abogada, me nombraron gerente legal.