28 de Octubre de 2022
Abogado experto en “compliance”
Mario Amoretti Navarro tiene una prolífica carrera en el mundo del derecho penal y el compliance. Tras graduarse como abogado en la Universidad de Lima, trabajó unos años en el Perú, llevó una maestría y un doctorado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y ganó una beca del Gobierno alemán para estudiar en ese país. Ahí siguió estudios de derecho y filosofía.
Sus ansias por aprender y cultivarse académicamente, le han valido para obtener en Alemania los grados de magíster y doctor en Derecho por la Universidad de Múnich, así como el de bachiller y magíster en Filosofía por la Escuela de Filosofía de Múnich y por la Universidad de Múnich, respectivamente.
Mario vive en Alemania desde hace más de 11 años y trabaja desde inicios del 2020 como compliance officer para una transnacional alemana con sede central en Múnich. Es conferencista en temas de derecho penal económico y compliance, y suele trotar mientras disfruta del paisaje de los Alpes bávaros.
¿Recuerdas cómo conseguiste tu primer trabajo?
Cuando estaba en el penúltimo ciclo de la Carrera de Derecho fui seleccionado como representante de la Universidad de Lima para la beca Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, España, junto con tres compañeros. Fue una experiencia bonita y enriquecedora. Los seminarios eran conducidos por personalidades como Josep Borrell, en aquel momento presidente del Parlamento Europeo. Todos los cursos se realizaban en el Palacio de la Magdalena, la residencia de verano de Alfonso XIII y la familia real española. Al regresar a Lima, traje la idea de editar una revista jurídica que reflejara el interés que tenemos los abogados por las humanidades, en particular por temas de historia, literatura y filosofía. Me junté con unos amigos y creamos Athina, la segunda revista fundada y editada por estudiantes de la Carrera de Derecho; la primera es Advocatus, que trata básicamente temas legales.
Cuando estaba formando el comité consultivo, invité al doctor Augusto Ferrero, que ha sido vicerrector y era un distinguido profesor de la Facultad, y a quien yo tenía el gusto de conocer personalmente, porque antes de viajar a España practiqué en el Estudio Ferrero, en el área Tributaria. Aceptó la invitación, pero además me propuso abrir un área Penal en el Estudio Ferrero. Yo le expresé que aún no contaba con mi título y me respondió que me esperaba, porque –según me dijo– yo era el primer estudiante penalista que había terminado en el primer puesto en la Carrera de Derecho de la Ulima. En abril del 2007 saqué el título y seguidamente trabajé en el Estudio Roy Freyre por tres meses. Luego busqué al doctor Ferrero, le pregunté si la propuesta de abrir un área Penal se mantenía, respondió que sí y empecé a laborar en el Estudio Ferrero en octubre de ese mismo año y, efectivamente, tuve el privilegio de iniciar el área Penal en un estudio bastante connotado.
¿Cómo te fue en el Estudio Ferrero?
Muy bien, trabajé cuatro años ahí, viendo temas de derecho penal económico. Fue un privilegio que yo, con veinticuatro años y prácticamente “estrenándome” como abogado, haya recibido el encargo de abrir el área Penal y liderarla. Gracias a eso gané muchísima experiencia. También, en ese lapso, hice de modo paralelo una maestría en Derecho con mención en Ciencias Penales y un doctorado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde tuve la satisfacción de alcanzar, en cada uno de ellos, el primer puesto de la promoción. Fue al concluir el programa de doctorado que recibí una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico (conocido por sus siglas alemanas: DAAD), patrocinado por el Gobierno alemán, para llevar allá una maestría y un doctorado en Derecho Penal.
Ya poco antes de mudarme a Alemania, en el 2011, logré sacar el grado de magíster en Derecho en San Marcos, con una tesis que obtuvo la máxima calificación, el grado de summa cum laude y la mención de publicación. Pero por el viaje inminente a Alemania tuve que postergar tanto su publicación como la tesis doctoral para optar por el grado de doctor en San Marcos. Con mucha pena, me despedí de mis colegas del Estudio Ferrero. El área Penal del estudio, que en sus inicios no contaba con casos y en realidad yo era el único que la conformaba, sin practicante propio, creció, y cuando me fui, ya había otros dos abogados, un practicante y un asistente.
Aparte de tus prácticas, ¿dónde tuviste oportunidad de trabajar en el Perú?
En el Estudio Roy Freyre fui abogado asociado, siempre en el campo penal. Después volví al Estudio Ferrero, ya como abogado y jefe del área Penal. Tras mi viaje a Alemania, parcialmente, como of counsel, estuve en el Estudio Amoretti Abogados, de mi padre, donde daba asesoría desde Alemania en materia de derecho penal y compliance, que son mi especialidad, junto con derecho procesal penal, la filosofía del derecho y, en general, el derecho alemán.
¿Cómo te fue en tus estudios en Alemania?
En la maestría y el doctorado que hice en Derecho obtuve los grados de magíster y doctor en la Universidad de Múnich. Paralelamente, llevé toda la carrera de Filosofía, desde el bachillerato hasta obtener los grados de bachiller y magíster en Filosofía en la Escuela de Filosofía de Múnich y en la Universidad de Múnich respectivamente, tan solo por vocación académica. Desde mis inicios en Alemania, fui acogido por mi doktorvater, es decir, mi supervisor de tesis doctoral, el profesor Bernd Schünemann, como investigador-asistente científico internacional en el Instituto para la Ciencia del Derecho Penal Completa, la Filosofía del Derecho y la Informática Jurídica de la Universidad de Múnich, dirigido por él en aquel momento. Tras terminar la carrera de Filosofía, tuve la oportunidad de codirigir un seminario sobre filosofía del derecho junto con el profesor Andreas Trampota en la Escuela de Filosofía de Múnich.
Por otro lado, me inicié como traductor autodidacta, efectuando traducciones del alemán al español de obras jurídicas de derecho penal, fundamentalmente del profesor Claus Roxin. La más importante fue la traducción de la vigésima novena edición del Tratado de derecho procesal penal, de los profesores Roxin y Schünemann, de casi 800 páginas, que realicé junto con un colega argentino y que fue publicada en Buenos Aires en el 2019. Sin embargo, como mi beca había expirado en 2017 y me había quedado viviendo en Alemania, principalmente con mis ahorros, que cada vez se hacían más exiguos, finalmente me enfrenté al dilema: regresar al Perú y terminar acá mi tesis o buscar un trabajo en Alemania.
¿Qué decidiste finalmente?
En esta disyuntiva, vi en LinkedIn que la transnacional alemana Hensoldt buscaba un compliance officer. Casualmente, ese era mi tema de investigación doctoral en la Universidad de Múnich, así que envié mi currículum y, al poco tiempo, me convocaron para una entrevista de trabajo, la primera y única que he tenido en Alemania. Me entrevistó una persona de Recursos Humanos, junto con quien después sería mi jefe, el head of compliance. A los dos días recibí un correo con la oferta de trabajo, las condiciones laborales y el salario que me ofrecían. Todo estaba perfecto, así que acepté. Esto fue a inicios del 2020, yo tenía que empezar a trabajar el 1 de abril, así que decidí visitar a mis padres en marzo por un par de semanas. Vine al Perú con mi esposa y mi hija mayor, y justo empezó la pandemia. No me quedó otra alternativa que quedarme. Por una acción de repatriación que hizo Alemania, pude regresar a trabajar allá en mayo del 2020.
¿A qué se dedica Hensoldt?
Es una empresa transnacional alemana del rubro de tecnología e innovación electrónica en defensa y seguridad, en los ámbitos aeroespacial, aéreo, marítimo y terrestre, así como cibernético. Tiene más de 6.000 trabajadores y un volumen de ventas anual de unos 1.500 millones de euros. Es una empresa alemana pionera, con una posición de liderazgo en Europa, y estoy muy contento allí. Como compliance officer veo –naturalmente– temas variados de compliance, que aspiran a alcanzar un estado de business integrity. Para lo cual, hay una serie de leyes y regulaciones que deben integrarse en los programas de compliance y deben ser atendidas por nosotros, los compliance officers, sobre todo aquellas destinadas a prevenir los riesgos más sensibles, que son los relacionados con el derecho penal, tales como prevención de temas de corrupción, lavado de activos, antitrust y derechos humanos.
Hay que tener en cuenta que el compliance es un fenómeno jurídico que desborda el campo del derecho penal y responde a desarrollos sociales complejos, tales como la globalización y el pluralismo jurídico. Creo ser yo mismo una muestra de esto último, como abogado Ulima, trabajando para un consorcio alemán en Múnich con presencia en todos los continentes. Además de ser miembro del Colegio de Abogados de Lima desde el 2007, soy miembro del Colegio de Abogados de Múnich desde el 2021, y en este último fui también admitido como syndikus (inhouse-lawyer).
¿Podrías comentar cómo lograste publicar tu tesis doctoral en una importante editorial alemana?
En efecto, mi tesis doctoral se acaba de publicar en Alemania como un libro de 1.080 páginas, con la editorial Duncker & Humblot. El título traducido de la tesis sería Derecho penal y criminal compliance en perspectiva filosófica. Una crítica al espíritu postmoderno en el derecho penal y su ciencia. En Alemania hay dos cosas interesantes en este sentido. La primera es que, para obtener el grado de doctor, la tesis se debe publicar. Si no, no obtienes el grado. Incluso te dan un plazo de un año para hacerlo luego de la sustentación. Si no se cumple con ese plazo, todo vuelve a fojas cero.
¿Por qué existe ese requisito de la publicación?
Por un tema de control de calidad, porque al publicarse la tesis todos pueden acceder al texto y decir si es un buen trabajo, si es malo o incluso si hay plagio. Parte de este control es que, antes de la examinación oral, el trabajo escrito tiene que haber sido admitido por la Facultad, y, para ello, dos profesores alemanes, independientes uno del otro, tienen que evaluarlo, a través de la emisión de extensos dictámenes que culminan, cada uno, con una nota. El promedio de estas da una nota que, a su vez, se vuelve a promediar con la nota de la examinación oral, que es otorgada por un jurado, en donde al menos uno de los evaluadores de la parte escrita ya no participa. De ese modo, los profesores –que, como es la regla en Alemania, son profesores a tiempo completo– comprometen su prestigio al admitir y calificar el trabajo. Existen, por supuesto, varias opciones de publicación, que van desde la página web de la universidad hasta una editorial. Es muy difícil publicar en editoriales importantes, donde pasas por un segundo control de calidad de la correspondiente editorial.
Estoy especialmente orgulloso de que mi trabajo doctoral se haya publicado en la prestigiosa editorial alemana Duncker & Humblot, y, sobre todo, en su renombrada serie o colección de monografías: Strafrechtliche Abhandlungen (Tratados de derecho penal), cuyo cuidado está a cargo de los profesores Friedrich-Christian Schroeder y Andreas Hoyer, en cooperación con los catedráticos de derecho penal de Alemania. En ella se publican solamente habilitaciones y tesis doctorales summa cum laude, luego de un proceso de postulación y selección a cargo de los profesores indicados. En mi caso, me dieron una nota final que acá sería 20 por la tesis y la examinación oral, y me otorgaron el Premio de la Facultad, así que, afortunadamente, estoy publicándola de esa forma.
¿Cómo manejas el tema del compliance en Alemania?
Tanto en la teoría como en la práctica, el tema de compliance se encuentra muy avanzado en Alemania. En la práctica, hay diversos mecanismos y ámbitos relacionados con el trabajo de un compliance officer. Básicamente se puede hablar de compliance de carácter preventivo y reactivo. Por ejemplo, en el primer caso, existen diversos procedimientos de prevención de riesgos de compliance. Tal vez la práctica que demuestra esto con mayor claridad sea el llamado third party due diligence, que está dirigido a transacciones con counterparties, con lo cual se abarca desde socios empresariales hasta proveedores de servicios de contabilidad, payroll y servicios legales.
A grandes rasgos, hay allí una suerte de protocolo, que consiste en analizar tres grandes riesgos antes de efectuar una valoración del riesgo final y proponer recomendaciones y medidas de mitigación. El primero es el riesgo referido a la contraparte. Hay que revisar quiénes son los accionistas y las personas relevantes del management de la empresa con la que se pretende realizar negocios; y si, a su vez, tienen un programa de compliance, cuáles son sus estados financieros, si dicha empresa tiene un historial de negocios precedente y otros datos relevantes para descartar cualquier bandera roja, como, por ejemplo, la presencia de algún PEP (politically exposed person) que podría ser un indicio de cohecho y corrupción o de la falta de operaciones económicas como posible sospecha de lavado de activos. El segundo punto se relaciona con las transacciones en sí mismas, esto es, el riesgo transaccional. Uno se pregunta: ¿Cómo llegó esta empresa a nosotros?, ¿en qué consiste la transacción en detalle?, ¿quién es el proveedor, el integrador, el primero, el cliente y el usuario final?, ¿cuál es el volumen total del contrato?, ¿va a realizar la contraparte sales and marketing en nombre nuestro?, ¿tendrá interacción con funcionarios o servidores públicos?, entre otras cosas. Si, por ejemplo, el cliente final es una empresa del Estado, ¿hubo una licitación pública o es una adquisición selectiva o directa? Si hubo competencia, en principio, quiere decir que hay mayor transparencia. Hay que ver también si los precios son acordes al mercado, para lo cual se realiza un benchmark. Un valor exagerado de los mark-ups o del profit margin podría representar un riesgo de corrupción, porque un sobrecosto podría estar destinado al pago de dádivas o coimas. Luego viene el tercer gran factor de riesgos, que es el tema de la jurisdicción. Obviamente, para una empresa multinacional que realiza operaciones en prácticamente todo el mundo, hay ciertas jurisdicciones que representan mayor riesgo que otras.
¿Qué países representan mayor riesgo, por ejemplo?
Los países de Latinoamérica representan un riesgo mayor que los de Europa occidental, que en gran parte representan jurisdicciones fuertes en materia de compliance. Se observan acá distintos aspectos, que van desde legislación doméstica e índices internacionales en sectores relevantes hasta la economía y lo cultural. Luego de todo esto se analiza en detalle y se define y evalúa qué riesgos directos e indirectos surgen de las banderas rojas identificadas y qué circunstancias mitigadoras sopesan dichos riesgos, así como qué medidas de mitigación se podrían adoptar para minimizarlos. En función de ello, se emite un informe documentado cuya valoración establece si la transacción representa un riesgo bajo, mediano, alto o muy alto, y que da lugar, en el marco de un proceso de decisión previamente establecido, a iniciar o no de modo vinculante una determinada relación jurídica.
¿Cómo se pueden mitigar estos riesgos?
Hay diversas formas de mitigar los riesgos. En general, se podría decir que la “Santísima Trinidad” en materia de compliance se caracteriza por la letra “r”: red flag-risk-remedy. Cada bandera roja (red flag) trae consigo uno o más riesgos concretos. Estos últimos pueden ir desde una repercusión reputacional negativa hasta sanciones administrativas o de carácter penal. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la presencia de banderas rojas no significa la imposibilidad de hacer negocios, porque normalmente están a disposición una gama variada de medidas de mitigación. Por ejemplo, la solicitud de documentación adicional, la introducción de cláusulas o salvaguardas de compliance, la fijación de restricciones a la transacción y las partes dentro de la cadena transaccional, etcétera.
Los riesgos de compliance, en general, también se mitigan de diversas maneras. Por ejemplo, con el establecimiento de un sistema de administración de riesgos que incluya directivas en temas relevantes como gift & hospitalities, sponsorship & donations, entre muchos otros; así como velar por su actualización y monitoreo, la selección y supervisión de los responsables concretos de su manejo, la documentación e información a la alta dirección, etc. Un lugar central lo ocupan los entrenamientos que se realizan a partir de las regulaciones de compliance y las directivas que las empresas manejan para evitar temas de diversa índole, que van desde actos reñidos con la ética empresarial y conflictos de interés hasta la prevención de actos delictivos graves como corrupción, lavado de activos, violación de derechos humanos, contingencias medioambientales, de libre competencia. También el implementar un canal de denuncia por el que cualquier persona pueda alertar que se está cometiendo algún tipo de infracción en materia de compliance, con carácter anónimo, reservándose el derecho de declarar su identidad y sin temor a represalias.
También existen distintos tipos de tools o softwares que permiten obtener información en materia de compliance, como quiénes son los socios empresariales al realizar el referido third party due diligence. La labor del compliance officer es muy activa y de suma responsabilidad, porque –por regla general– ejerce un dominio de la información relevante para el curso de los negocios de una empresa, que están en directa relación con los riesgos que se generan tanto para la empresa misma como para terceros.
¿A qué características personales atribuyes tus logros profesionales?
Yo tengo claro lo que quiero conseguir en la vida y poseo una mentalidad bastante pragmática al momento de tomar decisiones. Trato de hacer lo correcto y me esfuerzo mucho cuando quiero alcanzar un objetivo. Además, trabajo de manera inteligente, sin perder el tiempo en lo que es irrelevante o superfluo, y concentrándome en lo que es importante.
¿Cómo disipas el estrés?
Practico deporte. Trato de correr en las mañanas al aire libre, y en Múnich hay bastantes fuentes de motivación para hacerlo, porque hay mucha vegetación, lagos y está el paisaje de los Alpes bávaros. En invierno voy a esquiar. Este tipo de actividades al aire libre y de contacto con la naturaleza renueva el espíritu.
¿Cómo viviste tu etapa universitaria en la Ulima?
La viví muy intensamente. Me gradué como primer puesto de mi promoción. La mitad de la carrera estudié con beca completa, por obtener de manera ininterrumpida el promedio ponderado más alto en la Carrera de Derecho. Fundé la revista Athina. Fui representante estudiantil en la Asamblea Universitaria y en el Consejo Universitario, lo que me permitió conocer de manera general cómo se llevaba a cabo la administración de la Universidad. Siempre tuve una relación muy buena con las autoridades universitarias. Me generaban entusiasmo como estudiante, porque me parecía que realizaban una labor eficiente. Si uno va hoy a la Universidad de Lima, puede ver los logros alcanzados en infraestructura, biblioteca y expansión del currículo universitario.
Con respecto al tema académico, siempre me pareció que hubo interés por la investigación y una buena plana docente. Tuve una excelente relación con todos mis profesores, varios de ellos me llamaron para ayudarlos a dictar cátedra como asistente, desde que era estudiante, y también luego de graduarme como bachiller, así como tras obtener el título de abogado. Y, finalmente, aunque no por eso menos importante, tengo grandes amigos de la época universitaria que frecuento hasta el día de hoy. La Universidad me recuerda una época con mucha actividad y alegría en mi vida.
Actualmente, ¿cuáles son tus planes en Lima?
Tomé dos meses de licencia de paternidad y un mes de vacaciones en mi trabajo. Estoy acá desde inicios de agosto y me quedo hasta inicios de noviembre. Estoy aprovechando la posibilidad de dar charlas en las materias de mi especialidad, sobre todo en temas de derecho penal económico y compliance. Luego de un breve periplo en la Universidad Libre de Colombia, he estado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en los colegios de abogados de Arequipa, Moquegua y Lima; y aún me quedan pendientes charlas en otros colegios de abogados, en el Poder Judicial y algunas universidades. Recientemente, me llamaron unos estudiantes de la Universidad de Lima que forman parte del Círculo de Derecho Penal en la Universidad. Me da mucha alegría que se haya formado este grupo, porque en mi época prácticamente no existían alumnos de nuestra Casa de Estudios que se interesaran por esta rama. Me han invitado a dar una charla el 4 de noviembre.
Fuera del tema académico, estoy compartiendo momentos en familia, especialmente con mis padres. También estoy acompañando a mi papá a su estudio jurídico, recordando mis épocas como abogado penalista en el Perú y tanteando el curso del litigio penal peruano. Además, me reúno con frecuencia con antiguos colegas de trabajo y buenos amigos. Esto último me permite disfrutar de la comida peruana, que tanto extraño. Todo eso hace que me sienta tan contento en el Perú que hasta me dan ganas de quedarme. Quizás en algún momento lo materialice o me anime a abrir una ventana que me permita estar acá con mayor frecuencia; por ejemplo, a través de una consultora en compliance para el Perú y Latinoamérica. ¡El tiempo lo dirá!