24 de Octubre de 2018
Egresada Ulima es una de las 20 personas más influyentes en tecnología en Latinoamérica
El activismo digital puede ser una gran herramienta de cambio. Katitza Rodríguez lo sabe bien. Ella ha dedicado su vida profesional a difundir y defender los derechos digitales de las personas, así como a señalar los límites de las autoridades gubernamentales.
Katitza estudió Derecho en la Universidad de Lima y actualmente se desempeña como directora internacional de derechos humanos en la Electronic Frontier Foundation (EFF). Recientemente, la prestigiosa publicación CNET en Español la incluyó en su lista de los 20 latinos más influyentes de la tecnología en 2018. En ese mismo ranking se encuentran una ingeniera de ambientes espaciales de la NASA, el vicepresidente de Ingeniería de Qualcomm, el presidente de Motorola y la directora de Producto en Oculus.
En su época universitaria fue representante estudiantil y reconoce que fue ahí cuando comenzó su interés por la protección de las comunicaciones frente a la vigilancia gubernamental.
¿Cómo así te volviste activista digital y en qué consiste tu activismo?
Cuando estudiaba Derecho en la Universidad de Lima, el expresidente de la República, Alberto Fujimori, destituyó a los magistrados de la Corte Constitucional. Algunos de ellos enseñaban en mi Facultad y eso marcó mucho mis estudios. Tomé conciencia de la importancia de los derechos humanos y de por qué es necesario proteger la privacidad de nuestras comunicaciones. Actualmente, analizo e incido en el desarrollo de políticas públicas relacionadas con el derecho a la privacidad y datos personales en varias jurisdicciones y en foros internacionales.
¿Cómo terminaste trabajando en Electronic Frontier Foundation (EFF)?
Una cadena de hechos lo hizo posible. Para empezar, tuve la suerte de ser representante estudiantil en la Universidad de Lima y, por ende, acceder a una oficina donde podía usar internet, mientras que en casa no me era posible. Un día, un compañero me mostró el IRC, un sistema de chat popular en muchos países entonces. Así que lo estuve revisando y llegué a un canal donde discutían la creación del capítulo español de EFF.org y de Computer Professionals for Social Responsibility (CPSR). En el chat hablaban de cómo proteger las comunicaciones frente a la vigilancia gubernamental, lo cual era crítico también para la economía, las transacciones bancarias y una sociedad democrática. En una época en que esas discusiones eran raras en Latinoamérica, eso me llamó la atención. Años después, postulé a las elecciones del directorio de CPSR, en Palo Alto, donde fui elegida miembro de directorio. Ello me permitió viajar a Silicon Valley cada año.
¿Ahí llegaste a EFF?
Todavía no. Una conexión llevó a otra e hice trabajo voluntario para la Electronic Privacy Information Center en Washington DC desde el Perú; me otorgaron una beca de investigación para hacer un trabajo comparativo en varios países de América Latina y, en 2008, me contrataron como su directora internacional de Privacidad y me fui a trabajar a Washington DC. Luego de unos años, cambié de trabajo y tuve la oportunidad de dirigir el programa internacional de derechos humanos de la EFF.
¿Qué labores cumples?
Mi trabajo se centra en el análisis comparado de las políticas públicas en cuestiones de privacidad, con énfasis en la aplicación de la ley, la vigilancia gubernamental y los flujos de datos transfronterizos. A través de mi carrera, he participado como experta en distintos foros internacionales como Naciones Unidas, el Foro de Gobernanza de Internet hasta el Consejo de Europa, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Actualmente, también trabajo en temas relacionados con la ciberseguridad y su intersección con los derechos humanos, así como en el manejo de los crecientes programas latinoamericanos de la EFF.
¿Te parece que la tecnología avanza muy rápido, mientras que los derechos de las personas están rezagados?
La tecnología puede tener aspectos positivos o negativos. Puede empoderar o desempoderar a una persona o a una sociedad. Con mi trabajo, busco el empoderamiento, mostrar la gran brecha entre el lugar hacia donde va la tecnología y dónde está hoy, respecto a las leyes y las políticas. Por su naturaleza, la tecnología siempre está por delante, planteando nuevas preguntas legales o nuevas versiones.
¿Podrías dar un ejemplo?
Sí. Los límites de la vigilancia gubernamental fueron establecidos desde 1940, pero pocas veces se les asoció con la tecnología hasta la denuncia de Edward Snowden. Dos semanas después de sus revelaciones sobre el espionaje de las comunicaciones en Estados Unidos, a nivel gubernamental, desarrollamos una serie de principios internacionales que fueron citados desde la Casa Blanca hasta los relatores de libertad de expresión del sistema de Naciones Unidas (NU) y el sistema interamericano. Estos principios originaron una discusión en NU, que culminó con la elaboración de la primera resolución de NU que reconoce la importancia de la privacidad en la era digital. Esto es llevar el derecho hacia la tecnología de una manera que empodere a las personas. Busco incidir en el desarrollo de las nuevas leyes vinculadas a la tecnología en la dirección correcta.
¿Cuál debería ser la actitud de los gobiernos respecto a las comunicaciones privadas de los ciudadanos?
Siempre he apuntado hacia asegurarnos de que cuando el gobierno y las autoridades del orden interactúan con la tecnología lo hagan sobre la base del respeto por las libertades civiles y el debido proceso. Una pieza clave en esta gran misión es comprender cómo funciona la tecnología, qué hace y qué no hace. Parte de mi trabajo es educar a jueces, autoridades del orden y funcionarios del gobierno en varias jurisdicciones. Pero como hay límites en lo que una sola persona puede hacer, mi visión es empoderar a grupos o expertos locales para que puedan hacer lo mismo con sus líderes locales y regionales.
¿Te parece que las personas descuidan cada vez más sus datos personales al comprar o adquirir algún producto digital?
Es un mix. Por un lado, desconocemos que revelamos información cada vez que usamos el teléfono celular, enviamos un correo electrónico y navegamos por la web. Esta información, llamada “metadatos”, puede revelar mucho más sobre ti que escuchar el contenido de tus llamadas telefónicas o leer tu correo electrónico. Los metadatos proporcionan el contexto suficiente para conocer algunos de los detalles más íntimos de nuestras vidas. Y muchos gobiernos no han otorgado el mismo nivel de protección legal a los metadatos que al contenido de una llamada telefónica. Por otro lado, nosotros revelamos voluntariamente información cuando subimos una foto a Instagram o Facebook, o cuando indicamos dónde nos encontramos en las redes sociales. Si sumamos a ello que la tecnología ha avanzado muchísimo y puede procesar gran cantidad de información a gran escala y rápidamente, vemos que la vigilancia es mucho más intrusiva que en la era predigital. La pregunta es: ¿Cómo preservamos las libertades fundamentales en la era digital ahora que nuestras interacciones, actividades y comunicaciones cotidianas emiten un flujo continuo de información reveladora? Eso es algo que debemos procesar.
¿Qué cosas te han asombrado de Silicon Valley?
La capacidad de innovación, las personas visionarias, el emprendimiento, el ambiente dinámico, tanta creatividad y apertura a implementar nuevas ideas. También me asombra que sea una ciudad demasiado cara para vivir. Puedes tener un sueldo de seis cifras y aun así compartir casa con roommates. Un estudio en San Francisco puede costar 3.000 dólares mensuales.
¿Qué recuerdos tienes de la Universidad de Lima?
Tengo muchos recuerdos lindos, buenas amistades y profesores. Pero, ante todo, reconozco que en mi alma mater encontré el camino de vida que transito hoy. Mucho de lo que hago no sería posible si no hubiera estado ahí, en esos momentos y con esos compañeros.