31 de Mayo de 2019
Su mundo, el derecho de minas
Edgardo Portaro ha visto de todo en el derecho minero: temas de concesiones, contratos, normas ambientales, ha realizado coordinaciones con las comunidades campesinas, e incluso ha estado 500 metros bajo tierra en un socavón donde, al apagar la luz de su linterna, no lograba ver ni su mano.
Después de estudiar Derecho en la Universidad de Lima, siguió la Maestría en Derecho Corporativo de la Universidad de Duke, y, desde el mes de abril, asume nuevos retos profesionales como socio en el Estudio García Sayán.
Acabas de empezar en el Estudio García Sayán, pero tu anterior trabajo fue en Nyrstar. ¿Qué hacías ahí?
Trabajé como abogado regional los últimos seis años. Nyrstar es una compañía minera belga. Tenía tres países a mi cargo: Perú, Chile y Honduras. Antes de eso estuve dos años en una empresa petrolera, Pluspetrol. En realidad, quería volver a trabajar en un estudio de abogados y se presentó la oportunidad en García Sayán, y estoy muy contento allí porque este estudio tiene mucha tradición y una trayectoria de más de 130 años, es muy prestigioso en el mercado y muy reconocido en los temas de minería e hidrocarburos y en recursos naturales en general.
Esa es tu especialidad, los recursos naturales. ¿Cómo así enrumbaste tu carrera en esa dirección?
Empecé en serio en esta área cuando volví de hacer una maestría, en 2002. Tuve la suerte de insertarme en el mercado laboral en lo que ahora es Enel y permanecí ahí tres años. Me encargaba de asuntos corporativos y de energía eléctrica. Fue entonces que comencé en el sector extractivo o de energía.
¿Qué te parece trabajar en este sector, que es tan importante para el país?
Este es un sector muy especializado, que exige actualizarse e informarse permanentemente. Además, concentra mucha inversión nacional y extranjera, sobre todo en el sector minero, el cual conozco más específicamente. Es un área que mueve gran inversión, genera muchos puestos de trabajo y mejoras para los pobladores de su zona de influencia. Hay lugares inhóspitos, donde los servicios del Estado no llegan y es el inversionista quien asume muchas responsabilidades sociales, dando trabajo, haciendo caminos, remodelando hospitales, colegios, etcétera.
También hay desavenencias sociales, sobre todo por el tema de contaminación...
Es cierto, y no vamos a negar que en ocasiones las cosas no se han desarrollado de la mejor manera en nuestro país. Pero hay cambios normativos que ha dado el Estado que son positivos e incluyen mucha fiscalización ambiental. El Ministerio del Ambiente tiene un organismo especializado, que es la OEFA, que fiscaliza no solo la actividad minera, también la petrolera, el tema del gas y todas las industrias en realidad, pesquería, construcción… Con la OEFA se está repotenciando el cumplimiento de las normas ambientales.
¿Recuerdas cuál fue tu primer trabajo?
Mi primer trabajo fue en un estudio pequeño, Maraví y Santillana. Ahí me ocupaba de procesos concursales y de insolvencia. Después me fui al Estudio Ferrero, donde tuve mi primera experiencia con la minería. Estuve dos años en asuntos corporativos y minería. Cuando me fui a estudiar la maestría, en el 2000, dudé entre hacer una maestría en derecho corporativo o en derecho ambiental minero. Terminé eligiendo el corporativo, porque estaba en los inicios de mi carrera y porque especializarme en corporativo me daba más flexibilidad.
¿Dónde hiciste la maestría?
En Duke, Estados Unidos, muy buena universidad, muy bien rankeada, tanto en su escuela de negocios como en medicina y derecho. Fue una gran experiencia a nivel personal y profesional, y una oportunidad de crecimiento. Hasta ahora tengo contacto con mis compañeros de estudios de hace más de 15 años. Están en diferentes países, son socios de firmas grandes y eventualmente me contacto con ellos para algunos negocios en conjunto.
¿Adónde fuiste después del Estudio Ferrero?
Tuve un paso breve por el Estudio Berninzon, Loret de Mola y Benavides, hoy Berninzon y Benavides. Permanecí un año ahí y, ya que tenía experiencia en los sectores energético y de minería, sentí que me faltaba el último eslabón, que eran petróleo y gas. Surgió la posibilidad de trabajar en Pluspetrol y la tomé. Fue muy interesante ver asuntos de petróleo y gas. Después pasé a Nyrstar, a una posición regional, que también fue muy interesante, exclusivamente en temas de minería. Hacía contratos mineros, me encargaba de las concesiones mineras que se pedían al Estado, vinculaciones con el Estado, con el Ministerio de Energía y Minas, la OEFA, la autoridad del agua, incluso temas con comunidades campesinas. Reportaba a gerentes generales de otros países, y solía viajar donde correspondiera.
¿Has viajado al interior del país, a conocer las minas?
Sí, por supuesto. He estado en minas del Perú, Honduras y Chile.
¿Qué sensaciones has tenido en esos lugares?
Son lugares cargados de mucha mística.
¿En qué sentido?
Hay muchas creencias. Por ejemplo, los mineros dicen que una mujer no debe entrar a una mina, porque entonces la mina se pone celosa y ello implica un riesgo de derrumbes. También está la leyenda del muqui, que es un duende que se pasea por la mina. Ese tipo de creencias son ancestrales y las encuentras en toda Latinoamérica, sobre todo la creencia relacionada con las mujeres.
¿Has ingresado a un socavón?
Sí, es como hacer un viaje al centro de la Tierra. Además, prácticamente te disfrazas, te pones un overol de color naranja fosforescente para que te puedan ver, guantes, botas con puntas de acero para que no se corten, anteojos, casco con linterna, y bajas a niveles profundos.
¿De qué profundidad estamos hablando?
Bajas en un ascensor por aproximadamente 500 metros. En ese nivel hace calor y cae agua. Si apagas la linterna no ves ni tu mano, es una oscuridad total.
¿Cómo te sientes por haber desarrollado tu carrera de derecho en el terreno ambiental y en derecho minero, específicamente?
Me siento muy bien. El tema ambiental se puso en boga en un momento, sobre todo por las nuevas normas y regulaciones que surgieron. Este sector ha tenido muchos cambios a lo largo del tiempo, y depende bastante del ciclo de negocio. Los minerales, como los commodities, suben y bajan los precios, y eso marca la tendencia del desarrollo del sector. Cuando los precios están bajos, se tiende a hacer recortes de personal, y cuando suben, se contrata más personal. Es un negocio cambiante.
¿Qué características profesionales y personales tienes que te han servido como abogado?
Como abogado en este sector, he desarrollado una habilidad fundamental, que es la capacidad de entender a gente que no estudió derecho. He interactuado mucho con ingenieros, antropólogos, sociólogos, con todo tipo de profesionales, que ponen su cuota para que este negocio funcione bien. Tengo la capacidad de entender su lenguaje y hacer que comprendan el mío. Eso, entre otras cosas, es fundamental, porque en muchos aspectos todos trabajamos como un equipo. También he tenido contacto con comunidades, con las que es necesario desarrollar habilidades de comunicación y de conciliación. Además, cuando te diriges al cliente, necesitas hablar en su lenguaje. Usualmente, un gerente general en una minera no es abogado, normalmente es ingeniero, economista o administrador, y entender eso es importante. Igualmente, importa entender los ciclos del negocio para saber cómo plantear las propuestas de trabajo. Ser flexible a los cambios es indispensable.
¿Cómo te fue en tu época de estudiante en la Universidad de Lima?
Me encantó la época universitaria, hice excelentes amigos, y recuerdo que participé en la revista Advocatus. Yo estudié en los años 90, y en ese entonces la Universidad no era lo que es ahora, ha crecido mucho, se ha preocupado por modernizarse en el tiempo. Antes no había parqueo, todos íbamos en bus, eran otras épocas. Todavía mantengo a mis amigos de aquel tiempo, los valoro mucho y nos juntamos cada mes de diciembre, ahora con nuestras familias, comemos pavo y hacemos un intercambio de regalos siempre antes del 25. Esto desde hace 20 años.