26 de Junio de 2020
La satisfacción de trabajar por los demás
Diana Bringas ha encontrado en el trabajo social una forma de desarrollarse profesional y personalmente. Ella estudió Negocios Internacionales en la Universidad de Lima, participó en distintos voluntariados, laboró en algunas empresas y actualmente es responsable de Marketing en la Oficina de Desarrollo de la Compañía de Jesús. Ama su trabajo. Disfruta retarse para lograr sus metas, planificar campañas, conocer realidades distintas, ayudar a los demás y facilitar las cosas para que otros ayuden a los demás.
¿Cuáles son tus labores como responsable de Marketing de la Oficina de Desarrollo de la Compañía de Jesús?
La Oficina de Desarrollo de la Compañía de Jesús tiene más de 48 organizaciones sociales y educativas a nivel nacional. Tratamos de conseguir los recursos necesarios para mantener todos esos proyectos. Tendemos puentes y hacemos alianzas para propiciar la colaboración de la sociedad, de empresas y de fuentes cooperantes del extranjero. También tenemos una plataforma digital llamada Misión OMG!, que invita a colaborar con los distintos proyectos que tenemos con artesanos, con niños de la calle, con albergues para madres adolescentes, etcétera. Lo interesante es que, al realizar una donación, participas en un sorteo para vivir una experiencia única.
¿En qué consiste esa experiencia?
Lo respondo con un ejemplo. La primera experiencia que organizamos se orientó a apoyar unas ludotecas ubicadas en Pamplona Alta. Ahí los niños tienen un espacio seguro de juego y ya no están en las calles, expuestos a peligros. Quienes hacían un donativo para este proyecto ingresaban, automáticamente, a un sorteo de una experiencia única. Esta consistía en un paseo exclusivo con el actor Gonzalo Torres, quien los guiaba en un recorrido turístico por el Centro Histórico de Lima, a la manera de su programa A la Vuelta de la Esquina. Es una experiencia muy bonita, como dice nuestro eslogan de campaña: “Tú ayudas y todos ganamos”. Actualmente estamos con la tercera campaña, que apunta a favorecer a los artesanos de Ayacucho. Elegimos este grupo porque es vulnerable frente a la pandemia de COVID-19, ya que no pueden vender sus productos, y porque la artesanía y la cultura están en emergencia desde hace muchos años. En los últimos quince años, hemos pasado de tener dos millones de artesanos a solo ochenta mil registrados oficialmente. Esta es una oportunidad para apoyar a una parte de la población que en este momento no recibe ingresos económicos.
¿De qué manera apoyan a los artesanos?
Hemos iniciado una campaña muy creativa, consistente en que un artista ayude a otro artista. Así, invitamos a cinco ilustradores profesionales, quienes diseñaron cinco postales cada uno. La idea es que los donantes envíen también un mensaje de esperanza a los artesanos, que nosotros les haremos llegar, junto con las donaciones. Finalmente, entre todos los donantes se sortearán ilustraciones personalizadas.
¿Cómo les va con las campañas de donación en este momento?
Actualmente, se han activado muchas campañas de donación en todo el país, pues mucha gente está afectada por la pandemia y por la inmovilización. En medio de todo, nos va bien. Debo añadir que dentro de mi equipo hay otra exalumna Ulima, y eso me permite ver que la Universidad de Lima nos forma con una mirada estratégica comercial, con un enfoque marcado en la innovación y en el tema comercial. Esto es parte de todas las carreras, está marcado dentro del ADN profesional de la Universidad. Es lo que nos ha permitido no hacer una campaña social más, sino llevar las mejores prácticas del sector privado a esta labor, convertirnos en una plataforma solidaria realmente relevante en este momento en el país.
¿Cómo es un día en tu puesto de trabajo?
Por un lado, está la gestión de Misión OMG! y, en ese sentido, me toca adelantarme en la organización y en el desarrollo de alianzas de próximas campañas. Por otro lado, trabajamos con diferentes públicos y marcas para diferentes sectores, como la marca Misión Jesuita. Diariamente, revisamos las obras sociales de la Compañía de Jesús e ideamos campañas que se adapten a la marca. Asimismo, estamos comenzando a trabajar las propuestas de las empresas, pues muchas tienen un presupuesto para desarrollar voluntariado corporativo. Hoy, quien tiene la iniciativa y la capacidad de innovar más rápido para hacer una propuesta de voluntariado digital, tiene la oportunidad de canalizar la ayuda de esas empresas. Estamos en ese desafío de ser una organización social ágil e innovadora para captar esa ayuda.
¿Has tenido oportunidad de conocer a las personas a las que ayudan?
Sí. He estado en Cusco tres veces, por trabajo. Ahí llevamos a cabo obras educativas como la del Colegio Fe y Alegría, que me ha dejado maravillada, por cómo valoran la interculturalidad. También he estado en comunidades que trabajan cadenas productivas de quesos y han puesto en valor todo el tejido social, al involucrar a todos en la cadena de producción. Por otro lado, estuve en la selva por motivos de trabajo, en la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil, y puedo decir que tuve dos semanas sumamente reveladoras. Conocí una cosmovisión tan distinta a la de la ciudad y sentí un llamado muy fuerte, a nivel personal y profesional, a repensar cómo actuamos en la sociedad, a dejar de ver la selva como un repositorio de recursos naturales. En esa zona hay una cultura y una cosmovisión muy particular de lo que es la naturaleza y la sociedad. Por otro lado, más del sesenta por ciento del territorio peruano es parte de la Amazonía; no es posible que sigamos viendo este lugar simplemente como una fuente de recursos. Gracias a mi trabajo, he conocido muchas luchas. Y he aprendido que nuestra responsabilidad no consiste precisamente en ayudar, sino en tender puentes de comunicación para ayudarnos unos a otros, porque la población a la que llamamos vulnerable ya está haciendo cosas por sí misma. Eso ha sido lo más revelador para mí, reconocer que existen grupos, familias y comunidades luchando por sus derechos y, al lado de eso, ver que nuestra responsabilidad no es salvarlos, sino conocer y luego proponer un trabajo conjunto.
¿En qué trabajabas antes?
Era gerente general de Techo Perú. Estuve ligada a esa organización durante seis años de mi vida, primero como voluntaria, luego como contratada.
¿Siempre te ha llamado el voluntariado?
Yo estudié en el Colegio Sagrado Corazón Sophianum y desde ahí he participado en voluntariados. He estado en Crea+, Voluntades, Techo, y he sido catequista. He trabajado en empresas privadas, en consultoras de CRM, en marketing, en inteligencia de mercados, etcétera. A los diecinueve o veinte años hacía consultoría y me reunía con gerentes generales de grandes corporaciones. Eso me enriqueció mucho, pude comprender cómo analizaban las cosas. Incluso realicé consultorías en otros países. Todo iba bien en mi carrera, pero a los veinticinco años tuve una crisis profesional y comencé a cuestionar qué impactaba más en mi vida, y, definitivamente, eran los voluntariados. Ese domingo o ese sábado que yo invertía en los demás, regresaba a mi casa como otra persona. Me di cuenta de que quería volcar todas mis capacidades profesionales en las organizaciones sociales de desarrollo, quería que eso fuera mi día a día y que se conjugaran mis emociones y mi sensibilidad con mis capacidades profesionales. Fue así que, a los veintiséis años, comencé a buscar las oportunidades para que mi corazón y mi mente se sintieran igual de apasionados.
¿Cómo impactó la Universidad de Lima en tu vida?
Puedo decir que he encontrado a muchos profesionales Ulima en puestos importantes, porque la Universidad nos forma con una mirada crítica y nos reta a innovar constantemente. Yo me llevé todas esas herramientas y habilidades de la Universidad y son las mismas herramientas que hoy me permiten ser ambiciosa, en el mejor de los sentidos. Estudié Negocios Internacionales y tuve muchos profesores que trabajaban en el sector público; eran buenos profesionales, correctos, se preocupaban por hacer que la sociedad funcionara y nos transmitían esa responsabilidad de ser buenos profesionales y de contribuir a formar un país mejor, cada uno desde su posición. Eso me marcó mucho y me motivó a ser la mejor profesional posible. Eso me inspira cada día.