07 de Mayo de 2011
Desde el Embarcadero hacia el éxito
Carlos de la Flor Illich, egresado de la Facultad de Administración de la Universidad de Lima, albergó, desde sus años como universitario, un curioso anhelo: amante del cebiche —su comida favorita—, algún día pondría su propio restaurante y cumpliría el sueño de comer este plato de bandera todos los días. Como él mismo lo dice, la vida está caracterizada por etapas, así que desde los últimos niveles de la carrera entró a trabajar en Backus, empresa donde se mantuvo durante diecisiete años y en la que alcanzó altos puestos. Sin embargo, con la serenidad de un marinero que contempla el mar antes de zarpar, siempre tuvo en el horizonte un claro objetivo: abriría su propia empresa. Junto a tres amigos esa ambición se convirtió en realidad, y ese sueño hoy tiene nombre: Embarcadero 41, que cuenta con siete locales y un centro de convenciones. En noviembre comenzarán una nueva travesía, cuando abran su primer local en el extranjero. Y es que cuando uno posee un embarcadero, la única opción es zarpar y el único destino, en este caso, es el éxito.
¿Por qué elegiste estudiar Administración en la Universidad de Lima?
Cuando era muy chico lo que deseaba era construir, quería ser ingeniero civil. Sin embargo, me di cuenta en el camino de que las matemáticas no eran mi fuerte. Así que en quinto de media tuve que comenzar a reenfocar mi manera de pensar sobre qué carrera iba a estudiar. Fue en ese momento cuando empecé a darme cuenta de que me gustaba administrar, porque iba de acuerdo con mis ideales y habilidades; sobre todo me motivaba la posibilidad de tener un negocio a futuro y poder dirigirlo. Empecé a averiguar en las diversas universidades y escogí la Universidad de Lima porque en ese momento, y hoy lo sigo creyendo, es la mejor opción. Hoy siento que fue la mejor decisión que tomé en mi vida. En aquel entonces, más o menos 1983, no existían especialidades como hoy; sin embargo, la parte que más me atraía era la relacionada con ventas y marketing. Es lo que me encanta hacer y a lo que me he dedicado a lo largo de toda mi vida.
¿Puedes compartir algunos recuerdos de tu etapa universitaria con nosotros?
De la etapa universitaria tengo muchos recuerdos, no solo del aspecto académico sino también del grupo de amigos que formé. Guardo imborrables recuerdos de los campeonatos de fulbito, las semanas universitarias o incluso los viajes que realizábamos con los amigos de la Universidad. La Universidad de Lima me otorgó una excelente formación académica, y en ella también conocí a mis mejores amigos, personas que hasta hoy continúan a mi lado. Además creo que uno forma su red de contactos en las aulas, pues no solo se te imparten conocimientos sino que también aporta mucho en el aspecto de las relaciones, un tema que hoy en día es muy importante. Sin dejar de mencionar el gran nivel de los profesores, con quienes tengo muchas anécdotas: muchos solían hacerme la vida imposible, sin embargo al final del curso ellos se convertían en un amigo más, grandes consejeros y guías. Además, siento que le debo muchísimo a mi formación en la Universidad porque sin lo aprendido en sus aulas no habría alcanzado los resultados que tuve trabajando para Backus, primero, y luego con mi negocio.
Cuéntanos acerca de tus experiencias profesionales y el nacimiento de Embarcadero 41.
Para mí la vida se define por etapas. Yo salí de la Universidad pensando en, a futuro, poder construir mi propia empresa, pero en el intermedio quise trabajar en una gran empresa para aprender más y fortalecer la teoría que había adquirido en las aulas. De alguna forma utilizar esta empresa como una herramienta hacia mi objetivo final, que era abrir mi empresa propia. Así que cuando ni siquiera había salido de la Universidad, en octavo ciclo, postulo al Área de Mercadeo y Ventas de Backus y logro ingresar. Ahí permanecí durante diecisiete años, realizando una interesante línea de carrera e incluso alcanzando puestos importantes dentro de la organización. Pero luego de todo ese tiempo en Backus decidí que era momento de pasar a la siguiente etapa, continuar mi camino; así que formé mi empresa para escribir un nuevo capítulo en mi vida. Esto sucedió cuando había llegado a ser gerente regional de lo que en ese momento era Cervesur, en la ciudad del Cusco. Fue así que en el 2002, cuando aún me encontraba en Backus, opté por juntarme con dos amigos y abrir un restaurante. En ese entonces no nos imaginábamos que alcanzaría la magnitud que posee hoy, empezó prácticamente como un hobby. Cuando el negocio comenzó a tomar rumbo, vi que renunciando a la cervecería y dedicándole el cien por ciento a lo que en ese momento era mi pequeño negocio, podía hacerlo crecer mucho más. Dicen que el que no arriesga no gana, así que salí de Backus y me la jugué por mi empresa. Creo que en este tipo de decisiones se descubre la mentalidad de las personas, porque cuando uno se propone algo en la vida debe luchar con todas sus armas para lograrlo. Incluso muchos amigos me decían que estaba tomando una decisión incorrecta, pero yo consideraba que era la apropiada y decidí esforzarme por demostrarlo. Gracias a Dios, junto a mis socios hicimos las cosas bien y ahora Embarcadero 41 es lo que es.
¿Por qué un restaurante de comida marina?
Ese sí es un tema anecdótico. Yo comía cebiche todos los días, o al menos lo intentaba, era mi plato favorito, y cuando era universitario no tenía los recursos para poder hacerlo todos los días porque no es un plato barato. Así que me propuse abrir una cebichería, en algún momento de mi vida, para poder disfrutar de mi comida preferida todos los días y gratis. Te soy sincero, realmente por ahí empezó el tema. Sin embargo, lo que empezó como un hobby pronto se convirtió en algo que auguraba un gran éxito, pues poseíamos muchas fortalezas para hacer crecer el negocio. Le dedicamos todo nuestro esfuerzo, empezamos a invertir más empeño y dinero, buscando el crecimiento de nuestra pequeña empresa.
¿Por qué Embarcadero 41?
Cuando nos juntamos los tres para formar el restaurante, cada uno propuso un nombre, y uno de ellos provino de uno de mis actuales socios, que había trabajado en la bahía de San Francisco, en Estados Unidos. En esa bahía existen muchos embarcaderos donde cuadran todos los cruceros, transatlánticos y buques de carga; y el más famoso era el número 41, así que mi socio eligió ese nombre por eso. Luego de que cada uno había pensado un nombre, los colocamos dentro de un gorro y el azar quiso que saliera este; lo bueno fue que a mí y a nuestro otro socio nos encantó.
¿Es difícil trabajar con socios?
No es fácil. Inicialmente empezamos tres socios, uno de ellos ya no está, pero otro entró para reemplazarlo dentro del equipo. Por un lado es difícil tener una sociedad, es como un matrimonio: a veces cada uno posee una manera distinta de pensar, y llegar a un acuerdo no es sencillo. Por otro lado, la parte positiva de una sociedad es que resulta cierto eso de que tres cabezas piensan mejor que una, además nos complementamos. A veces uno no tiene el tiempo, por ejemplo; como yo, que en un principio trabajaba y vivía en Cusco, y no habría podido manejar solo un negocio en Lima. Los años nos han enseñado a llevar esta sociedad de una buena manera; probablemente de no haber estado los tres juntos no habríamos llegado hasta donde lo hemos hecho. Además, cada uno tiene diferentes cualidades y se enfoca a diferentes áreas. Yo, a lo que es el área administrativa, a ventas, marketing y relaciones públicas; mi otro socio se ha concentrado en lo relacionado con cocina; y el tercero, a lo referente a los sistemas y la logística. Afortunadamente no hubo enfrentamientos porque cada uno se especializó en algo distinto, y eso nos ayudó a crecer de modo más veloz.
¿Cuáles son los secretos del éxito de Embarcadero 41?
Creo que se trata de todo. La parte de cocina fue fundamental. La compra de insumos también, un tema básico en el rubro de restaurantes. Las estrategias de marketing y ventas fueron las más adecuadas. No le daría un mayor peso a un área en especial, sino que la combinación de todas nos ha permitido trabajar como lo hacemos. En un comienzo nosotros hacíamos todo: comprábamos, nos comunicábamos con los medios de prensa, íbamos al terminal, etcétera. Ha sido importante el hecho de empezar desde abajo e ir conociendo cada aspecto del negocio, eso te enseña muchísimo y a largo plazo determina que tu negocio sea mejor. Otro factor importante es no estancarse, siempre buscar crecer y evolucionar. Conozco a muchas personas que, lamentablemente, abren un negocio pero sacan dinero de caja a cada momento para atender demandas personales. En ese sentido, nosotros desde un inicio fuimos muy claros al respecto: por encima de nosotros tres se encontraba el futuro del negocio, así que ahorrábamos mucho dinero y poco a poco pudimos mejorar los locales. Por ejemplo, empezamos con una cocina de casa y después, gracias a nuestra visión a futuro, pudimos comprar una cocina industrial que nos ha permitido competir a la par con el resto de restaurantes. En conclusión, el hecho de reinvertir en tu negocio, sobre todo durante los primeros años, es clave para que tu empresa se desarrolle en el futuro.
¿Cómo se mantienen vigentes en un rubro tan competitivo?
El proceso de mejoramiento continuo y calidad total es clave. Uno debe mantenerse innovando permanentemente. En nuestro caso, nosotros sacamos una carta distinta una vez al año, con platos nuevos, y remodelamos los locales constantemente. Hace una semana, por ejemplo, hemos finalizado la remodelación de nuestro local de San Isidro; con una inversión muy fuerte ya que al lado de nosotros, dentro de la zona financiera del Perú, han abierto muchísimos restaurantes. Entonces, si tú no ofreces visualmente algún cambio o novedad a tus comensales, las personas se empiezan a aburrir de ver o comer siempre lo mismo. Ante este boom gastronómico que ha impulsado que aparezcan nuevos restaurantes, uno debe estar siempre mejorando e innovando para que tus clientes se sientan contentos en tu local y no busquen uno nuevo.
¿Cómo surge el centro de convenciones Embarcadero 41?
Nosotros en realidad poseemos dos conceptos de negocio. Está el tema gastronómico, con los siete restaurantes, y también el centro de convenciones. En el año 2005, los tres socios nos dimos cuenta de que había una necesidad insatisfecha entre los jóvenes de Lima. Veíamos que todos los sábados en nuestro restaurante principal, el de Surco, a partir de las cuatro o cinco de la tarde, los jóvenes se quedaban tomándose unas cervezas. Así que pensamos: si la gente joven permanece aquí tomándose unas cervezas es porque no tiene otro lugar a donde ir. Decidimos probar con un concepto nuevo: invitar a un grupo de música los sábados a partir de las cinco de la tarde, en el mismo local de Surco, y la cosa comenzó a caminar. Incluso no solo se quedaban los que estaban almorzando, sino que venía gente de afuera. Quisimos arriesgar una vez más y nuevamente se dieron los resultados. A fines del 2006 llegamos a tal punto que ya este local quedaba chico para toda la gente que nos visitaba. Así que en el 2007 decidimos trasladar el tema de la diversión por los sábados en la tarde a un local más grande y subarrendamos un lugar en Barranco. Lo tuvimos por dos años, pero la necesidad de mejorar y ofrecer mayor calidad a nuestros clientes nos llevó a comprar un espacio y prepararlo con la distribución adecuada para el concepto que habíamos creado. Es así que en el 2009 adquirimos un local de mil quinientos metros cuadrados en Barranco y durante ese año nos dedicamos a ambientarlo. Lo abrimos en el 2010 y ahora es el centro de convenciones Embarcadero 41, con una capacidad para dos mil personas y estacionamiento para doscientos autos, y donde muchas empresas grandes realizan sus eventos corporativos. En resumen, de pequeñas ideas se pueden lograr grandes cosas, es cuestión de tener la decisión y asumir los riesgos.
¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
Tenemos dos proyectos para este año. Uno es internacionalizar la marca Embarcadero 41, y en lo que se refiere a ese tema ya tenemos un contrato cerrado en Ecuador: en el mes de noviembre estamos abriendo nuestro primer local allá. Otro proyecto importante es empezar una empresa de catering, aunque aún se encuentra en evaluación si se concreta este año o el próximo. Nosotros siempre nos planteamos uno o dos objetivos importantes por año. Sin dejar de mencionar que tenemos planeado entrar a la norma ISO 9000, una norma de calidad internacional fundamental porque nos abrirá muchas puertas en el extranjero.
Para terminar, ¿almuerzas cebiche todos los días?
Ya no, ya me cansé, me están saliendo escamas (risas). Aunque no lo creas, y esto sí es anecdótico, luego de abrir mi empresa comencé a hacerlo, pero hay un momento en el que te llega a cansar. Me encantan los pescados y mariscos pero me he vuelto mucho más gastronómico en general. Embarcadero 41 ya no solo es pescados y mariscos, sino que le hemos agregado la palabra fusión y hemos añadido a nuestra carta todo lo que son pastas, carnes, pollos, etcétera. Creo que la gastronomía tiene que ir innovando, desarrollándose y ampliándose. El que se detiene bajo un solo concepto posiblemente se va estancando en el tiempo. Así que ya no como cebiche todos los días, quizá entre tres a cuatro veces por semana pero ya no los siete días. Digamos que ahora, por suerte, puedo comer diferentes tipos de comida en mi propio restaurante (risas).