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Protestas antirracistas, el mito del mestizaje y cambios de marcas
A raíz del asesinato del afroestadounidense George Floyd, las protestas antirraciales han tenido un alcance internacional. Además de Nueva York, Washington y otros lugares de Estados Unidos, Bruselas, Budapest, Madrid y Roma son algunas de las ciudades donde ha habido importantes movilizaciones. ¿Cómo se llegó a este punto? ¿Y cómo el tema se deslizó hacia las marcas y el marketing? Jaime Bailón, graduado y docente de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, reflexiona al respecto y también sobre la discriminación presente en el Perú.
No es la primera vez que en Estados Unidos los policías cometen abusos contra la población afrodescendiente. ¿Qué ha llevado en esta ocasión a las personas a protestar masivamente, incluso en otros países?
Lamentablemente, en Estados Unidos los abusos de las fuerzas policiales contra las minorías, y sobre todo la minoría afroamericana, son frecuentes. Hay casos de brutalidad policial que han sido extremos. Hemos visto en los medios casos de policías que han matado a adolescentes desarmados. Y las manifestaciones, sobre todo de la población afro, pero también de la población en general, que rechazan este tipo de actitudes, son también frecuentes. Lo que llama la atención es la repercusión que ha tenido este caso a nivel internacional. Tal vez la diferencia es el contexto en el que se ha dado, pues el presidente Trump tiene un discurso confrontacional y abiertamente racista, lo mismo que cierto grupo del Partido Republicano. A eso se suma que el hecho no es aislado, sino algo reiterativo, además del momento político electoral de ese país.
¿Estas protestas podrían generar un cambio?
Dudo mucho que esto vaya a cambiar en el mediano plazo, porque la situación política y económica a la que están sujetas las minorías no se va a transformar. El racismo es un problema cultural, sistémico, político y económico. Se tiene a una población en situación de exclusión, relegada económica y socialmente, y nada hace creer que eso vaya a cambiar en el corto y mediano plazo. Ahora, el racismo también es consuetudinario en el Perú.
¿Qué características tiene el racismo en nuestro país?
La diferencia posiblemente radique en que en Estados Unidos se habla con más claridad y se denuncia con más claridad también. El racismo, hasta hace no mucho tiempo, pasaba inadvertido en países como el nuestro, porque estaba naturalizado. Esa situación está cambiando. El racismo en países como el Perú o en Sudamérica es posiblemente mucho más doloroso. Aquí el mito del mestizaje es tan arraigado que se suele repetir que el que no tiene de inga tiene de mandinga, pero rechazamos a ese alguien que es tan cercano a nosotros, un amigo o un familiar que es menos blanco, o el propio individuo rechaza su parte indígena o afro y trata de “blanquearse”. Eso es terrible. Es un componente muy particular del racismo que se practica en países donde el mestizaje ha sido una ideología fundacional. Y no estoy diciendo que en Estados Unidos no tengan su cuota de dolor, porque obviamente esto afecta la integridad psicológica del individuo, pero en el Perú la forma como se practica también tiene su carga emocional, que afecta la integridad del sujeto. En el Perú, ocho de cada diez peruanos viven en la informalidad. Es decir, ocho de cada diez peruanos tienen un empleo precario.
Las protestas por el caso George Floyd han traído como consecuencia algunos cambios en las marcas, que quieren evitar connotaciones racistas. ¿Qué opinas al respecto?
Esa es una estrategia que las marcas han utilizado hace tiempo: adoptar un discurso políticamente correcto y defender todo tipo de minorías, no solo las raciales, sino también las sexuales. Calvin Klein acaba de tener como modelo a un activista trans, y hay marcas que están transformando sus logotipos o sus isotipos, tratando de acabar con estos temas raciales, lo que me parece positivo. Los medios de comunicación, las marcas y la publicidad son agentes que pueden ayudar al cambio social o de mentalidad, pero el cambio no debe ser solo cosmético, sino también a nivel de las estructuras políticas, sociales y económicas. Habría que poner mucho énfasis en este tema de la exclusión, porque es muy difícil empoderar a un grupo si lo tienes en una situación de exclusión y de pobreza.
¿De qué depende que un hecho se califique como racista? ¿Se podrían confundir estereotipos racistas con tradición cultural?
Los estereotipos de los diversos grupos étnicos están asentados en representaciones, en marcas, en programas cómicos. Son cosas que, obviamente, se tienen que cambiar. A mí me preocupa que el eje de la discusión, de la lucha por los derechos y la inclusión de las poblaciones minoritarias y vulnerables, se centre en lo bueno y lo malo del cambio de logo de una marca. Es interesante, pero la discusión debe dirigirse hacia cómo hacer para cambiar los mecanismos de exclusión a los que están sometidas estas minorías, cómo hacer para incluirlos, para que puedan competir en igualdad de condiciones con los otros. Esto prácticamente no se discute. Creo que uno de los primeros pasos para cambiar es empoderar a estos grupos. No se trata solo de cambios de imagen, que está bien que se den, sino sobre todo de cambios para mejorar sus condiciones, especialmente económicas. Yo creo que eso es fundamental, no se debe dejar de lado en la discusión el tema de cómo hacer que un grupo de peruanos que vive del día a día salga de esta condición de precariedad tan extrema.
¿Es posible que el componente racial se presente en los discursos políticos de nuestras elecciones del 2021?
Sí, suele suceder, pero lamentablemente una vez que termina el proceso electoral, las cosas vuelven a su normalidad, donde los excluidos siguen siendo excluidos. No se establece ningún mecanismo para que las poblaciones más vulnerables tengan algún tipo de representación, para que se integren a la economía formal y salgan de la pobreza. Es increíble cómo el Perú, con veinte años de crecimiento económico, puede tener el setenta por ciento de su economía informal. Eso significa que no hemos hecho absolutamente nada al respecto. Más de la mitad del país vive del día a día y eso nos ha explotado en la cara en esta pandemia.