Cuando llegaban las vacaciones del colegio, Isabel Arias y sus siete hermanos armaban sus maletas y viajaban a Chanchamayo, junto con su madre, para ver a ver a su papá, quien trabajaba arduamente en la mina San Vicente y amaba transmitirle a su familia todo lo que sabía de este negocio.
Isabel disfrutaba el clima, el paisaje y las conversaciones con su papá, Jesús Arias. Aprendía sobre la forma de extraer el mineral, las maquinarias y el entorno geográfico y social. Descubrió que, al igual que su padre, ella también amaba la minería.