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Contabilidad pura y otros temas
Con su propia empresa, Antut Advisors, Carlos Valle brinda servicios de consultoría contable y auditoría. Su compañía cuenta con especialistas en precios de transferencia, asesoría tributaria, adquisiciones de negocios, valorizaciones, entre otros. La formó en el 2018 y, debido a su experiencia en el campo de la consultoría, le ha ido bien. También ha escrito un libro, Fronteras contables, en el que habla de las relaciones de la contabilidad con las criptomonedas, la robótica, el futuro de la partida doble, la teoría de control interno y su empleo para combatir la corrupción, entre otros temas. Carlos estudió Contabilidad en la Universidad de Lima.
¿Recuerdas cómo empezaste en el terreno de las consultorías?
Empecé en BDO, como practicante en Auditoría, cuando la firma recién estaba formándose. Estuve ahí 18 años y me sirvió mucho esa experiencia. Trataba con clientes de diferentes sectores, lo que me permitió acumular una experiencia invaluable, que ahora aplico con nuestros clientes desde mi propia compañía, Antut Advisors, la cual fundé con mi socio Christian Privat, en el 2018. Una prueba de que las cosas caminan bien es la recurrencia, nos vuelven a llamar los mismos clientes con los que estamos desde que empezamos con nuestra compañía, y también se van incorporando otros. Hemos tenido bastante acogida en empresas de sectores como el agrícola, minero, energía y servicios de ingeniería.
¿Qué dificultades han tenido tus clientes en las que les has podido ayudar?
El tema que más afectó en la pandemia, desde el punto de vista contable, fue el deterioro. Muchos negocios interrumpieron de súbito sus actividades. En el caso de las compañías agrícolas, el acceso que tenían a ciertos mercados –como Europa, Japón y Estados Unidos– se vio restringido. Su producción se perdió o la tuvieron que colocar en el mercado local, que pagaba menos. Se analizó detalladamente cómo tratar los inventarios, los costos adicionales por Covid y la posibilidad de que parte de su infraestructura pudiera requerir provisiones, producto de su desvalorización. Hemos tenido bastantes consultas en esos temas. Ahora ya estamos en una etapa distinta, los negocios están más normalizados. Finalmente, las empresas han resurgido, en términos generales, aunque muchas han tenido pérdidas y costos mayores. El 2020 ha sido un año absolutamente atípico, porque la estructura de costos o el comportamiento de los clientes no han sido los normales. Aunque también ha habido negocios a los que les ha ido muy bien. Por ejemplo, una empresa que vendía agregados para construcción vio cómo se multiplicaron sus ventas, ya que por diversas razones la competencia no podía acceder al mercado, y lo han tenido prácticamente cautivo por varios meses. No todo ha sido malo en los negocios, pero lamentablemente hubo muchas pérdidas de vidas, así como una baja significativa en la empleabilidad.
Volviendo a sus inicios, ¿cómo consiguieron a sus primeros clientes?
En un comienzo, junto con mi socio, pensamos que íbamos a trabajar con empresas emergentes, pero no fue así. Nos llamaron de empresas que ya conocíamos para trabajar temas en que había conflicto de independencia con las firmas auditoras conocidas. Hay cosas que dichas empresas no pueden realizar, de modo que para esos temas nos contratan a nosotros. Fundamos nuestra propia empresa, porque pensamos que el mercado ya nos conocía por la labor que veníamos desempeñando, y nos ha ido bien.
¿Aparte de BDO, has trabajado en otra empresa anteriormente?
No he rotado mucho, he tenido muy pocos trabajos. Empecé practicando en el año 90 en Pazos, López de Romaña, Rodríguez, que después fue BDO. Tuve la suerte de conocer a los socios fundadores, Manuel Pazos, César Rodríguez y Miguel López de Romaña. Justamente César Rodríguez era mi profesor en la Universidad de Lima, uno de los mejores que he tenido, además de excelente ser humano. Él reclutó a algunas personas, y entre ellas estaba yo. Empecé en el 90, cuando estaba de moda el ajuste por inflación. Yo era un practicante y me gustó el tema. En un momento salí de BDO, porque formé un negocio con unos amigos que se dedicaban al servicio de electricidad, instalaciones, como microempresarios, una excelente experiencia también. Me quedé ahí un año y medio, más o menos. Luego volví y permanecí en BDO desde 1993 hasta 2011. Pasé por todas las posiciones, desde practicante hasta gerente de Auditoría.
En mis últimos años en BDO dediqué mucho tiempo al dictado de cursos, así como a responder consultas sobre normas internacionales de información financiera (NIIF), y es por esto último que, a fines del 2011, me incorporé a KPMG para hacerme cargo del área de Accounting Advisory Services (AAS). Me encargaba de los procesos de primera adopción de NIIF en la época en la cual este servicio era el más demandado, para luego asistir a muchas empresas en la adopción de los nuevos estándares contables relacionados con ingresos, arrendamientos e instrumentos financieros, así como trabajos de consultoría contable de la más variada índole. En AAS logré ser promocionado a director. Fue una gran experiencia, pues la cultura de trabajo en equipo en KPMG es muy fuerte, además de contar con excelentes líderes, eso me dio la oportunidad de participar en proyectos conjuntos sumamente complejos, con especialistas legales, tributarios, informáticos y de procesos, tanto peruanos como extranjeros. Aparte, tenía la ventaja del contacto regional, siempre podíamos recurrir al apoyo de especialistas en otros países. Yo reportaba a personas en Chile y Brasil, y con ellos las dudas se podían elevar incluso a Estados Unidos o Londres. Con toda esa experiencia, me animé a formar la firma.
También has publicado artículos…
Siempre me ha gustado escribir. César Rodríguez, que es un conocido especialista tributario, me invitó a publicar con él, en coautoría, una serie de artículos. Pasado el tiempo, empecé a publicar por mi cuenta y me fui especializando en temas NIIF. Publicaba principalmente en Análisis Tributario y Enfoque Contable, ambas editadas por AELE, bajo el liderazgo de Luis Durán y Marco Mejía, ambos notables profesionales y grandes amigos. Otra publicación que me brindó la oportunidad de dar a conocer trabajos de investigación un poco más extensos fue la revista colombiana Legis, de contabilidad y auditoría.
¿Recuerdas un proyecto que te haya impactado mucho a lo largo de tu carrera?
Varios me vienen a la mente. En BDO tuvimos el caso de un banco transnacional muy importante que usaba tres planes de cuenta y era complicadísimo rastrear el origen de una serie de ajustes de consolidación, llegamos realmente a hacer un trabajo de arqueología contable, pero los resultados fueron bastante satisfactorios. En BDO, otro encargo sumamente desafiante fue liderar al equipo de trabajo para auditar una compañía de seguros, una de las ramas más especializadas de la contabilidad. En KPMG también participé en proyectos sumamente retadores. Una vez, un grupo empresarial peruano que tenía operaciones en toda la región latinoamericana realizó una reorganización que debimos planificar y llevar a cabo para toda la región. Era interesantísimo, porque había que revisar la legislación de cada país, así como sus complejidades contables y operativas. Otros proyectos que recuerdo en KPMG guardan relación con mi participación en la evaluación contable y tributaria de contratos que implicaban transacciones entre empresas localizadas en varios países.
¿De qué trata tu libro Fronteras contables?
No es un libro sobre las NIIF, contrariamente a lo que la mayoría de las personas que me conocen hubieran esperado. Soy de la idea de que un contador en el Perú no debe pensar que las NIIF lo son todo. Antes de las NIIF hay una historia y doctrina contable muy rica. Siempre me ha gustado leer sobre teoría contable pura y, a lo largo de diez años, en mis tiempos libres, que son muy escasos, investigué al respecto. Eso implicó desarrollar una serie de temas relacionados con los límites de la contabilidad. En este libro, trato temas como la contabilidad de las criptomonedas, la amenaza que representa la robótica y la inteligencia artificial para los profesionales contables, la posibilidad de una sustitución futura de la partida doble, así como la necesidad de desarrollar una teoría contable relacionada con el impacto ambiental. Cada capítulo es un caso, trato de ir a un límite e intento conjugar con otras especialidades, porque me gusta leer también de otros temas, como filosofía e historia. Es un libro inusual para el medio. A mucha gente le ha gustado y es de acceso gratuito en la página web del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario. Tengo muy pocos ejemplares impresos y los estoy donando a las universidades. No pienso hacer dinero con el libro. Lo que deseo es compartir conocimiento y contribuir al debate de temas de la especialidad.
Finalmente, ¿qué recuerdos guardas de la Universidad de Lima?
Tengo los mejores recuerdos de la Universidad. Hice grandes amigos, con quienes sigo en contacto. La mía fue una generación brillante, muchos de mis compañeros tienen cargos importantes en empresas, otros son socios en firmas de auditoría. Debo decir que cuando ingresé a la Universidad de Lima, no pensaba seguir la carrera de Contabilidad, pensaba estudiar alguna ingeniería, pero luego decidí seguir comunicaciones y pronto me di cuenta de que eso no era lo mío. Seguía en Estudios Generales aún, y me encontré con un gran amigo que se había pasado a Contabilidad, me enteré más de la carrera, me interesó, y esa es la carrera que estudié. No me arrepiento de mi decisión. Recuerdo como si fuera ayer el pabellón donde estudiábamos, también la Biblioteca. En los últimos dos años no he podido ir, pero a veces regreso a buscar alguna información, porque la Biblioteca de la Universidad es muy buena. En la entrada del primer piso hay una frase de Carlos Cueto Fernandini, que dice: “Leer es una de las mejores formas de ejercitar la libertad”, y eso es una gran verdad.
Por otro lado, recuerdo las reuniones con los amigos, las amanecidas para completar algunos trabajos, y a profesores muy buenos que te exigían y hacían realmente estudiar. Es una carrera que tiene mucho campo de acción. En sexto ciclo ya podíamos practicar, entonces los horarios de clases pasaban a la noche. Eran jornadas extenuantes, pero muy gratas.