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Devenires y reacciones del estructuralismo
Organizada por el Grupo de Investigación Semiótica (GRIS) del Instituto de Investigación Científica (IDIC) de la Universidad de Lima, la segunda charla del ciclo “Tendencias contemporáneas en semiótica” se llevó a cabo el 27 de julio. El ponente fue Manlio Iofrida (Italia), profesor de la Università di Bologna y director del grupo de investigación Officine Filosoche, quien brindó la exposición virtual “La ‘historia’ del estructuralismo”. El filósofo Paulo Fernando Lévano se encargó de la traducción.
Iofrida abordó la evolución y el devenir del estructuralismo, así como sus reacciones ante una serie de pensamientos y teorías a lo largo de la historia. El experto precisó que el estructuralismo es un enfoque transdisciplinario que entrelaza la lingüística, la teoría de la literatura, la antropología, el psicoanálisis y la filosofía, y que no es fácil definirlo. Agregó que el estructuralismo evolucionó consistentemente desde la década de 1950, o incluso un poco antes, en 1949, cuando apareció la obra Las estructuras elementales del parentesco, del antropólogo, filósofo y etnólogo francés Claude Lévi-Strauss.
Asimismo, el expositor señaló que el estructuralismo tomó forma cuando diversas voces dejaron de aislarse y se convirtieron en un coro de voces distintas pero consonantes. Iofrida acotó:
“Es un momento feliz de la historia cultural, pero ello no sucede porque la cultura de ese entonces estaba determinada por la historia, sino porque se logró expresar la historia de manera productiva y creativa y responder a la situación histórica, traduciéndola en nuevos y fecundos modelos. La cultura logró volverse una traducción de dicha situación histórica, en el sentido que Walter Benjamin le daba a esa palabra”.
Además afirmó que la década de 1950 fueron los años de la reconstrucción económica y que este contexto influyó en el estructuralismo:
“No podríamos entender lo que es el estructuralismo sin ese trasfondo político, económico e institucional. Se trata de la cultura del gran boom económico, de la sociedad del consumo, de la programación, de la tecnocracia y del keynesianismo. Es un tiempo de clara mejoría de las condiciones de la clase obrera… pero también se formó una clase obrera joven, combativa, hostil a dejarse amarrar por los partidos o sindicatos”.
Iofrida también indicó:
“Mi hipótesis es que, quizás no del todo conscientemente, uno de los significados más importantes del estructuralismo como expresión de todo este precipitado de tradiciones históricas y culturales fue el de reivindicar de nuevo el primado de Europa, por lo menos en lo cultural. Al menos en ese nivel, Europa volvía a encontrarse con una autonomía respecto a los dos bloques: por una parte, el capitalismo anglosajón y su cultura empirista y neopositivista; y por el otro, la Unión Soviética con su marxismo estalinista”.
En otro momento, el especialista destacó:
“En los años 60 tomó fuerza no tanto un rechazo de la historia, sino la idea de una historia espacial o de una arqueología (…) El pasado es ahora, está aquí. La civilización es un estrato frágil, lo primitivo retorna como un zócalo que no ha sido anulado, que no ha sido superado dialécticamente, sino que ha sido conservado”.
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