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Teatro a distancia
Debido a la pandemia de COVID-19, el mundo del teatro viene buscando nuevas formas de acercarse al público. En este contexto, Diego Gargurevich, actor, bailarín y director de artes escénicas, ha dirigido su primera obra de teatro a través de una plataforma digital.
Diego es egresado de Comunicación de la Universidad de Lima y en esta entrevista cuenta su experiencia en la dirección a distancia de la obra Morir cantando, escrita por César de María.
¿Cómo ha sido para ti dirigir esta obra a distancia?
Este formato me ha parecido muy interesante. Si bien es distinto al presencial, manejamos las mismas herramientas y la misma mecánica de trabajo. Hemos tenido dos o tres semanas de ensayos, en las cuales he guiado a los actores, hemos estudiado el texto, hemos buscado su verdad y hemos construido la obra. Obviamente, los ensayos no se han hecho en un mismo lugar físico, sino que cada uno ha estado en su casa, todos conectados a través de una plataforma digital. Hemos repasado las escenas, hemos repetido y corregido todo lo necesario. Debo añadir que esta es la segunda obra en este formato que hacen Los Productores. En esta oportunidad me invitaron a mí para dirigir esta obra escrita por César de María, especialmente para este contexto. Actúan Alfonso Santisteban, Emanuel Soriano y Macla Yamada.
¿Cómo se desarrollan las funciones?
Para las funciones todos nos conectamos vía Zoom y un equipo técnico va viendo qué poncha, que cámaras deben entrar, cómo se comparte el sonido, cómo se coloca la música de fondo, etcétera. Hay todo un manejo técnico.
¿Qué pasa si a alguno se le va la señal de internet en algún momento?
En teoría, cualquier cosa podría pasar, pero nos ocupamos de que todas las personas que participan tengan la mejor conexión de internet posible, a fin de que los espectadores puedan disfrutar la obra.
¿Qué nos puedes contar acerca del argumento?
Morir cantando trata de una despedida, es la experiencia de pasar por el fallecimiento de una persona cercana. Andrés es un chico de veintitrés años que se comunica con su abuelo vía Zoom, lo cual no sería extraño… si el abuelo no hubiese fallecido unos días atrás. Más allá de lo insólito, Andrés logra conectarse con su abuelo a un nivel más profundo del que logró en vida. Esta construcción de su relación con su abuelo, desde el más allá, vía Zoom, es una cuestión mágica en la que ellos se dicen todo lo que no se habían dicho antes. En determinado momento ingresa la hermana de Andrés, Mía, y descubre esta inexplicable y mágica situación en la que se construye un último recuerdo de su abuelo.
¿Cómo han sido los ensayos en esta modalidad a distancia?
Los actores utilizan sus propios espacios, que son sus casas, y yo dirijo desde mi casa también. Eso es lo más interesante. Nada es grabado, todo tiene que estar listo para la función, igual que en la modalidad presencial. No es cine, no es teatro en escena, no es una serie de televisión, es teatro en vivo, pero a distancia.
¿Cómo han manejado el tema de la escenografía y el vestuario?
Lo que se ve en la pantalla es el lugar donde vive el actor. Por supuesto, nosotros tuvimos que ver los espacios previamente. En el texto aparece el cuarto del abuelo, entonces tuvimos que ver qué cuarto de la casa podía funcionar para eso y cómo acomodarlo. También tuvimos que buscar una pared blanca y ver qué tipo de paredes tenían. Era como ir de cacería y todo a través de la cámara. Les pedíamos a los actores que movieran su computadora a un lado, a otro lado… La verdad es que la experiencia ha sido muy interesante, porque transforma mucho tu forma de pensar. En cuanto al vestuario, veíamos con el área de Producción qué tenía el actor y si podía funcionar. Y si, por ejemplo, no tenían un saco que era el ideal para el personaje, entonces buscábamos uno en almacén, lo mandábamos a la lavandería y lo enviábamos al actor. En un 75 % hemos aprovechado el espacio de los actores y lo que nos permitían usar. Creo que, en este momento, los actores se están involucrando en todo lo que se requiere, con total entrega.
¿Qué te ha sorprendido más de trabajar en este formato?
Creo que uno de los beneficios más grandes de empezar a interactuar con este formato es que se van generando códigos creativos distintos. Eso es muy enriquecedor.
¿Hasta cuándo va a estar la obra?
La temporada termina el 29 de agosto y la obra se presenta los viernes y los sábados a las 8 de la noche, por Zoom. Se compran las entradas en la web de Los Productores, la persona recibe un correo de confirmación de la compra y, una hora antes, recibe el enlace de la reunión en Zoom.
Aparte de la obra que estás dirigiendo, ¿cómo ves el movimiento cultural ahora, con la pandemia?
Lamentablemente, esta pandemia nos ha afectado muchísimo a todos. Estamos en plena temporada de circo, pero todo está paralizado. Lamentablemente, creo que el sector artístico va a ser el último en reactivarse, por el riesgo que implican las reuniones masivas. O van a tener que cambiar las cosas, tal como está ocurriendo en Europa o en Asia: los teatros están reduciendo el aforo y están tomando medidas de distanciamiento físico. Creo que eso nos va a tocar en algún momento, pero por ahora seguimos luchando con el número de contagios, así que la situación está difícil. Es cuestión de pensar en nuevos formatos y en abrir nuevas oportunidades.
¿Te refieres básicamente a las plataformas digitales?
Sí, las plataformas digitales pueden conectar a espectadores y podrían generar nuevos espectadores, posiblemente quienes no iban a una función en forma presencial y ahora pueden tener acceso a la cultura y al entretenimiento desde sus casas. Pienso que debemos ver el momento como una oportunidad para generar cambios y ampliar no solo los canales de distribución, sino los objetivos que tenemos en cultura y educación. Es difícil, sin duda, pero no imposible, hay que seguir pensando en soluciones y salidas.
¿Crees que el público no debería perderse esta oportunidad de ver teatro de una manera diferente?
Lo creo, por supuesto. Las manifestaciones artísticas a veces se ven como un mero entretenimiento. Y si bien son un entretenimiento, también tienen otras dimensiones. Son parte de nuestra cultura, son formas de educación y de arte. En ese sentido, hay una necesidad de visualizar el arte, aunque estemos atravesando una pandemia, porque es parte del mundo y de la vida, porque el arte tiene la capacidad de conmover, de entretener, de decir cómo somos.
Tú ingresaste al mundo del arte a través de la danza, ¿verdad?
Sí, comencé bailando en la Universidad, en el año 2007, si no me equivoco, en el Taller de Danza Contemporánea de Carola Robles y Luis Valdivia. Después hice circo y teatro. Eso me ha permitido contar con diferentes herramientas para la construcción de discursos. He dirigido circo y ahora estoy dirigiendo esta obra, por primera vez a través de una plataforma digital. Antes he trabajado con Los Productores en calidad de director adjunto en obras como Las chicas de 4.° C y Hasta las patas. Recientemente trabajé como director adjunto en Mi nombre es Rachel Corrie y, aparte, tengo obras propias de danza.
¿Qué opinión tienes de la Universidad de Lima?
Para mí, la Ulima es un espacio que me dio muchas oportunidades. Cuando entré a Comunicación, no tenía claro en qué me iba a especializar, pero, al entrar en contacto con el área de cine y medios audiovisuales, fue algo maravilloso. La Carrera me dio nuevas formas de pensar y de observar, me dio herramientas. La parte audiovisual se fue trenzando con la parte artística. Yo participé en el Círculo de Artes Escénicas y apoyé en diferentes eventos, estaba en los talleres de Bienestar y después empecé a producir y a asistir en dirección. Apenas terminé de estudiar, empecé mi trabajo como jefe de práctica y luego como docente, por un tiempo. Siempre me gustó la Universidad.