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2023: el año de la resiliencia
En una época en la que las computadoras tienen suficiente capacidad para procesar decenas de petaflops por segundo, en la que existen más datos disponibles y también mayor capacidad de inteligencia artificial, es curioso que nos cueste tanto o más que en el pasado hacer un pronóstico de lo que nos depara la economía en 2023 y en los siguientes años. Esta dificultad para hacer proyecciones sobre la economía no solo atañe a nuestro país —por las razones políticas conocidas—, sino que también se extiende a la economía mundial.
Las proyecciones y predicciones de las variables económicas sobre la base del comportamiento pasado son factibles en función de los datos, los modelos predictivos y la capacidad de procesamiento de dichos datos. Según estas proyecciones, la tendencia inflacionaria debería ceder; la cadena productiva y la de abastecimiento afectadas por la COVID-19, así como el cierre de las economías, están mostrando tendencias a la normalización, y el desempleo debería dejar de ser un problema. Esto llevaría a la estabilización o incluso a la reducción de las tasas de interés. En suma, las proyecciones primigenias indican que la crisis de crecimiento e inflación mundial deberían mostrar un cambio positivo. Lo mismo para nuestro país.
Sin embargo, las variables exógenas no predecibles por ningún modelo de proyección juegan un rol tan relevante que podrían, incluso, revertir las proyecciones de mejora en el crecimiento mundial. Si la guerra en Ucrania se mantiene, se prevén presiones a la contracción del crecimiento de la economía mundial a solo 2,7 % para el año 2023, según el FMI (frente a un crecimiento de un 3,2 % para este año), con un freno mayor en el desarrollo de la eurozona y sus principales socios comerciales. Este factor —la guerra en Ucrania— es de difícil proyección, porque depende de decisiones políticas que pueden tener impactos todavía más decisivos en la economía mundial, al punto que un escalamiento del conflicto podría generar una caída más profunda del PBI mundial. En el caso opuesto, el fin del conflicto podría ayudar a que la tasa de crecimiento mundial sea superior al 3,5 %, con una alta recuperación de la producción en Europa y parte de Asia.
En el Perú, además de los efectos que la economía mundial nos imprime, están los efectos exógenos al modelo predictivo producidos por la inestabilidad política. Es decir, cualquier proyección sobre nuestras variables macroeconómicas tendría doble efecto exógeno desconocido por lo que ocurra en Ucrania, así como en un recrudecimiento de la crisis política interna. Esto generaría un alto grado de distorsión en lo que podríamos esperar del futuro de nuestra economía. Según el BCR, el crecimiento del PBI estaría en el orden del 3 %, similar al que se espera para este año, y la inflación debería ceder del 7,8 % actual a un 3 % el año que viene. Esto —como dicen los economistas— si mantenemos el ceteris paribus (‘Todo lo demás sin cambios’).
Entonces, cuando me preguntan qué espero del próximo año y cuáles son mis proyecciones, no tengo otra opción que apelar a la clásica respuesta del economista: “Depende”. Y esta respuesta proviene del corazón y de la razón, ya que los dos factores mencionados (la guerra en Ucrania y la política interna) pueden jugar un rol mucho más distorsionador que en el pasado, derrumbar todo positivismo e incluso sorprender, para felicidad del más escéptico.
Habiendo dicho lo anterior, sí hay que tener en cuenta el tremendo carácter resiliente de nuestra economía, que se defiende por los precios internacionales de los metales, el alza de precios de los alimentos procedentes de la pesca o por el nivel de demanda interna sostenida, en parte, por una economía de subsistencia informal divorciada de los efectos políticos internos, como lo hemos visto en el último quinquenio. Es decir, existe un piso de crecimiento de nuestra economía que hasta ahora ha permitido que nuestro PBI resista a la inestabilidad política interna y a los efectos adversos de la economía mundial. Desde esa perspectiva, aún podríamos esperar oportunidades de crecimiento, inversión y generación de empleo, aunque principalmente en la economía informal. En tanto, en el sector formal, las oportunidades se presentarán para las empresas más eficientes y productivas que estén dispuestas a ganar cuotas de mercado o ingresar a nuevos sectores donde existan economías de escala. Cuando los mercados crecen menos o dejan de crecer, las oportunidades se presentan para quienes estén preparados para ello.
Por todo lo anterior, no sería atrevido esperar un escenario de moderado crecimiento (de 2 % a 3 % del PBI), con variaciones muy diversas según el sector económico, pero con una alerta de tsunami para el que debemos estar muy atentos, tanto a nivel internacional como interno.
Citar esta entrada de blog (APA, 7.ª edición): Yáñez, E. (12 de diciembre de 2022). 2023: el año de la resiliencia. Blog del MBA Ulima. https://www.ulima.edu.pe/posgrado/maestrias/mba/blog/2023-resiliencia |
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