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Egresado Ulima abre oportunidades para el talento en tecnología
Al observar la importante demanda que tienen los desarrolladores de software en el mercado laboral, Alonso Mujica decidió entrenar a personas en esta labor, a través de su empresa Silabuz. De esta manera, les ayuda a conseguir una oportunidad laboral, un ascenso o un nuevo empleo en el Perú o en América Latina. En ese proceso, Alonso –ingeniero industrial por la Universidad de Lima– fue designado por MIT Technology Review en español como uno de los 35 innovadores menores de 35 años en Latinoamérica. De estos 35 jóvenes profesionales, cinco son peruanos y tres de ellos son egresados de la Universidad de Lima.
En las siguientes líneas, Alonso nos comenta de qué se trata el emprendimiento que dirige y que le ha valido tan importante reconocimiento.
¿Quiénes se capacitan en Silabuz?
Pueden ser personas que han estudiado una carrera o que nunca lo han hecho. Abrimos convocatorias cada cierto tiempo y los candidatos pasan por un proceso de selección riguroso. Seleccionamos a quienes cumplen con el perfil que buscamos: gente con motivación, con ganas de aprender y desarrollarse en esa industria.
¿Necesitan tener habilidades técnicas?
No necesariamente tienen que saber programar, pero sí necesitan ciertos conocimientos previos o habilidades; por ejemplo, de lógica, capacidad para resolver problemas o tener potenciales. Les aplicamos una serie de instrumentos, exámenes y preguntas para su evaluación. También medimos sus competencias blandas, como la capacidad de comunicación y el perfil psicológico. Queremos personas que enfrenten retos y tengan muchas ganas de salir adelante, gente resiliente, decidida a hacer las cosas.
¿Cuánto tiempo dura la capacitación y en qué consiste?
Ofrecemos varias capacitaciones. La más estándar es el entrenamiento para convertirse en programadores. Asumiendo que no tienen bases previas, el entrenamiento técnico y la preparación para el trabajo dura cuatro meses y medio. Tenemos formatos más cortos también, pero son de especialización, para potenciar a personas que ya tienen conocimientos y experiencia.
¿Los que parten desde cero terminan preparados para trabajar en tan solo meses?
Sí. Más del 85 % de nuestros egresados consiguen trabajo. Salen con la capacidad necesaria para hacer una página web y trabajar en tecnología, atendiendo temas de frontend y backend. Frontend es la parte más visual de la página o de las aplicaciones, el equivalente a la pintura de las paredes, las ventanas, las puertas, la mayólica, los acabados. Backend es lo que ocurre por dentro: cómo se procesa la información, dónde se almacenan los datos, etcétera.
¿Cuánto tiempo llevas dedicado a este negocio?
Silabuz funciona desde hace casi seis años, pero el año pasado cambiamos totalmente el modelo de negocio. Es la misma empresa, pero no es el mismo equipo, ni el mismo producto, ni el mismo negocio, ni el mismo desarrollo empresarial.
¿Cuál es la historia de Silabuz?
Comenzamos con cursos virtuales de programación para adultos –algo parecido a lo que hacemos ahora–, en formato de microcursos. También ofrecíamos cursos de programación para niños. Tuvimos esas dos líneas en paralelo durante un año. Nuestra venta era institucional. Lo que más vendimos fue el curso para niños. En el 2018 entramos a Start-Up Chile. Recibimos un fondo y me mudé allá para replicar lo que estábamos haciendo en el Perú. Nos constituimos, abrimos operaciones y arrancamos con algunos clientes. En el 2019 continuamos haciendo lo mismo. Hasta este punto, los cursos de Silabuz eran presenciales. Después entramos a una aceleradora de startups en Puerto Rico y nos dieron un fondo, pero condicionado a digitalizar todos nuestros procesos. Entonces invertimos en el aprendizaje en línea y todo lo volvimos virtual. Finalizamos esta transformación en febrero del 2020 y en marzo vino la pandemia.
Tuvieron la suerte de enfrentar la pandemia con todo preparado para la virtualidad…
Precisamente, lo único que nos permitió sobrevivir fue que estábamos preparados. Pero al principio fue complicado, éramos nuevos en lo virtual y, además, en ese momento estábamos levantando una ronda de inversión, pero se congeló por la coyuntura. Nadie sabía qué iba a pasar. En 2021 abrimos la venta hacia el usuario final, lo que se llama B2C. Nos esforzamos mucho y nos fue bien en verano, pero en marzo y abril ya no colocamos ni el 10 % de lo anterior. En julio y agosto nuevamente aumentaron las ventas, por las vacaciones escolares, pero no volvimos al nivel del verano. Poco a poco volvía la presencialidad y los padres de familia ya no querían que sus hijos pasaran más horas frente a la computadora, sino que fueran a jugar al parque, lo cual era razonable. Llegó un punto en el que esa línea de negocios ya no crecía, y tampoco nuestra línea de proyectos institucionales. Así pasamos a la presencialidad.
¿Qué reflexiones te llevaron a desarrollar el modelo de negocio actual?
Algo muy sencillo: Hay una gran demanda de empleos vinculados con la tecnología. Entonces dijimos: “Hay que hacer algo que se acerque mucho más a lo que realmente queríamos hacer cuando comenzó Silabuz”. Decidimos resetear la empresa y lanzar una propuesta de formación laboral para jóvenes, un programa de entrenamiento que les sirva para salir al mundo laboral. Mi primer ensayo fue con chicos que estaban terminando o que habían terminado el colegio. Les dimos un programa de un año. Se inscribieron muchos chicos, pero el programa les pareció muy largo. Querían un formato más intensivo, para tener trabajo en cuatro o cinco meses. Mientras eso pasaba, un amigo mío, director de marketing en una empresa mexicana de tecnología cuya oficina principal está en Houston, me propuso que forme programadores jóvenes para que luego entren a trabajar en su empresa. Por esos días también me llamaron de otra organización grande y vendimos otro proyecto. Vimos que todas nuestras ventas del último trimestre del 2021 venían del nuevo negocio. Entonces llegamos a la conclusión de que la empresa tenía que renacer. Y cambiamos, fue casi como empezar una empresa nueva, manteniendo el nombre de la anterior.
¿Por qué a esas empresas les conviene contratarlos a ustedes y no a alguien que ya está en el mercado laboral?
Es que faltan muchos programadores en el mercado. Alguien que estudia programación tendrá trabajo de todas maneras durante los próximos cien años. El tema ha llegado a tal punto que hay ingenieros que trabajan en tres empresas al mismo tiempo: en su trabajo del día, en su startup y en su trabajo independiente, porque falta gente. En las organizaciones hay equipos incompletos durante meses, y gente estresadísima. Es un problema gigante. No importa si estuviéramos Silabuz y cien empresas más haciendo lo mismo, igual no nos daríamos abasto para formar a toda la gente que se necesita.
¿Y cómo les está yendo?
Este año vamos a crecer 300 % en ventas versus el crecimiento del año pasado. Actualmente estamos estructurando los planes del próximo año para crecer otro 300 %, y así durante cinco o diez años. Estamos en pleno levantamiento de inversión para expandirnos en Estados Unidos, que es donde nos encontramos ahora. Hemos recibido una inversión en Texas y llegamos por un proceso de entrenamiento con el mismo fondo que invirtió en nosotros. Nuestra misión es formar un millón de programadores. Consideramos que la educación, el entrenamiento, la capacitación e invertir en talento humano es lo mejor que puede hacer un país, la sociedad, el mundo. Somos fieles creyentes de que a la persona con el potencial, la motivación y la preparación adecuados le das la oportunidad correcta y vuela hacia el éxito.
¿Cómo está la empleabilidad de las personas a las que capacitan?
En la actualidad, alrededor del 60 % de las personas que entrenamos, y que son peruanas, consiguen trabajo en el Perú. El resto lo está haciendo en otros países, como Chile, México y Estados Unidos. El impacto es mayor en el Perú, porque es donde comenzamos con esta línea, pero el plan es incrementar nuestra huella en Estados Unidos en más o menos 12 meses, porque es el mercado que tiene más demanda de talento tecnológico alrededor del mundo, lo que es una gran oportunidad para América Latina.
¿Cuántos egresados tienen?
Desde que renovamos Silabuz y sacamos este nuevo modelo, hemos entrenado a más de mil desarrolladores, la mayor parte ha sido en backing, en lenguaje de programación Python, que es muy solicitado en la industria tecnológica actual. Más del 80 % de nuestros egresados están colocados en el mercado laboral.
¿Tienes socios?
Mi socia es Alejandra Puente, mi esposa, que también es exalumna de la Universidad de Lima. Ella estudió Comunicación un año y luego terminó la carrera en Estados Unidos. Yo empecé solo con Silabuz, ella se incorporó al tercer año. Cuando nos conocimos, yo no tenía socios, pero con ella formamos un equipo fenomenal.
¿Cómo te sientes tras haber sido elegido por la revista MIT Technology Review en español como uno de los 35 innovadores menores de 35 años de Latinoamérica del 2022?
Siento mucha satisfacción por el reconocimiento. Es un empujón moral para mí y para todo el equipo de Silabuz. Nos impulsa a buscar más cosas que puedan ayudar a millones de desarrolladores y a miles de empresas para conseguir sus objetivos de crecimiento. A nivel personal y profesional, siento que es el cierre de una etapa, y ahora estoy a la expectativa de lo que viene después, que es bastante ambicioso.
¿Qué emprendimientos has llevado a cabo antes de este?
Uno relacionado con la industria del turismo y puestos de trabajo temporales para viajeros. Fue un proyecto corto que fracasó muy rápido. Después tuve Timov, que comenzó como un medio de comunicación para emprendedores, ingenieros y expertos en tecnología, donde podían contar lo que hacían, pero fue muy difícil monetizar en términos de negocio. Entonces, con mis socios, terminamos haciendo eventos, capacitaciones y temas más relacionados con el networking y el talento. Finalmente, concluimos que no estábamos alineados con la visión de futuro y decidimos cerrar la empresa.
¿En dónde has trabajado, además de tus emprendimientos?
Hice prácticas en cuatro lugares. Uno fue Pacífico Seguros, en operaciones. Otro fue en Industrias Textiles Sudamérica, en planeamiento de la producción. Después estuve en IBM, en posventa de sus servicios financieros, durante un año. Por último, trabajé en Procter & Gamble. Como profesional, luego de graduarme en la Universidad de Lima, estuve dos años en Samsung, primero en Marketing, luego en Trade Marketing y, finalmente, en capacitaciones de producto de dispositivos móviles, básicamente celulares y tabletas. Después pasé a ser gerente de Territorio de Lenovo, un puesto que es como un account manager, un ejecutivo de cuentas. Tenía a mi cargo cuentas del sector de consumo: retail, tiendas por departamento y cadenas de especialistas en tecnología. Fueron dos años, pero los últimos meses estaba más abocado a experimentar con mi emprendimiento, Timov. Finalmente decidí que mi trabajo ideal, el de mis sueños, estaba fuera del mundo corporativo y se basaba en crear algo propio. El problema que me motivaba era la falta de talento tecnológico.
¿Qué es lo que recuerdas de tu paso por la Universidad de Lima?
Me gustó mucho estudiar en la Universidad de Lima. Te brinda una ventana interesante hacia el mundo de la ciencia, la tecnología y los negocios. La Ulima es muy buena en eso. Encuentras de todo y te puedes conectar con todo. Yo estudié Ingeniería Industrial, una carrera que te prepara para que te puedas desempeñar en cualquier parte, porque aprendes un poco de todo. Pero lo principal es que te enseña a pensar de cierta forma, a planificar, a ordenar procesos y manejar una lógica que puedes aplicar en cualquier situación. Esto fue muy bueno para mí. Tengo mucha energía y determinación, a veces soy muy creativo, pero también muy desordenado. Estudiar Ingeniería Industrial me puso una estructura y un orden.
Por otro lado, en la Ulima accedes a un network de profesores y compañeros que están en el mercado laboral. Eso te abre buenas oportunidades. Aparte, la Universidad tiene una infraestructura de primera, está bien ubicada y te brinda todas las facilidades que necesitas, pues siempre está modernizándose y a la vanguardia. Mis años de estudiante los recuerdo con muchísimo cariño. He regresado varias veces como invitado para dar charlas y hacer eventos. Ha sido una experiencia linda estudiar ahí. Muchos de los mejores amigos que tengo son de la Universidad. El primer emprendimiento que tuve lo hice con uno de ellos. En el segundo, dos de los cuatro socios éramos Ulima. En mi actual startup, los dos cofundadores somos de la Universidad de Lima. Mi primera práctica la conseguí en la Bolsa Laboral de la Ulima y un amigo de la Universidad fue quien me recomendó para practicar en IBM. Es una red invalorable.