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¡Gracias por todo, querida Tere!
María Teresa Quiroz ha inspirado afectos, ideas y pensamiento crítico a generaciones de estudiantes en la Carrera de Comunicación de la Universidad de Lima, donde ha sido docente y dos veces decana. Desde hace más de una década, ha llevado con la misma pasión la dirección del Instituto de Investigación Científica (IDIC). Ha logrado hacerlo crecer, atraer a más investigadores e impulsarlos a tener presencia en el país y en el extranjero, así como a construir redes de colaboración. Bajo su dirección, el IDIC ha producido investigaciones de mucho impacto en diferentes áreas y se ha modernizado con recursos tecnológicos que tornan más visibles a los investigadores.
Con 41 años dedicados a la Universidad de Lima y un enorme compromiso con la formación de futuros profesionales y con el desarrollo de la investigación científica en nuestro país, María Teresa se despide del Instituto de Investigación Científica. En las siguientes líneas, rememora su trayectoria en el IDIC y la Universidad, y nos deja ver un poco más de ese lado tan humano que todos admiramos en ella.
¿Cómo era el IDIC cuando asumiste su dirección?
Yo llegué al IDIC en el 2009. En ese entonces, la oficina quedaba en lo que era el pabellón N, en el primer piso. Eran dos oficinas pequeñas, donde básicamente trabajábamos tres personas: una coordinadora, una secretaria y yo como directora. Recuerdo que el primer día que fui a la oficina me llamaron la atención los informes finales de las investigaciones, que estaban empastados y acomodados en unos estantes en dos de las paredes. En ese entonces, la investigación completaba la carga laboral de los profesores; es decir, no tenía una dedicación especial. No era un eje consolidado aún. No había un fondo concursable propio ni proyectos con fondos externos. Entonces, en estos años, hemos logrado bastante. Ahora tenemos un área de edición, de practicantes, de eventos, de metodología, de evaluación de proyectos, de gestión de proyectos con fondos externos, el CRIS… Esta evolución no tiene que ver solo con que hayamos podido gestionar con éxito ciertos procesos, sino con la mirada que hemos tenido de varias cosas. Una, por ejemplo, fue el trabajo en equipo. Fuimos creciendo. Al inicio éramos tres personas, y luego, poco a poco, fueron llegando los demás compañeros: íbamos identificando a quienes podían aportar al crecimiento del IDIC y los invitábamos a formar parte. Recuerdo que los primeros en llegar fueron algunos investigadores de ingeniería, gente muy talentosa que enseñaba mucho y que también podía investigar. Las historias de ellos son bien interesantes, han llegado desde la física, la química, la biología… Hemos pasado también por varios espacios en la Universidad. Recuerdo que incluso compartimos oficinas con Posgrado antes de llegar al edificio donde estamos actualmente, el O2. Para mí, lo maravilloso de llegar al O2 fue tener un espacio especial para los investigadores y sus practicantes, con todo lo necesario para que trabajen con tranquilidad. Este cambio también es una muestra de cómo la investigación se ha ido consolidando en la Ulima y ahora es reconocida. Mira, hasta el nombre de nuestro instituto: ¡ya nos hemos hecho conocidos como el IDIC! Está posicionado dentro y fuera de la Universidad.
¿Cómo han logrado esta evolución en la investigación de la Universidad?
Para empezar, poniendo al investigador como columna vertebral de nuestro sistema, mejorando sus condiciones para investigar y que pueda tener un número mayor de horas dedicadas a sus proyectos. Hemos buscado desarrollar la carrera del profesor-investigador, a la cual puedan aspirar todos los docentes, y facilitar el tiempo para trabajar en grupos de investigación, ser parte de redes internacionales y presentarse a concursos con equipos de otras entidades: universidades, centros de investigación y empresas. También hemos promovido una interacción con las facultades y carreras: tanto para incluir a los estudiantes en los proyectos de investigación a través de prácticas preprofesionales y profesionales, así como para que los investigadores colaboren con sus instancias académicas en los cursos de seminario y de tesis, y formen futuros investigadores. Para los estudiantes, la experiencia en investigación es un plus que tienen frente a sus pares, un diferenciador. Puedo decir que hemos creado un sistema de investigación que está basado en las personas; es decir, hemos desarrollado el trabajo colaborativo. Nos apoyamos entre todos: los investigadores y el equipo de gestión del IDIC. Todo es parte de los aprendizajes y del diálogo, mucho diálogo. Siempre ha habido un intercambio muy amable y del que han surgido ideas que luego hemos implementado. Además, hemos desarrollado amistad, cariño, preocupación por los demás, estamos atentos a lo que le pasa al otro, siempre cuidando que estamos en un ambiente de trabajo. Hemos buscado sacar lo mejor de cada persona porque son el eje sobre el cual funciona nuestro instituto. También hemos buscado mejorar las capacidades de cada uno porque son muy distintas y se complementan. Y he querido —y logrado, me parece— que sea un lugar de mucha libertad, en el que todos puedan decir “Yo creo que puedo hacer tal cosa o tal otra” y darles la oportunidad de que muestren su potencial personal. Siempre he estado muy consciente de que dirigir no es solamente desarrollar procesos administrativos eficaces; es tener un concepto de universidad, un concepto de investigación, un concepto de gestión, un concepto de profesionalización de nuestro trabajo. Como IDIC, hemos desarrollado un potencial de gestión y de trabajo colaborativo muy bueno, pero se puede mejorar todavía más cruzando conocimientos con otras áreas de la Universidad y con instituciones externas también. Por eso, una de nuestras mayores preocupaciones ha sido conocer cómo se trabaja en las mejores universidades del país, de América Latina y del mundo, y tomar las mejores experiencias y modelos como referentes para desarrollar cambios disruptivos. Así fue como decidimos crear los grupos de investigación del IDIC, para fortalecer las líneas y áreas de investigación de la Universidad. Hemos implementado el CRIS Ulima porque en un punto ya necesitábamos un sistema que nos permitiera gestionar toda la información de investigación que teníamos, además de que nos diera una plataforma para mostrar con transparencia todo nuestro trabajo a la comunidad nacional y extranjera. Es una herramienta muy potente. Por ejemplo, nuestros investigadores han recibido invitaciones para investigar con pares extranjeros, para aparecer en medios de comunicación en calidad de especialistas en sus áreas de investigación, entre otras importantes oportunidades. También hemos buscado incentivar la investigación. Por ejemplo, tenemos un concurso anual de investigación científica que cumple estándares de selección muy elevados, con una evaluación de pares ciegos externos con mucha experiencia en investigación. Todo esto que cuento ha tenido un impacto importantísimo en la calidad de la investigación de la Ulima, en el conocimiento que producimos dentro de nuestra casa de estudios. Nuestra investigación se ha ido fortaleciendo porque buscamos la excelencia. Y esto tiene incidencia en la calidad de la docencia. Como digo, aún hay mucho por hacer. La producción científica de nuestra Universidad viene creciendo mucho desde hace algunos años, sobre todo en calidad, y estos productos permiten intercambios entre nuestros investigadores y sus pares de investigación de diferentes latitudes. Tenemos también el gran desafío de trasladar todos estos conocimientos y hallazgos a la comunidad científica, académica y a la sociedad —las empresas, el Estado y las diversas organizaciones de la sociedad civil—. Muchas de nuestras investigaciones están orientadas a entender los problemas de la sociedad peruana y formular soluciones. Para esto último, hemos empezado con el blog del IDIC, pero tenemos planeadas más vías para llevar la ciencia a todas las personas.
¿Qué dejas encaminado, qué se viene en el IDIC?
Creo que hemos trazado una ruta clara y hemos tratado que ese camino responda no solamente a lo que es de interés interno, sino también a lo que se da en otras instituciones. Resta mucho por hacer, tenemos que incorporar más estudiantes en las investigaciones, por ejemplo. Además, debemos renovar constantemente la enseñanza en nuestra Universidad con los aportes de los resultados de investigación. Los alumnos deben leer los artículos de sus profesores porque de allí pueden salir ideas para tesis y otros temas de investigación importantes.
Retrocediendo en el tiempo, ¿cómo llegaste a la Universidad de Lima?
Bueno, ahí se juntaron los astros [risas]. Cuando terminé mi carrera en San Marcos y luego mi maestría en la Católica, fui a buscar a la doctora Wisotzki. Ella había sido mi profesora en el colegio y… bueno, yo había sido bien estudiosa, había salido con la medalla de honor [risas]. Ella me recibió. Yo llegué y le dije “Ilse, yo quiero enseñar en la Universidad de Lima”. Y ella, felizmente, me dio la bienvenida. Cuando la doctora Wisotzki me aceptó, llamé a Walter Neira, a quien conozco desde los 10 o 12 años por las jornadas estudiantiles en las que participábamos, y luego por compartir aulas en San Marcos. Él ya estaba enseñando en la Ulima y le conté que me incorporaba. Se alegró mucho y me pidió que dictara también en Comunicación. Me dio mi primer curso de Seminario de Investigación. Y así empecé mi carrera docente universitaria.
¿Y cómo llegaste a la investigación?
Cuando empecé a enseñar, también me dieron el curso Educación y Medios, y me di cuenta de que la única manera de entender la relación entre educación y medios era por medio de la investigación. Entonces armé una investigación en verdad muy linda, que fue lo primero que publiqué y que salió en los Cuadernos Cicosul, del Centro de Investigación de la —en ese tiempo— Facultad de Ciencias de la Comunicación. Se tituló “Los medios: ¿una escuela paralela?”. Y qué contenía: hicimos con los alumnos de mi curso una encuesta a 1600 escolares, con una muestra representativa de todo Lima. Imagínate, esto era en el año 1986, 1987. Es un estudio sobre el consumo de radio, cine y televisión de los escolares. ¡Y los alumnos de mi curso aplicaron toda la encuesta! En el artículo, yo le agradezco a todo el salón por su apoyo. Ya la parte de interpretación la hice yo. Y la experiencia fue buenísima para todos. Desde ahí ya no me detuve en investigación: cada año hacíamos otros proyectos. No había dinero, no se pagaba por investigación, pero no importaba. Hacíamos investigación por amor al arte.
Cuéntanos más sobre tu labor de docente y como decana de la Carrera de Comunicación.
Me inicié hace más de cuatro décadas en la Universidad de Lima y he tenido la suerte de poder realizar todo aquello en lo que creo y que constituye la razón de ser de mi pensamiento y mis propósitos. Empecé como profesora, labor que me sigue gustando tanto como al inicio, y aprendí con mis estudiantes y mis colegas a imprimir, mediante la enseñanza, el compromiso por saber más, pero sobre todo por ser mejores peruanos y peruanas. Además, me inicié como investigadora, actividad que mantengo hasta la actualidad y que me ha permitido renovarme siempre. El decanato fue un tiempo muy querido para mí. Logré plasmar —eso creo— las mejores experiencias académicas que tenía como docente e investigadora. Fuimos una comunidad de profesores muy activos, desarrollamos nuevos proyectos y pienso que fue un tiempo en que crecimos académicamente y como personas.
¿Cómo se siente haber trabajado 41 años en la Universidad de Lima?
He sido feliz en la Universidad de Lima y espero haber compartido ese sentimiento y haber contribuido con el clima amable y humano que se necesita para forjar una comunidad académica. Ha sido una oportunidad extraordinaria para poder plasmar mi sentir y el de todos aquellos que apuestan por la investigación. Tenemos investigaciones muy valiosas en diferentes áreas, investigadores experimentados y otros muy jóvenes. Siento una gran satisfacción al ver que los trabajos realizados permiten mejorar procedimientos, sistemas, tecnologías, legislaciones, negocios, métricas y mediciones en ámbitos como la psicología, cultura, educación y comunicación, así como en los negocios y la ingeniería. También tenemos trabajos relacionados con el funcionamiento de la sociedad peruana y de otras sociedades fuera del país. Conocen bien que soy socióloga, por ello quiero expresar que mis nuevos aprendizajes en esta última etapa del IDIC provienen de los ingenieros, quienes me enseñaron otros fundamentos y metodologías. Queda mucho por hacer y me alegra. Me retiro del IDIC con un sentimiento de profunda gratitud al equipo que me acompañó y a todos y cada uno de los investigadores que ofrecen día a día su talento y compromiso.
Claramente, la investigación te apasiona. ¿Qué otras cosas dirías que te interesan?
Hay tres temas que a mí siempre me han interesado muchísimo: la universidad como institución, la política y la educación. El interés por la universidad me viene por mi papá, que, durante todo el tiempo que yo fui niña, trabajó en la Universidad Agraria. Entonces, mi sueño fue siempre trabajar en una universidad: ir a dictar a la universidad, como mi padre, para mí era una cosa maravillosa. Mi primera experiencia con la universidad fue cuando entré a estudiar a San Marcos. Por mi papá, yo tenía una idea de lo que era la universidad, pero recuerdo que el primer día de clases —yo, una chica de 17 años yendo a clase—, llego a la ciudad universitaria y veo carteles que decían que no se habían organizado los cursos, no había profesores, no había nada. Entonces se formó un comité de lucha para justamente conseguir profesores para los cursos. ¡Por supuesto que yo fui la primera que se metió al comité de lucha! [risas]. Esa experiencia, la experiencia de hacer que la universidad funcione, fue maravillosa: me sentí como un actor importante, como una persona comprometida con la universidad. Luego, también en San Marcos, me interesé mucho en la política. Estaban los grupos universitarios, que discutían qué era la universidad, cuál era su fin, qué era lo que pasaba en el país. Ahí se juntan esos dos primeros intereses: política y universidad. De hecho, tanto mis tesis de bachiller como de maestría estuvieron relacionadas con la política. Más adelante, cuando nacieron mis hijas también nació mi interés en la educación. No solo para ejercer la educación —porque ya me interesaba la universidad—, sino para poder hacer algo por los niños y jóvenes del Perú. Entonces, la educación, que es una de las cosas que más me apasiona, viene de mis hijas. Ellas fueron el motor de mi compromiso con la educación. Todo lo que yo aprendía también lo volcaba en ellas, y ellas me mostraban lo que era la realidad, porque veía sus propias experiencias, sus experiencias con sus amigas, las experiencias en el colegio… Ellas han sido siempre una fuente de inspiración para mí. Y ahora también lo son mis nietos. A ellos les cuento lo que hago en la universidad. Al mayor sobre todo, que ya casi es adolescente, le cuento lo que hacemos en clase. Son muy conscientes de mi dedicación al trabajo. Y, bueno, ahora que inicio una nueva etapa en mi vida, estoy en plan de descubrir qué otras cosas me interesan y tengo pendientes, ¡y que no sabía! [risas].
Has marcado la vida de muchas personas: tus estudiantes, tus colegas, los investigadores, tu equipo de trabajo. ¿Cómo te gustaría que te recordaran?
Creo que me gustaría que me recordaran como una persona consecuente con mis ideas, responsable, respetuosa, solidaria, buena amiga. Y como una buena profesora, siempre dispuesta a escuchar.