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Un panorama crítico de la novela policial peruana
Acerca de la novela policial en el Perú, (1) es muy complicado encontrar exponentes anteriores a la década de 1970. Un manto de silencio parece cubrir, mucho más que a lo fantástico y a la ciencia ficción, obras y autores que han permanecido ignorados por completo o, simplemente, no aparecieron o jamás fueron expuestos por los medios o en los dominios críticos.
En sucesivos trabajos, estudiosos importantes como Ricardo Sumalavia (1993, 2004) y Carlos Garayar (2002) han dado cuenta de varias preguntas, lo mismo que Paul Guillén (2013) con un trabajo sobre Vargas Llosa (2013). Podrían resumirse en la indagación de corte espacial: dónde está esa novela, es decir, un topos o lugar posible para su existencia en el sistema literario. Por lo tanto, se infiere que el policial peruano nunca emergió con la potencia de sus pares relegados hasta hace muy poco a la marginalidad o al desdén tanto académico como de la divulgación periodística. O por el pudor o desprecio de los mismos autores, influidos por las coordenadas del campo al que estaban adscritos.
Lo ocurrido, en principio, es lo siguiente: varios autores nacionales se han interesado en algún momento por el género, sin que eso implique por necesidad una dedicación constante a este o una identificación plena y que decida los caminos de su propia escritura, así como la aparición de una poética en torno de su ejercicio —quizá con la excepción de Peter Elmore, quien será abordado en esta investigación—.
Otros nombres importantes, pero reconocidos por una obra desarrollada en otros ámbitos, como Ampuero, Cueto, Lauer o Goldemberg, han escrito novelas lindantes con las claves del policial, especialmente los dos primeros autores, aunque ninguno lo eligió como un punto central de su trabajo ni pretendió instalarse por completo en él. La inquietud queda justificada, casi como imperativo crítico, pues en otros países del área hispanoamericana el género sí hizo eco creativo y con visos originales frente a tendencias dominadas por el mundo anglosajón o el francés. En Argentina, por ejemplo, Borges y Bioy Casares, desde la década de 1940, elevaron el género a un plano metafísico y especulativo.
Tampoco puede negarse que, en sus orígenes y posterior crecimiento en otras sociedades industriales y emblemáticas del capitalismo, como los Estados Unidos, no se trató de un tipo de narración con aceptación inmediata por parte de los sectores intelectuales o las élites universitarias. Trelles (2017) y Giardinelli (2013) describen las dificultades y los dilemas que los autores posteriores a Poe debieron enfrentar en sus países de origen para obtener con dificultades un tardío reconocimiento artístico. El primero propone una perspectiva que podría servir para caracterizar con más propiedad la formación de una incipiente tradición del género en el Perú: el llamado policial alternativo, práctica que calza con las obras que la presente investigación explorará. Giardinelli, por su parte, se concentra en la tradición del policial negro, cuya formación también es compleja. El balance de este narrador argentino cae por su peso: en México o Argentina, la novela de estos perfiles cuenta con una trayectoria rica y consolidada, mientras que al abordar el mismo contexto en el Perú —pese a afirmar que hay “fuerte tradición”, lo que no es cierto—, apenas da cuenta de ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), de Mario Vargas Llosa, y la erige como una especie de año cero frente a la ausencia de otros modelos precedentes. De ahí la contradicción, pues solo han pasado 35 años desde la publicación de ese libro que, además, no figura entre lo más apreciado del Nobel, a pesar de su lenta reivindicación a efectos de ampliar la comprensión del policial peruano.
No obviaremos a Carlos Calderón Fajardo —cuya novela La conciencia del límite último (1990) será analizada también en esta investigación— o a Goran Tocilovac, serbio arraigado en el Perú y autor de Trilogía parisina (1996); pero la cosecha resulta pobre en volumen frente a sus pares de la región. Giardinelli también alcanza a incluir a Luis Nieto Degregori, autor de Asesinato en la gran ciudad del Cuzco (2007), en lo que parece ser un inventario un tanto apresurado, pues no hay referencias a escritores más jóvenes (los nacidos desde la década de 1960, como Arévalo, Sumalavia o Trelles). Y revela el desconocimiento de un libro sumamente representativo y hasta pionero para nuestras letras, que también estudiaremos: La piedra en el agua (1977) de Harry Belevan (París, 1945). Tampoco cita a Pilar Dughi, la desaparecida autora de Puñales escondidos (1998) o las novelas-reportaje de Guillermo Thorndike.
Los críticos que le han dedicado algún espacio al policial peruano hallan escasísimos antecedentes; estos se remontan a los primeros veinte años del siglo pasado, ya sea con divertimentos colectivos y paródicos como El meñique de la suegra —texto al que Sumalavia (2002) le adjudica una condición fundacional— o las novelas de Manuel A. Bedoya —autor de una novela de ciencia ficción redescubierta por Elton Honores: El hijo del doctor Wolfann. Un hombre artificial, aparecida en 1917—, quien hizo casi toda su carrera en España con libros que gozaron en su momento de gran aceptación y ventas.
Los libros en serie de Bedoya estaban inspirados en las fórmulas descubiertas por los norteamericanos y que hacia la década de 1920 crearon las bases de una poderosa industria, con editoriales y publicaciones periódicas de gran tiraje. Es la primera época del pulp, (2) entremezclado con el surgimiento de la ciencia ficción y las historias de horror como entretenimiento de masas.
Según lo expuesto, debemos esperar hasta mediados de la década de 1970, al final del gobierno de Velasco, para una lenta emergencia de la novela policial en el país. Resulta innegable que una novela rupturista como la de Belevan (metatextual, intertextual y que parece darle un giro de 360 grados al género) refundó “una tradición” apenas nacida, más inclinada a la órbita especulativa rioplatense. Los autores que tímidamente cultivan el policial desde la década de 1980 eligieron el camino del policial negro de raigambre anglosajona, crudo cuestionador de poderes represivos o punitivos, corruptos por naturaleza, para impulsar una novela con alguna identidad local.
Novelas peruanas recomendadas:
- Belevan, H. (1977). La piedra en el agua. Tusquets.
- Calderón Fajardo, C. (2016). La conciencia del límite último. Tusquets Editores.
- Dughi, P. (1998). Puñales escondidos. Banco Central de Reserva del Perú.
- El meñique de la suegra. Espeluznante novela policial limeña (25 de noviembre de 1911). Variedades, 195.
- El meñique de la suegra. Espeluznante novela policial limeña (17 de febrero de 1912). Variedades, 207.
- Elmore, P. (1999). Las pruebas del fuego. PEISA.
- Nieto Degregori, L. (2007). Asesinato en la gran ciudad del Cuzco. Norma.
- Tocilovac, G. (1996). Trilogía parisina. PEISA.
- Vargas Llosa, M. (1986). ¿Quién mató a Palomino Molero? Seix Barral.
Figura 1. Novelas policiales de autores peruanos: Carlos Calderón Fajardo, Pilar Dughi, Harry Belevan y Peter Elmore.
Citar esta entrada de blog (APA, 7.a edición) Güich-Rodríguez, J. (10 de agosto de 2020). Un panorama crítico de la novela policial peruana. Scientia et Praxis: Un blog sobre investigación científica y sus aplicaciones. https://www.ulima.edu.pe/idic/blog/novela-policial-peruana |
Notas
(1) Este trabajo es un avance de la investigación emprendida junto a Alejandro Susti en torno a la narrativa policial en el Perú en los siglos XX y XXI.
(2) El término pulp alude al papel de mala calidad (desecho de pulpa de madera) con el que se imprimieron, en Estados Unidos y el Reino Unido, durante la primera mitad del siglo XX, revistas de consumo masivo especializadas en géneros marginales o no aceptados por la institución literaria. Estos incluyen la ciencia ficción, la fantasía, el horror, el western, el policial, el espionaje y hasta el erotismo.
Referencias
Garayar, C. (2002). ¿Tiene futuro el policial en el Perú? Identidades, 1, 12-13.
Giardinelli, M. (2013). El género negro. Orígenes y evolución de la literatura policial y su influencia en Latinoamérica. Capital Intelectual.
Guillén, P. (2013). Técnicas y novela policial en ¿Quién mató a Palomino Molero?, de Mario Vargas Llosa. Polifonía, 2013, 3-17.
Sumalavia, R. (1993). Posibilidad de la novela policial negra en el Perú: análisis e interpretación de la novela La conciencia del límite último, de Carlos Calderón Fajardo [tesis para obtener el grado de bachiller en Humanidades]. PUCP.
Sumalavia, R. (2001). El género policial: el relato policial clásico y la novela negra. Diégesis, 1, 45-50.
Sumalavia, R. (2002). “El meñique de la suegra” y los orígenes de la novela policial en el Perú. Quehacer, 132, 122-128.
Sumalavia, R. (2004). Dónde está la novela policial peruana. Quehacer, 146, 111-116.
Trelles, D. (2017). Detectives en la ciudad oscura. Novela policial alternativa en Latinoamérica. De Borges a Bolaño. Ediciones Copé.
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Prof. Jorge Rubio
Jorge Rubio
May 20, 2021 5:59 pmDeja un comentario