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Noticias falsas en tiempos de pandemia
Desde que empezó la cuarentena, las fake news o noticias falsas se han multiplicado en las redes sociales al ritmo de la COVID-19. Un día se anunciaba que un laboratorio había hallado un remedio milagroso, y al día siguiente, que el té de kion había curado a una familia entera.
Julio César Mateus, investigador y docente de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, nos explica cuánto daño hacen los contenidos falsos y cómo combatirlos con una lectura crítica y buscando las fuentes primarias.
¿Qué ha provocado que las noticias falsas se multipliquen durante la pandemia de la COVID-19?
El estar encerrados, con mucho más tiempo disponible, ha hecho que se multipliquen nuestras capacidades de consumir y de producir contenidos. El problema es que las noticias no necesariamente fluyen con orden y honestidad en las redes sociales y nos vemos expuestos a esas “verdades falsas”, justo en un momento en que el conocimiento de lo que ocurre cobra gran importancia para la toma de decisiones básicas, como comprar alimentos, adquirir medicamentos, cumplir las normas dictadas por nuestras autoridades, etcétera.
La Organización Mundial de la Salud se ha visto obligada a hacer una conferencia de prensa para tratar este tema y ha llamado a esta multiplicación de desinformación “infodemia”.
Sí, diferentes organizaciones han llamado a la responsabilidad de todos y a desarrollar capacidades que nos permitan discriminar las historias falsas de las verdaderas, así como a divulgarlas con un sentido crítico y no simplemente reenviarlas sin filtros.
¿Hay alguna estrategia que nos permita detectar noticias falsas?
La teoría del filtro burbuja explica que las personas nos armamos un ecosistema informativo acorde con nuestros propios intereses e ideas. El tema de pluralidad no está instalado en las personas. Nadie va a buscar fuentes discrepantes, uno solo confía, y ese exceso de confianza genera bolsones de sesgo informativo. El reto es desarrollar una lectura crítica de las noticias, porque de lo contrario viviremos intoxicados de publicaciones falsas. Hay medios y páginas web que hacen fact checking [verificación de datos] para señalar el grado de veracidad de una noticia. Pero el filtro último y el más importante deberíamos hacerlo nosotros mismos, no tendríamos que depender de terceros.
¿Las noticias falsas surgieron con la explosión de las redes sociales?
No, en realidad. Existen desde que hay seres humanos en el planeta. Lo que sucede con las redes sociales es que viralizan las cosas y tienen un alcance enorme, rompen el esquema de recepción de noticias que antes se limitaba a los medios tradicionales. De pronto, todos nos volvemos productores o transmisores de noticias, sin haber pasado por un proceso de aprendizaje crítico. Por todo ello, cuando leemos algo en las redes sociales, hay que preguntarnos si será verdadero y, si nos interesa, buscar fuentes primarias.
¿Se ha empleado este tipo de recursos maliciosos en campañas políticas?
Sí, por supuesto. Hay perfiles de creadores profesionales de contenidos políticos. Son los llamados troles, que producen noticias falsas en campañas electorales. Se dice que muchos de ellos crearon noticias en las últimas campañas electorales llevadas a cabo en Brasil y en Estados Unidos.
¿Se ha realizado algún estudio que indique cuántas falsedades se producen?
Se calcula que para el año 2022 el noventa por ciento de la información será falsa. Parece una cifra muy alta, pero para que una noticia sea falsa no necesariamente tiene que ser inventada. Basta que tenga un adjetivo de más o un dígito de menos para que se vuelva falsa. Por ello debemos desarrollar la responsabilidad de no reenviar todo lo que recibimos, porque genera terrorismo informativo, sobre todo en casos de alta tensión como el que vivimos actualmente. En este momento, tenemos que confiar más en nosotros mismos y en nuestra capacidad para dudar e investigar.
¿Cuál es el propósito de crear estas notas?
Hay diferentes motivaciones. Se emplean incluso con objetivos comerciales. Es sabido que hay youtubers a los que les ofrecen una cantidad de seguidores. Este fenómeno no es diferente de la realidad que vivimos día a día, fuera de las redes sociales. Por ejemplo, cerca de la Universidad, vemos en la calle avisos pegados en los postes de personas que brindan servicios de asesoría para hacer la tesis, cuando en realidad lo que ofrecen es hacer la tesis por ti. Los fenómenos que han ocurrido siempre suceden a nivel digital. El asunto ha crecido en las redes, al punto de que no podemos depender de un marco legal específico ni de sanciones ni algoritmos que nos resuelvan el problema de si un dato es verdadero o no.
¿Existe un perfil de creadores de noticias falsas?
No lo hay. Incluso cualquiera de nosotros puede hacerlo inconscientemente cuando divulga algo que no está contextualizado, como una imagen que ilustra una noticia, pero sin fecha. Al enviarla, se podría hacer creer que se trata de un hecho actual, cuando ha pasado hace tiempo. No somos plenamente conscientes de las consecuencias de retuitear o reenviar, no cumplimos con hacer un filtro, que es una precaución básica.
¿Podríamos identificar qué tipo de personas son más vulnerables a las noticias falsas?
No, precisamente. Pero las generaciones anteriores al surgimiento de las redes sociales confiamos más en las noticias de los medios de comunicación tradicionales. Las nuevas generaciones, en cambio, no suelen preguntarse si determinada fuente es legítima o no. Ellos suelen confiar en el trabajo de verificación que hayan realizado sus contactos, y habrá que ver si sus contactos dudaron de algo o simplemente reenviaron y, finalmente, se encuentran en un mundo de engaños. Eso lo vemos claramente en grupos de WhatsApp, donde uno comparte algo y no falta quien advierta que eso no pasó.