- English
- Español
Violencia doméstica en Lima colonial
El historiador Luis Bustamante Otero ha hurgado en archivos judiciales y ha realizado una búsqueda bibliográfica exhaustiva para comprender y dar a conocer cómo se ejercía la violencia doméstica en el matrimonio, en la Lima colonial.
El resultado es un trabajo muy valioso, que muestra en muchas ocasiones las mismas causas estructurales que dan lugar a la violencia: el machismo y el rol tradicional que ha desempeñado la mujer. En el fondo, analiza Bustamante, se trata de una lucha de poder.
Matrimonio y violencia doméstica en Lima colonial (1795-1820) es el libro que ha escrito Bustamante, historiador y catedrático de la Universidad de Lima. El libro es una coedición del Fondo Editorial de la Universidad de Lima y del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Se presentará el 22 de julio en el Auditorio Clorinda Matto de Turner de la XXIII Feria Internacional del Libro de Lima, a las 19.00 horas.
¿Encuentra similitudes entre la violencia doméstica que se ejercía en Lima entre los años 1795 y 1820 y la que se vive ahora?
Sí. En general, los historiadores partimos del presente para interrogar al pasado. Buscamos una explicación histórica de las cosas que ahora suceden. He observado que muchos de los fenómenos de relaciones domésticas, de pareja y de maltrato de esa época son comparables a los actuales; hay cosas que tienden a repetirse.
¿Como cuáles?
Hay factores estructurales que no han desaparecido o se han modificado poco. En la actualidad, se habla mucho de machismo y del rol tradicional que ha desempeñado la mujer como causas subyacentes de la violencia. Eso ha existido en el pasado también, aunque más intensamente. Las relaciones de pareja estaban basadas en el patriarcado y todo se justificaba con base en la legislación de la época y en una literatura emitida principalmente por la Iglesia. Hoy en día ya no tenemos esta legislación y buscamos la igualdad de género, que se ha alcanzado en términos legales hasta cierto punto, pero no en términos reales.
¿La ley excusaba de alguna manera la violencia contra las mujeres?
La ley impulsaba el patriarcado, pero no aprobaba la violencia excesiva o injusta. La norma social y las leyes autorizaban al marido a castigar a la mujer si esta era desobediente, si no cumplía con lo que se esperaba de ella, como ser una persona pasiva, dedicada a los hijos, hogareña, etcétera. Es claro que muchas mujeres no respondían a estos estereotipos y por eso había violencia.
¿Cuáles eran las formas de violencia más frecuentes?
Se producían agresiones físicas y psicológicas, pero sobre todo físicas. Había desde cachetadas y puñetes, hasta mujeres a las que se amarraba y se les daba de latigazos. Todo combinado con insultos, muestras de desprecio, violación o imposición sexual. Eso se daba generalmente dentro de la casa, pero también podía manifestarse en espacios públicos.
¿Qué repercusión tenía el hecho cuando se daba en espacios públicos?
La honra se mellaba inmediatamente. En ese entonces el honor tenía un valor mucho mayor que el de ahora. Una muestra de maltrato en la vía pública era algo sumamente deshonroso y por eso muchas mujeres terminaban denunciando los maltratos. Quizás en los espacios privados lo consentían más, pero si la violencia se ejercía públicamente era un detonante para que las mujeres denunciaran a sus maridos.
¿Qué otros factores impulsaban a las mujeres a denunciar?
He encontrado casos de mujeres que soportaron maltratos durante diez o quince años, pero de pronto no lo toleraban más por motivo de adulterio. Algunas podían soportar el maltrato, pero no que además se les engañe, que el marido trate mejor a sus amantes que a ellas. Otro detonante era la violencia contra los hijos.
¿También ha encontrado varones maltratados?
Había maltrato hacia el varón también, solo que era más oculto. No era bien visto que un hombre se quejara por esa causa. Se suponía que los hombres mandaban; sin embargo, existió el maltrato hacia el varón, aunque en menor proporción que el maltrato femenino.
¿Qué caracterizaba la violencia hacia ellos?
Generalmente se daba con palabras muy duras, que buscaban herir. Pero también había violencia física, las mujeres les arrojaban objetos. Hubo casos, en los sectores más deprimidos, en los que incluso se utilizaba un arma blanca. Además sucedía que los amantes maltrataban al marido, lo cual se aplicaba también a la inversa: las amantes maltrataban a las esposas.
Si tuviera que comparar la situación actual con la del siglo XIX, en torno al patriarcado, ¿qué podría mencionar?
Entre fines del XVIII e inicios del XIX, observamos una sociedad en rápida transformación, como consecuencia del surgimiento de nuevas ideas acerca de la libertad, el individuo, la igualdad. Se producían cambios debido a las migraciones, la ciudad se desarrollaba, lo mismo que la economía, y surgían propuestas de reforma de parte de la monarquía borbónica, que en ese tiempo gobernaba el país. En ese contexto, muchas mujeres cobraron valor para reclamar lo que consideraban sus derechos, aunque estuvieran dentro de un marco patriarcal. Al mismo tiempo, había resistencia ante los cambios. Ahora también vivimos en una época de cambios. Hoy en día las mujeres reclaman muchas cosas y han ganado varios espacios, aunque la igualdad completa no se ha alcanzado todavía, pues hay mucha resistencia a cambiar antiguos patrones machistas.
¿Por qué se produce esta resistencia?
El machismo está en la mentalidad de las personas. La masculinidad hay que demostrarla. A diferencia de la femineidad, que se expresa en los cambios físicos de las mujeres, la masculinidad se debe demostrar con actos y con hechos. Según establece el sistema patriarcal, el hombre tiene que ser proveedor, debe mandar, etcétera. En el fondo, es una lucha por el poder.
¿En qué sentido?
Es una lucha por el poder en el marco de un sistema injusto, porque seguimos privilegiando a los varones, pese a los logros que han alcanzado las mujeres. Esto lo vemos, por ejemplo, en el desigual salario promedio entre un ejecutivo y una ejecutiva del mismo nivel. En los casos de los feminicidios también.
Es algo difícil de cambiar. Muchas mujeres son machistas también y reproducen los modelos machistas en la crianza…
Las han educado de esa manera y repiten modelos. De todas formas, creo que el cambio en los hombres es mucho más lento que en las mujeres, porque varios de estos cambios se dan a costa de los privilegios masculinos. Todavía existen numerosos varones que no están dispuestos a perder sus prerrogativas. Son procesos de largo aliento, al igual que en otros países.
¿Cómo ha sido la etapa de investigación en este proyecto?
De arduo trabajo. He recurrido a fuentes judiciales, donde obviamente no se han registrado todos los casos de violencia ocurridos. Muchos de los expedientes consultados no estaban catalogados y he tenido que revisar uno por uno para enterarme de qué se trataba. Cabe anotar que en este libro me he concentrado en las parejas casadas, pero naturalmente la violencia también se ejercía en el concubinato.
¿Los casos de violencia que encontró pertenecían a diferentes sectores sociales?
Sí. He observado casos de violencia entre aristócratas de la época, personas con rentas cuantiosas, no solo entre personas de menos recursos económicos. La Lima virreinal, criolla y jaranera que describe Palma, no era tan paradisiaca como se pensaba. Eso no quiere decir que reinara la violencia ni mucho menos, sino que era una parte constitutiva de ciudades como esta, premodernas.
¿Hay un trabajo similar a este en el Perú?
Hay trabajos parciales, que han abordado el tema de la violencia en el siglo XVII o en el XVIII, pero limitados a unos cuantos años y con poca información documental, porque era escasa en ese tiempo. Lo que he tratado de trabajar es un espectro de 25 años en un territorio más grande, Lima. En ese sentido, no se había realizado un trabajo como este.