El virus ha mutado. Pero no lo hizo en un sentido biológico, sino en uno semiótico. Con el paso del tiempo, hemos visto cómo se ha desplazado de lo biológico a lo social, de nuestros organismos a la práctica social. Y con ello se ha desplazado también el sentido que lo articulaba. De la noche a la mañana, pasamos de relacionarnos de una forma cercana, colectiva, viscosa y sucia a una distante, individual, seca e higiénica. Aunque el tiempo transcurre, y la adecuación a las nuevas formas de vida empieza a afianzarse, la sensación de ahogo persiste. ¿Qué nos falta?