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¿Qué nos dice la pandemia de nuestra relación con los ecosistemas?
El 31 de diciembre del año 2019, la oficina de la OMS en China confirmó que las autoridades de salud estaban tratando varios casos de una neumonía de origen desconocido, detectada en la ciudad de Wuhan. Los días 11 y 12 de enero, la Comisión Nacional de Salud envió información detallada a la OMS de un brote asociado con exposiciones en un mercado de productos marinos en Wuhan, y ya el 20 de enero del 2020, los casos confirmados fueron reportados en Japón, Corea del Sur y Tailandia. El resultado de esta cadena de eventos ya es conocido por todos nosotros.
Nuestra forma de vida actual, impulsada por copiar el estilo de sociedades que enfatizan el consumo, ha causado deforestación, cambios en los hábitats, desarrollo de superficies agrícolas con escasa regulación y crecimiento urbano no planificado. El producto de estas acciones es el sensible incremento del contacto de los seres humanos con la vida silvestre, que alberga naturalmente microorganismos patógenos. Entre estos microorganismos patógenos se encuentran los coronavirus, cuyos reservorios se hallan en algunas especies de murciélagos que viven felices en los ecosistemas modificados por nuestras acciones (Platto et al., 2021). Estos ecosistemas alterados generan áreas con pérdida de biodiversidad, disminución del número de genes, especies, organismos individuales o ecosistemas. La merma de la biodiversidad, por su parte, favorece las epidemias de enfermedades infecciosas. Por ello, resulta más que interesante, por ejemplo, la conexión que existe entre el incremento en el número de cabezas de ganado, el número de especies silvestres amenazadas y el aumento del número de brotes infecciosos registrados durante un período de 17 años (Morand, 2020).
Los ecosistemas saludables proporcionan lo que denominamos servicios ecosistémicos. Se trata de los beneficios que las personas obtenemos de los ecosistemas saludables: producción de alimentos, purificación del agua y del aire, lluvias, polinización. Estos beneficios no suelen monetizarse y, con frecuencia, lo que se obtiene de la explotación de un recurso no compensa el costo que requiere regresarlo a su condición original luego de utilizado —y degradado— para que siga proporcionando servicios. Para algunos de nosotros es claro que el desbroce de bosques para la expansión de las fronteras agrícola y pecuaria, la destrucción de hábitats forestales por la minería ilegal y el consumismo rampante llevan a la pérdida de capital natural y de los servicios ecosistémicos, y nos acercan cada vez más al contacto con el siguiente reservorio de microorganismos que aguardan pacientemente en cola para desatar una nueva pandemia.
Los mensajes que emiten los ecosistemas naturales durante el desarrollo de la actual pandemia —y que algunas personas se han detenido a escuchar— confirman nuestra responsabilidad como los artífices de la encrucijada en la que nos encontramos. Experimentamos una pausa, la antropausa, una ralentización global considerable de las actividades humanas modernas, en particular de los viajes (Rutz et al., 2020). Esta pausa también podríamos verla como una oportunidad, la oportunidad de observar los cambios producidos por el cese de nuestra forma normal de hacer las cosas. Aunque los efectos de la pandemia sobre la población y las dinámicas económicas han sido desastrosos, en el mundo natural se han producido algunas mejoras temporales. Me gustaría evidenciar los cambios positivos que nuestro planeta ha experimentado como consecuencia de esta antropausa.
En el aire que respiramos…
El PM2.5, un contaminante común en el aire de las ciudades, está formado por partículas que son unas 30 veces más pequeñas que el grosor de un cabello humano y cuya exposición a largo plazo incrementa el riesgo de muerte por causas cardiovasculares. Un estudio estimó que, en el año 2016, globalmente, la reducción de la esperanza de vida promedio fue de un año a causa del PM2.5 (Apte et al., 2018), mientras que otro encontró una asociación entre una mayor diseminación de la COVID-19 y niveles elevados de PM2.5 (Ali et al., 2021). El confinamiento debido a la pandemia actual redujo de manera drástica las actividades de transporte (transporte terrestre, marino y aéreo), lo que redujo la emisión antropogénica de gases y partículas. Esto trajo una mejora temporal en la calidad del aire: datos satelitales y de superficie registraron una disminución de 42 % a 60 % del PM2.5 en la India (Sathe et al., 2021) y 37 % en Wuhan, China (Zheng et al., 2020). El dióxido de nitrógeno (NO2), un contaminante muy reactivo emitido en los procesos de combustión de combustibles fósiles, también se redujo de manera global en 30 % (Muhammad et al., 2020).
En la calidad del hábitat oceánico…
La caída drástica de las actividades marítimas humanas trajo consigo una reducción de los ruidos submarinos y, en especial, de las bajas frecuencias (Leon-Lopez et al., 2021). Las bajas frecuencias se encuentran dentro de los rangos de escucha de organismos marinos: < 5 kHz en invertebrados marinos y peces o hasta 200 kHz en cetáceos (delfines y ballenas). Dado que el rango de escucha de los organismos marinos es clave para sus respuestas a diversos estímulos presentes en el océano (alimento, búsqueda de pareja, presencia de depredadores), las fuentes de ruido submarino aumentan la vulnerabilidad de las especies marinas (Duarte et al., 2021). La mejora en la calidad del ruido de fondo ha permitido que los animales desplieguen comportamientos que no se registraban hace décadas.
En la vida silvestre…
Italia, uno de los primeros países en experimentar el confinamiento total, registró un aumento temporal en la riqueza de especies en los hábitats menos perturbados, un éxito reproductivo en aves insectívoras y una diminución de la muerte de anfibios y reptiles en las pistas (Manenti et al., 2020). Aparentemente, bastaba darles una oportunidad.
Estos eventos nos obligan a realizar una pausa… pero no forzada, sino voluntaria, para ponderar la relación que tenemos con el mundo natural. Para entender sus dinámicas y cómo afectan el tejido del que también formamos parte. Para asumir nuestras responsabilidades, para cuidar de nuestros semejantes y para no arriesgar el destino de las generaciones futuras.
Citar esta entrada de blog (APA, 7.a edición): Quino Favero, J. (26 de abril de 2021). ¿Qué nos dice la pandemia de nuestra relación con los ecosistemas? Scientia et Praxis: Un blog sobre investigación científica y sus aplicaciones. https://www.ulima.edu.pe/idic/blog/pandemia-y-nuestra-relacion-con-ecosi... |
Referencias
Ali, S. M., Malik, F., Anjum, M. S., Siddiqui, G. F., Anwar, M. N., Lam, S. S., Nizami, A. S., y Khokhar, M. F. (2021). Exploring the linkage between PM2.5 levels and COVID-19 spread and its implications for socio-economic circles. Environmental Research, 193, 110421. https://doi.org/10.1016/j.envres.2020.110421
Apte, J. S., Brauer, M., Cohen, A. J., Ezzati, M., y Pope, C. A. (2018). Ambient PM2.5 Reduces global and regional life expectancy. Environmental Science & Technology Letters, 5(9), 546–551. https://doi.org/10.1021/acs.estlett.8b00360
Duarte, C. M., Chapuis, L., Collin, S. P., Costa, D. P., Devassy, R. P., Eguiluz, V. M., Erbe, C., Gordon, T. A. C., Halpern, B. S., Harding, H. R., Havlik, M. N., Meekan, M., Merchant, N. D., Miksis-Olds, J. L., Parsons, M., Predragovic, M., Radford, A. N., Radford, C. A., Simpson, S. D., … Juanes, F. (2021). The soundscape of the Anthropocene ocean. Science, 371(6529), eaba4658. https://doi.org/10.1126/science.aba4658
Leon-Lopez, B., Romero-Vivas, E., y Viloria-Gomora, L. (2021). Reduction of roadway noise in a coastal city underwater soundscape during COVID-19 confinement. The Journal of the Acoustical Society of America, 149(1), 652–659. https://doi.org/10.1121/10.0003354
Manenti, R., Mori, E., Di Canio, V., Mercurio, S., Picone, M., Caffi, M., Brambilla, M., Ficetola, G. F., y Rubolini, D. (2020). The good, the bad and the ugly of COVID-19 lockdown effects on wildlife conservation: Insights from the first European locked down country. En Biological Conservation (vol. 249, p. 108728). Elsevier Ltd. https://doi.org/10.1016/j.biocon.2020.108728
Morand, S. (2020). Emerging diseases, livestock expansion and biodiversity loss are positively related at global scale. Biological Conservation, 248, 108707. https://doi.org/10.1016/j.biocon.2020.108707
Muhammad, S., Long, X., y Salman, M. (2020). COVID-19 pandemic and environmental pollution: A blessing in disguise? Science of the Total Environment, 728, 138820. https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2020.138820
Platto, S., Zhou, J., Wang, Y., Wang, H., y Carafoli, E. (2021). Biodiversity loss and COVID-19 pandemic: The role of bats in the origin and the spreading of the disease. Biochemical and Biophysical Research Communications, 538, 2-13. https://doi.org/10.1016/j.bbrc.2020.10.028
Rutz, C., Loretto, M.-C., Bates, A. E., Davidson, S. C., Duarte, C. M., Jetz, W., Johnson, M., Kato, A., Kays, R., Mueller, T., Primack, R. B., Ropert-Coudert, Y., Tucker, M. A., Wikelski, M., y Cagnacci, F. (2020). COVID-19 lockdown allows researchers to quantify the effects of human activity on wildlife. Nature Ecology & Evolution, 4(9), 1156–1159. https://doi.org/10.1038/s41559-020-1237-z
Sathe, Y., Gupta, P., Bawase, M., Lamsal, L., Patadia, F., y Thipse, S. (2021). Surface and satellite observations of air pollution in India during COVID-19 lockdown: Implication to air quality. Sustainable Cities and Society, 66, 102688. https://doi.org/10.1016/j.scs.2020.102688
Zheng, H., Kong, S., Chen, N., Yan, Y., Liu, D., Zhu, B., Xu, K., Cao, W., Ding, Q., Lan, B., Zhang, Z., Zheng, M., Fan, Z., Cheng, Y., Zheng, S., Yao, L., Bai, Y., Zhao, T., y Qi, S. (2020). Significant changes in the chemical compositions and sources of PM2.5 in Wuhan since the city lockdown as COVID-19. Science of the Total Environment, 739, 140000. https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2020.140000
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