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El cine latinoamericano en el siglo XXI
El cine latinoamericano del siglo XXI: tendencias y tratamientos es el libro que Ricardo Bedoya presentará el sábado 5 de septiembre a las 20.00 horas en la XXV Feria Internacional del Libro de Lima, que este año se realizará de manera virtual, del 21 de agosto al 6 de septiembre.
En este trabajo, Bedoya, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima y reconocido crítico de cine, analiza doscientas películas latinoamericanas. Lo hace a la luz de los tratamientos cinematográficos que se han desarrollado durante el siglo XXI y las tendencias que marcan el cine de esta región.
¿Qué tendencias ha seguido el cine latinoamericano a lo largo de este siglo?
Hay una tendencia muy fuerte hacia el trabajo con la memoria y la intimidad. En cuanto a memoria, me refiero a los hechos políticos pasados, sobre todo aquellos que implican traumas por la violencia generada desde el gobierno. Por ejemplo, las dictaduras argentina y chilena. Pero también hay una línea del cine contemporáneo que apunta al autorretrato, la autoficción. El cineasta se ve a sí mismo y su entorno, y convierte esa intimidad en material de registro. Por otro lado, hay una tendencia hacia el llamado cine del dispositivo. Es decir, películas que se hacen estableciendo autolimitaciones. Los directores se autolimitan a determinados elementos y reglas fijas. Por ejemplo, toda la película se graba con la cámara en mano o en un escenario o en términos de una conversación con una persona determinada. También se analiza en el libro el nuevo tratamiento de los espacios, sean estos entornos urbanos o rurales, y cómo se van transformando, cómo se demuelen algunos espacios tradicionales y se forman otros.
¿Qué géneros predominan?
Hay todo un trabajo de reapropiación de los géneros. Es decir, hay un diálogo con los géneros tradicionales. El cine latinoamericano de los últimos años, como el cine mundial también, lo que hace es tomar algunos elementos de los géneros tradicionales para transformarlos, para que esos esquemas de los géneros tradicionales iluminen determinadas zonas de la sociedad latinoamericana, de la política, la intimidad de los cineastas. Por ejemplo, se trabaja mucho el género policial, el cine negro, el terror, las películas de carretera o de viaje, que es un género típicamente norteamericano, pero que en el cine latinoamericano adquiere una dimensión distinta. La comedia, por otro lado, es un género más visible en las salas comerciales y tiene más éxito en términos de la asistencia del público. Pero en el Perú se hace cine en muchas regiones, y esta producción es menos conocida. Se hacen melodramas, películas de terror, sociales, se trabajan muchos géneros.
¿Cuáles son los directores que considera más representativos en Latinoamérica?
En Argentina, Lucrecia Martel es una figura muy fuerte, y hay otros directores muy talentosos, como Lisandro Alonso, también argentino; João Moreira Salles y el fallecido Eduardo Coutinho en Brasil, y muchos más.
¿Cuáles han sido las películas más exitosas o más laureadas?
Comercialmente, Estación Central (Brasil); Nueve reinas (Argentina); El secreto de sus ojos (Argentina), Gloria (Chile). Hay otras que no tuvieron una exhibición tan amplia, pero fueron muy buenas, como El auge del humano (Argentina), Las Plantas (Chile). Pero si hay un auge del cine latinoamericano y hay películas que asisten a festivales internacionales es porque los Estados se han dado cuenta de que el cine es muy importante, porque proyecta una imagen del país. Por eso han creado mecanismos de apoyo y promoción, los cuales han logrado que el cine tenga un relieve muy particular. En Chile y Colombia, por ejemplo, hay políticas muy acertadas, en tanto que Argentina y Brasil tienen una larga tradición cinematográfica. En los países centroamericanos la producción es pequeña, pero se están haciendo notorios. Uruguay, por su parte, ha comenzado a tener una presencia mayor.
¿De qué manera se fomenta el cine en otros países?
Hay mecanismos de estímulo a la producción cinematográfica a través de fondos del Estado. Se obtienen recursos de la exhibición cinematográfica, pues parte del boleto pasa a un fondo especial. También hay aportes de empresas privadas, que a cambio reciben beneficios tributarios. Esas son políticas que apoyan la producción. Aparte, hay otras que apoyan la presencia de películas en festivales. Los festivales son ferias con stands de diferentes países, donde se entrega a la gente información sobre las películas. Estas campañas atraen la mirada hacia el cine de cada país e incluso sirven para promover rodajes extranjeros en el territorio del país. Eso es muy importante, porque puede rodarse una película de Hollywood en un país latino, y eso deja mucho dinero por concepto de consumo de servicios de restaurantes y hoteles. Pero para eso hay que estar organizados.
¿Cuántas películas se producen en el Perú cada año?
En el Perú hay entre cincuenta y sesenta largos al año, pero apenas veinte o veinticinco se exhiben en las salas de cine. El resto tiene un estreno reducido en sus regiones, en circuitos paralelos. Si bien hay una ley de cine que promueve y hace concursos, es limitada y depende de los recursos de un presupuesto. Es un sistema azaroso, porque los concursos no pueden crear una actividad permanente. Con un sistema de concursos no se puede prever una inversión, no se puede planear, porque unos pocos ganan los concursos. Mucho mejor que un sistema de apoyo al cine basado en concursos son los sistemas basados en fondos, que crean mecanismos claros de entrega.
¿Hay un sello latinoamericano, una particularidad que distinga al cine de esta región frente a otras producciones?
Siempre ha habido una distinción, porque vivimos en un continente que tiene conflictos políticos y económicos muy marcados, brechas sociales muy marcadas, y el cine latinoamericano ha recogido todo eso de manera creativa. Podemos encontrar un melodrama que toque un problema muy grave y presente en cualquiera de los países, o una comedia que trate asuntos muy arraigados o que recoja tradiciones culturales propias.