15 de Agosto de 2018

Torre de Babel 2.0. Entrevista a Ernesto Barraza sobre ‘Años luz’

Entre dos personas que duermen juntas puede haber un abismo. Del mismo modo, un grupo de gente hablando el mismo idioma —o no— puede ser incapaz de entenderse entre sí. De eso trata Años luz, la más reciente obra que presenta el Centro Cultural de la Universidad de Lima y que estará en escena del 16 de agosto al 1 de octubre en el teatro del campus. Ernesto Barraza, director de esta pieza teatral, nos dio unos alcances antes de su estreno.

¿Cómo llegas a ser director de Años luz?
El guion llegó a mí por parte del autor, Federico Abrill. Nos conocemos, somos amigos de antes. Él me pasó el texto después de que ganó el segundo lugar en el Concurso Teatro Lab, con la intención de que yo lo dirigiera. En el momento en que lo leí lo llamé y le dije que sí, que me interesaba muchísimo dirigir la obra. Encontré en ella muchas cosas que estaba buscando en ese momento en un texto teatral. Con Federico siempre tengo conversaciones sobre el teatro, sobre lo que buscamos en él, por qué caminos nos parece que debería dirigirse la dramaturgia contemporánea. Probablemente por eso, teniendo esta obra ciertas características, Federico pensó que yo era la persona ideal para dirigirla.

¿De dónde nace tu amistad con Federico Abrill?
Hace muchos años llevamos un taller juntos, pero en verdad nos hemos hecho amigos en el medio. Tenemos amistades en común, siempre nos hemos visto. Él ha ido a ver mis obras; yo he ido a ver las de él. Siempre hemos estado en contacto profesional, pero que poco a poco se ha convertido en amistad.

¿Concuerdas con quienes señalan que se trata de una obra de teatro posmoderna?
No sé si es una obra posmoderna completamente, pero sí es una obra contemporánea en el sentido de que evade los lineamientos tradicionales de la dramaturgia clásica, aristotélica. Es decir, no se rige por las leyes del principio, el desarrollo, el final, con una línea de acción dramática única que conduce a un héroe que está en busca de solucionar un conflicto.

¿Cuál es la estructura entonces?
Años luz es una historia en la que hay conflictos, evidentemente, pero no hay una historia per se. Hay tres historias que se entrecruzan, pero no necesariamente se resuelven. Algunas “empiezan” cuando ya están terminando, en realidad. El espectador “asiste” al final de una historia, digamos. Otras comienzan pero no se terminan. Lo interesante aquí es cómo una historia afecta a la otra, cómo todas en conjunto desarrollan una temática; pero no es una temática única, tampoco son varias temáticas. Es una obra que me gusta mucho porque es complicado para mí decir o responder a la pregunta de qué trata la obra.

¿Y de qué trata?
No trata de una sola cosa, trata de un montón de cosas a la vez. Pero creo que en eso está lo interesante de la obra, tanto para quien la dirige y para quien la escribe como también para quien la actúa y quien la ve, porque tienes muchas aristas de dónde agarrarte. O enganchas con una cosa, con la otra o con todas. Me parece casi imposible que no enganches con algo.

¿Cuál es la piedra angular de Años luz?
Creo que si hay algo que une a todas las historias es la imposibilidad de los personajes de comunicarse a través del lenguaje. La pieza nos plantea la idea de que la verdadera comunicación entre seres humanos no se da mediante la palabra. En la obra hay personajes que hablan el mismo idioma y otros que no: se habla inglés, danés y castellano, y estos personajes se van encontrando. Lo que sucede aquí de interesante es que a pesar de hablar algunos el mismo idioma, les es imposible comunicarse o entenderse. Y, a veces, si no hablas el mismo idioma sí te entiendes. Entonces, ¿dónde está la verdadera comunicación? Lo que plantea Federico es que existe la posibilidad de una comunicación entre los seres humanos que va más allá de la palabra, que es una comunicación cósmica, visceral, energética, por eso el nombre Años luz. Una comunicación que viaja más allá del tiempo y del espacio tales como los comprendemos nosotros.

También te lleva a pensar en la distancia entre dos personas que hablan el mismo idioma pero no se logran comunicar…
Exacto. Eso es lo que pasa en la obra. Se hablan estos tres idiomas pero finalmente los personajes no se entienden por el idioma sino por otra cosa, que tal vez no se puede explicar porque es una fuerza, una cuestión mucho más abstracta. Creo yo que ahí está lo más interesante de la pieza y lo que podríamos considerar el punto de unión de todas estas historias. Pequeñas tragedias que ha escrito Federico.

¿Tienes un referente teatral o cinematográfico que te haya ayudado a llevar adelante esta obra?
No. No suelo ver películas u otras obras como referencia. En realidad, casi todo lo que está ahí parte del texto; de la intención en un trabajo de interpretación de lo que plantea el autor. Creo que Federico tenía muy claro cómo es que consideraba que debía verse la obra. Yo he respetado mucho eso, no porque sea muy respetuoso de los textos sino porque considero que, en el caso de Federico, su propuesta siempre ha sido muy acertada. También es un texto que ha mutado en el tiempo durante conversaciones que he tenido con él.

¿Qué otra particularidad encuentras en la obra?
Hay algo interesante. Justamente porque Federico lo ha puesto en el texto, hay varios niveles de historia que se van contando. No solo se cuentan las historias de estos siete personajes y cómo estas se entrecruzan, que es el nivel de la ficción propiamente dicha, sino que además se hace evidente desde el texto que esta es una obra o siete historias que son representadas por un grupo de actores, y ese es un segundo nivel de lectura. La pieza todo el tiempo te hace acordar que lo que estás viendo es una representación, no juega a la ficción mimética que tú tienes que creértela. No. Todo el tiempo te está recordando: “Esto es mentira, esto es mentira”. Esto que te cuento es otro nivel, otra capa que le hemos agregado, desde el escenario, que le habla directamente al público, ya no a través del actor sino con proyecciones.