01 de Agosto de 2017

Un abogado en el mundo tributario

Proveniente de una familia de abogados y fan de una antigua serie de estudiantes de derecho de la Universidad de Harvard, Julio Pino sintió el llamado de la vocación muy temprano y no dudó en elegir la Universidad de Lima como su alma mater. Hoy es socio de la unidad de negocios de Tax & Legal de la consultora BDO y se mueve como pez en el agua en los temas de contabilidad y financieros que subyacen en las herramientas contractuales.

¿Cómo llegaste a BDO?
Vine por el año 1996. Yo era un estudiante de noveno ciclo de la Carrera de Derecho; hacía poco había culminado mis prácticas en la Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores, o Conasev [hoy, Superintendencia del Mercado de Valores, SMV]. Un día encontré un aviso de BDO en la Universidad, que indicaba que requería practicantes para el área de consultoría tributaria. Hasta ese momento yo no había visto temas tributarios, creo que recién estaba llevando el curso de Código Tributario, pero me interesaba empezar a ver esa rama, siguiendo mi proyecto personal de convertirme en un asesor legal de negocios. Postulé y fui elegido, sin saber que me enamoraría de la tributación y que BDO se convertiría en mi casa.

¿Qué implica trabajar en una empresa consultora?
Implica el compromiso de dar valor a los clientes y ser un apoyo efectivo para que logren sus metas. Uno tiene que estar preparado para entender las necesidades del cliente y esforzarse siempre por brindar un servicio que responda a esas necesidades. Es un trabajo que implica mucho análisis, pero también aterrizar las ideas.

¿Cuáles son tus ocupaciones actuales en la empresa?
Actualmente soy socio de la unidad de negocios de Tax & Legal. Dirijo, entreno y superviso a un equipo de talentos y, simultáneamente, me encargo de atender las necesidades más complejas de nuestros clientes y las que requieren el mayor expertise, siempre buscando afianzar la relación con ellos. El rol comercial y las tareas de marketing también forman parte de mi día a día. Es una posición muy exigente, considerando lo competitivo que es el mercado de servicios tributarios.

¿Qué valoras de tu actual trabajo?
Muchas cosas: la oportunidad de seguir aprendiendo y enfrentando nuevos desafíos, el equipo que me acompaña, los valores y la cultura de nuestra firma, etcétera. ¡Además, puedo hacer lo que me gusta y me pagan por ello! Es un privilegio.

¿Podrías comentar sobre algún proyecto que hayas realizado que te haya gratificado especialmente?
Son muchos… He tenido la suerte de hacerme cargo de proyectos retadores, de los que aprendí y pude extraer grandes experiencias. Sin embargo, la mayor gratificación personal la tuve cuando, todavía muy novato en las lides tributarias, preparé la estrategia y desarrollé los argumentos para defender un caso familiar, de mi madre y mis tías, ante una municipalidad que les quería cobrar impuestos y multas que no correspondían. Fue muy satisfactorio ganar ese caso. No solo logramos que la municipalidad dejara sin efecto la deuda, sino que, al recalcular las cifras, se concluyó que, más bien, se les debía devolver una cantidad de dinero. La alegría de mi madre y mis tías no tiene precio.

¿Qué herramientas has desarrollado que te permiten realizar tus ocupaciones diarias con eficiencia?
La pregunta viene a tono con lo que estamos haciendo actualmente en BDO. Hemos lanzado un concurso interno de innovación (BDO Ideas), con el que buscamos mejorar nuestra eficiencia en el trabajo. Mientras tanto, mi día a día está lleno de apps que facilitan la comunicación y la organización de las tareas. Pero lo que me fascina es poder tachar de mi lista de pendientes las tareas hechas y sentir que avanzo con lo que me propongo.

¿Qué consejos les darías a los abogados jóvenes que postulan a una consultora?
Que pongan en práctica lo que aprendieron en la universidad, con orientación a dar valor desde sus conocimientos jurídicos, pero que no se queden ahí: deben estar predispuestos y abiertos a adquirir nuevos conocimientos, no solo en el campo jurídico. Un buen consultor es, finalmente, un profesional con un know-how en una materia, que se preocupa por conocer a cabalidad los negocios de sus clientes. Aterrizando a la consultoría tributaria, un abogado que decide dedicarse a este rubro debe sentirse cómodo con el entendimiento de lo que ocurre en la contabilidad, de los temas financieros que subyacen en las herramientas contractuales, de la organización de las empresas, además de estar preparado para incorporar a su labor sus conocimientos en otras ramas del derecho, como el derecho civil, el societario, el constitucional, etcétera.

¿Quisieras mencionar cuáles han sido tus anteriores trabajos?
BDO ha sido y es mi único centro de labores. Hacer línea de carrera dentro de esta empresa ha sido un grato camino. Esto es algo que hoy en día les cuesta mucho a los millennials, hecho que se refleja en los altos niveles de rotación de empleo.

¿Por qué decidiste estudiar Derecho?
Siempre me gustó la justicia como valor fundamental. Sin embargo, no puedo ocultar la influencia familiar. Mi padre es abogado, probo y de los buenos, y también lo fueron mi abuelo —don Remigio Pino Carpio, que llegó a ser vocal de la Corte Suprema, autor de libros de derecho y reconocido profesor de la materia— y dos de mis tíos. Otra influencia es una serie de televisión que vi durante mi niñez y que en nuestro país la transmitían como Alma Mater [el nombre original es The Paper Chase]; en ella, los protagonistas eran estudiantes de Derecho de la Universidad de Harvard y sus profesores, y entre estos últimos estaba el temible profesor Kingsfield. Me gustó mucho ver cómo no solo se preocupaban por conocer las normas y la jurisprudencia, sino también, y sustancialmente, por entender el sentido de las reglas y usar la razón por sobre todo. Finalmente, el mundo del derecho es el mundo de la razón.

¿Optar por la Universidad de Lima fue una decisión acertada?
¡Claro que sí! La Universidad de Lima me ofreció un entorno muy propicio para aprender y compartir experiencias y formas de pensar. He tenido la suerte de haber aprendido de excelentes profesores y de tener una formación universitaria con sentido práctico, sin perder el sentido humano.