Ciclo: Cine y Violencia Urbana

¿Qué hacemos cuando la convivencia saca lo peor de nosotros? ¿Cuándo los mecanismos que deben hacernos sentir seguros en comunidad no funcionan y, por el contrario, nos provocan volvernos más primitivos e irracionales? ¿Cómo expresar el asco, la furia, el desgaste, la impotencia, de sentir que nada funciona en espacios donde todo debería funcionar?

El cine se ha planteado esa pregunta. Y este ciclo es una muestra pequeña y selecta de un tema que ha sido transitado ampliamente. Porque todos nos hemos sentido en algún momento Travis Bickle, el protagonista de Taxi Driver, asqueado por una ciudad que parece no tener solución. William Foster, el protagonista de Un día de furia, decide sacar su furia en medio de las autopistas californianas. Buenos Aires no se queda atrás, y en Pizza, birra, faso, vemos la marginalidad que está incrustada en la capital argentina.

¿Pero qué pasa cuando las autoridades, aquellas que nos deben proteger, son nuestros peores enemigos? Pues nos encontramos con Charles Bronson aplicando la ley del talión en El vengador anónimo, o a un policía rompiendo el espíritu de cuerpo y colaborando para acabar con la corrupción dentro de la institución en El príncipe de la ciudad. Y ahora que Francia ha estado en el ojo del mundo por el ascenso de su extrema derecha, bien vale la pena ver cómo El odio es casi una película profética en su advertencia sobre lo que se podía venir.

En urbes cada vez más impersonales, los arranques de furia y la violencia pueden tener consecuencias inimaginables. Los protagonistas de los filmes de este ciclo son causantes y víctimas de tales circunstancias. Y, a veces, las dos cosas al mismo tiempo.

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